
Lo que más sorprende de las 30 horas en las que Pedro María Ruiz Jiménez, el presunto asesino de Murchante, estuvo a la ... fuga fue su comportamiento. En ese tiempo, en el que todos los cuerpos de seguridad del Estado lo buscaban, hizo una vida de lo más normal, visitando tabernas y realizando algunas gestiones personales. Una actitud que lleva a los agentes de la Ertzaintza que dirigieron el operativo de búsqueda a pensar que era consciente de que, tarde o temprano, iba a ser detenido, como así ocurrió. El hombre ingresó el sábado en la prisión de Martutene, acusado del asesinato de su excuñada, María Pilar Berrio Jiménez, a la que degolló delante de sus dos hijos pequeños. El juez también le imputa dos delitos contra el patrimonio, uno por quebrantamiento de medidas cautelares y otro contra la Seguridad Vial.
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«No se estaba escondiendo. Se movió con normalidad y utilizó su DNI», afirma Fernando, miembro de la jefatura territorial de la Ertzaintza en Gipuzkoa y uno de los encargados de dirigir el operativo de búsqueda. La primera hipótesis era que podía buscar protección entre la familia y allegados que tiene en Gipuzkoa. La Ertzaintza cree que lo intentó, de hecho pasó por Legazpi, pero que no consiguió «esa infraestructura de cobijo» que buscaba. «La interpretación, por su forma de proceder, nos lleva a pensar que tenía asumido que nadie le iba a ayudar, por lo que sabía que le iban a detener e hizo su vida normal».
Esa rutina que desarrolló durante 24 horas en Donostia, «donde también solía moverse», le llevó al mismo bar hasta en dos ocasiones, donde tomó whisky y tortilla de patata. Durmió en una pensión, donde se registró con su DNI. «No buscó uno falso, no estaba ocultándose», insiste el agente de la Ertzaintza.
Además, durante esa mañana, después de desayunar en un bar y de robar un coche policial, salió de San Sebastián para realizar algunas gestiones personales. «Se trasladó a una joyería de un centro comercial de Gipuzkoa para soldar una cadena rota», explica Fernando. Sin duda un movimiento que no se antoja prioritario para una persona en busca y captura por un asesinato. «No tiene mucho sentido. Había interiorizado que le iban a detener», asegura el ertzaina.
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De hecho, no mostró resistencia cuando fue detenido en la peluquería Txukun-Txukun del barrio de Gros, donde pretendía realizarse un cambio de imagen para pasar desapercibido, «lo cual no tiene mucho sentido, porque utilizando su DNI y haciendo lo que hacía le íbamos a coger tarde o temprano», afirma el miembro de la jefatura territorial.
En total, el presunto asesino estuvo fugado unas 30 horas. «Analizando el resultado del operativo, creemos que es óptimo. Porque la complejidad en este caso era que había que dar una respuesta urgente». Porque la Ertzaintza, asegura, tiene experiencia en operativos similares en los que ha buscado al autor de un crimen, como el caso de la investigación que a principios de año dio con los dos asesinos de Aintzane Pujana, apuñalada en Aizarnazabal a principios de este año. En el caso del crimen de Murchante, había dos componentes que complicaban la labor policial: «el carácter violento del fugitivo y la alarma social que se había creado». Esa peligrosidad llevó a los agentes a extremar las precauciones. En Gipuzkoa, Pedro María Ruiz Jiménez era de sobra conocido, ya que constan «múltiples delitos en comisarías de Deba Urola y Oria».
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Si bien el crimen se cometió en Navarra, todo el operativo para dar con el presunto autor se desarrolló en Gipuzkoa. Desde el primer momento en el que el miércoles la Policía Foral dio la voz de alarma de que un asesino se había dado a la fuga, se informó de que el sospechoso tenía relación con Gipuzkoa, donde le constan varias domiciliaciones. La Ertzaintza se movilizó en la zona de Zumarraga y Legazpi, donde Pedro María Ruiz Jiménez tiene familiares y allegados. «Las primeras informaciones nos decían que podía estar en esa zona. Cuando se ha cometido un delito tan importante es lógico buscar ayuda en las personas más cercanas. Se verificaron algunas viviendas, pero no estaba allí». Desde ese momento, si bien la policía recibió numerosas informaciones, no hubo ninguna pista concreta y certera sobre su paradero. Después se ha podido saber que esa misma tarde recaló en San Sebastián.
Fue a la mañana siguiente, el jueves, cuando fue reconocido en el bar en el que desayunó, en la Avenida de Madrid, y la Ertzaintza recibió el aviso de que había estado allí. «En ese momento se activaron operativos policiales de cierre de determinadas zonas, lo que llamamos operación 'kaiola' o jaula», como la que se desplegó después en Gros y que permitió detenerle. También se realizaron controles en todas las entradas y salidas de la ciudad. «Nos informan de que quiere hacerse con un vehículo y comenzamos a rastrear concesionarios». El hombre cogió un taxi hacia el Antiguo y robó un coche camuflado de la Ertzaintza que se encontraba en el taller Seat. «Cuando los agentes se personaron a recoger el vehículo los responsables del taller se dieron cuenta de que no estaba». Durante el día hizo diferentes gestiones hasta que fue localizado en el bar Bergara sobre las 18.40. La alerta de un informante movilizó a las patrullas, que blindaron el barrio de Gros hasta que pocos minutos después fue detenido.
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Del operativo realizado, el ertzaina destaca tres aspectos. Por un lado, «la cooperación con la Policía Foral, ya que hubo muy buena interlocución de informaciones durante toda la búsqueda. Por otro, la colaboración ciudadana; la información facilitada ha sido fundamental. Y tercero, la implicación de todos los agentes que componen la Er-tzaintza, en particular, todas las patrullas de Seguridad Ciudadana, Brigada Móvil, equipos de investigación y patrullas de policía local».
Los primeros días en la prisión de Martutene para Pedro María Ruiz Jiménez, el presunto asesino de su excuñada María Pilar Berrio Jiménez, se están desarrollando en un módulo especial de aislamiento. Se trata de un protocolo obligatorio para todos los presos que ingresan en prisión como medida anticovid. En este módulo debe permanecer 10 días desde su ingreso, cuando le fue realizada asimismo una PCR. Por el momento no se ha adoptado ninguna otra medida especial salvo las habituales para este tipo de ingresos.
No es la primera vez que el ahora imputado por el crimen de Murchante pisa la prisión guipuzcoana. Fuentes consultadas señalan que es un «viejo conocido» del lugar, si bien indican que «nunca ha sido muy conflictivo» dentro de Martutene. No dicen lo mismo en la prisión de Logroño, la última en la que ha cumplido condena y de la que salió a finales del año pasado. Era, cuentan fuentes de la prisión logroñesa, un interno problemático y durante su estancia entre barrotes protagonizó innumerables altercados de diferente consideración que los funcionarios debían sofocar un día sí y otro también.
Lo que sigue en el aire es su posible traslado a una prisión navarra. El juez del juzgado de guardia de San Sebastián decretó su ingreso en Martutene, la prisión más cercana, pero el magistrado que instruye el caso en Tudela podría ordenar su traslado. Cabe recordar que en este caso Pedro María Ruiz Jiménez está imputado por un delito de asesinato, el más grave, pero también por otros delitos que cometió en territorio guipuzcoano.
Además del asesinato, por el que le podrían caer entre 15 y 20 años de condena, se le atribuye un delito de quebrantamiento de medidas cautelares, ya que tenía una orden de alejamiento sobre la víctima que incumplió. Se investiga si entre ambos había una relación sentimental, ya que entre ambos constan varias denuncias por maltrato doméstico. Por otro lado, el juez le imputa dos delitos contra el patrimonio por el robo de dos coches y otro contra la seguridad vial, ya que durante su huida condujo sin permiso en vigor.
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