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El paquistaní Waqar Ahmed es conocido entre los clientes que acuden cada semana a los mercados de Ordizia y Lazkao. «Cuando conseguí ponerme por mi cuenta, mis clientes se alegraron un montón, el día que empecé, una vez conseguí el permiso agrario y demás, me ... animaron mucho», cuenta orgulloso este hombre de 33 años, que trabaja de autónomo cultivando verduras y hortalizas en unos terrenos de 13.000 metros cuadrados en Ataun y en Arama. «Se murió el dueño y los hijos no querían continuar con el negocio. Yo conseguí un lado de terreno y desde hace unos pocos meses me encargo de todo con la ayuda de otro trabajador que he contratado: desde preparar el terreno, plantar, recoger la cosecha, vender en las ferias, etc. No llego a todo. ¿Cuántas horas meto? No las cuento, por si acaso. El trabajador hace sus horas y ya, pero a mí me queda... Aunque estoy muy contento. Lucho cada día, a ver cómo me va, de momento me da para un sueldo digno y seguir adelante», valora con optimismo.
Lleva casi 11 años en Gipuzkoa desde que dejó atrás Paquistán en busca de «un futuro mejor». Antes, con 21 años, marchó a Inglaterra para empezar a estudiar Administración en la Universidad pero al cabo de dos años no pudo continuar «por falta de dinero». «Ahí es todo muy precario. Mi hermano mayor es profesor y vive con lo justo», afirma.
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Empujado por esta necesidad de avanzar en busca de mejores oportunidades, Waqar recaló en Gipuzkoa - «tenía unos conocidos en Mondragon que me hablaron de esto»-. A su llegada, se dedicó a seguir estudiando hasta conseguir los papeles para poder aspirar a un puesto de trabajo, «porque yo sin papeles no quería trabajar», dice alto y claro, conocedor de los peligros a los que se exponía. «Me apunté a castellano y a euskera y luego iba a Cáritas, me solían dar clases de la huerta, aprender los nombres de las herramientas, etc. y también cobraba una ayuda de 600 euros. Cuando se cumplieron los tres años, obtuve los papeles y empecé a trabajar en una empresa de Lazkao con contrato». De esta forma fue encadenando un trabajo tras otro, siempre en el sector agrario durante 7 años, aunque cuenta que no se vio inmerso en situaciones de explotación laboral como las que, por desgracia, sí vivieron otros compatriotas suyos. «Estaban amenazados y siempre buscándoles las cosquillas. Eso está mal», lamenta, aunque entiende las cosas que uno puede llegar a soportar cuando hay «necesidad». «Hay gente que aguanta y otros que deciden denunciar».
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