Cuando los agentes de la Guardia Civil irrumpieron la semana pasada en un domicilio de Donostia para detener al que consideran «cabecilla» e «iniciador» de los chats en los que se compartía contenido sexual y vejatorio con más de un millar de menores –la ... mayoría de Gipuzkoa pero también de otros territorios–, el arrestado, un chaval de 14 años recién cumplidos, fue sorprendido con las manos en la masa. O en el teclado. Se encontraba sentado frente a la pantalla en su habitación de la casa familiar, navegando en lo más profundo de internet: en esa zona oculta y tenebrosa conocida como dark web, o internet oscura. De hecho, este adolescente tenía la sesión abierta y los guardias civiles se llevaron encendido el presunto «ordenador principal» de la trama, con la esperanza de poder seguir tirando del hilo. Algo por otra parte complicado, porque entre las ventajas de esta red sumergida están el anonimato y una trazabilidad casi imposible de seguir. De ahí que resulte una gran plataforma para hacer y encontrar el mal. «Ahí puedes hallar y adquirir de todo. Todo lo más chungo e ilegal que puedas imaginar, está ahí», asegura un hacker guipuzcoano que trabaja en ciberseguridad, como 'ethical hacker' (hacker ético).
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«Todo» es todo, las opciones que se comparten son infinitas: venta de drogas, armas, oro, animales exóticos, órganos humanos; contratar a sicarios, secuestradores, exclavas sexuales; obtener vídeos de pornografía infantil, violaciones, zoofilia, suicidios, ejecuciones; incluso retransmisiones en vivo de estos hechos y no meras imágenes grabadas... Su lógica es puramente mercantil: «A mayor dificultad, mayor precio», explica este especialista, de nombre ficticio Gorka, que recurrentemente es requerido por empresas e instituciones de Gipuzkoa cuando sufren el ataque de piratas informáticos.
Del mismo modo que quien compra unos pañales o unas entradas para un concierto, o accede a la web de este periódico, todo está a golpe de clic. Y no es ilegal navegar en la dark web. Como tampoco siempre es delito el simple hecho de portar una pequeña navaja, porque no es lo mismo llevarla en un bolsillo para mondar una naranja en el monte que guardarla en el pantalón a la entrada de una discoteca. «Entrar en la dark web no es ilegal, el problema es lo que hagas ahí dentro».
Antes de adentrarnos en las cloacas de la red Gorka aclara unos conceptos básicos, que a menudo suelen ser ilustrados con el dibujo metafórico de un iceberg. Ayudado de un papel y un bolígrafo, traza una masa de la que solo sobresale por encima del nivel del agua un 5% de la superficie. «Esto sería toda la información que hay en las webs que usamos habitualmente», recalca. En realidad eso que nos parece infinito en la red apenas representa una décima parte de los contenidos online.
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El resto está sumergido, pero no todo es igual bajo el agua. Hay una parte en la que todos hemos buceado en nuestro día a día: la deep web (o web profunda), donde «los contenidos no están indexados» y, por tanto, «no pueden ser encontrados a través de los buscadores como Google». Para llegar a esta páginas se debe conocer la dirección exacta, la URL, y acceder a ella a través de filtros o contraseñas. Ahí estarían nuestra cuenta bancaria, nuestro correo electrónico, la intranet del trabajo o nuestras fotografías en Instagram. También se alojan ahí redes de instituciones académicas y científicas, bases de datos corporativas o administrativas... Aunque el acceso pueda ser restringido, no es anónimo, porque siempre dejamos al menos el rastro de nuestra IP, nuestras huellas dactilares en la red.
Finalmente, dentro de estas profundidades, Gorka reserva la superficie más amplia para la dark web, donde no todo es ilegal e incluso tiene virtudes loables, pero está plagada de malhechores al acecho y dispuestos a hacer el mal, al saberse anónimos e ilocalizables. Por supuesto, nadie pregunta por la identidad de quien entra y mucho menos su edad. De hecho, «muchos de los vídeos tutoriales que circulan en internet los han hechos chavales», advierte.
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Acceder a la dark web simplemente requiere descargarse un software, un trámite lícito para el que no hay que ser ningún genio de la informática. «Hay varios –apunta el 'hacker'–, aunque los más habituales son tres o cuatro». Sus nombres se repiten en cualquier foro o buscador.
El más popular es Tor (The Onion Router, el router cebolla), que germinó a finales del pasado siglo para el intercambio de información encriptada para la Armada y el Cuerpo de los Marines de los Estados Unidos. Para que nos entendamos, ejerce de navegador pero las páginas en lugar de acabar en '.com' o '.eus', lo hacen en '.onion' (cebolla). «Si la sabes, puedes escribir la dirección a la que quieres ir y, si no, también tiene buscadores como la web normal».
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Gorka
Hacker experto en ciberseguridad
Esta red (darknet) permite «una entrada libre y anónima, que es lo potente de estas redes. Porque toda la información está cifrada y oculta para los demás usuarios. Desde tu navegador te conectas a un montón de nodos o servidores (como si fueran capas de cebolla que protegen el rastreo) que están repartidos en diferentes puntos geográficos de todo el plantea y tu conexión va saltando de uno a otro, lo que imposibilita la trazabilidad». Esto lo convierte en una trinchera informativa para los servicios de inteligencia y activistas «y también muy utilizada por periodistas en países autoritarios o en conflicto, como China o Rusia, donde la información está muy controlada pero por esta red pueden enviar la información que desean», apunta el experto en ciberseguridad. Por ejemplo, Wikileaks, que destapó numerosos documentos clasificados, también estuvo presente en la dark web.
Hasta aquí, la cara amable de la red oscura. En el lado turbio, «el chungo» para Gorka, el mercado es inabarcable y la venta de «armas y drogas está en auge». Darse una vuelta por ahí como simple observador también es legal, aunque es un campo de minas en el que hay que andar con pies de plomo porque «hay mucha gente mala que está esperando a que cometamos un error, revelemos un dato real, y nos ataquen por ahí».
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En sus escarceos por los bajos fondos de internet, este experto ha comprobado que «encuentras todo». Lo más fuerte que ha visto son «fotos y vídeos de auténticas carnicerías» en las que incluso cuesta reconocer los restos humanos. «Eso impacta mucho porque sabes que esos asesinatos son reales. Las imágenes que vemos en las noticias son 'light shows' en comparación con las barbaridades que hay ahí», obtenidas «en África, Europa, América... En cualquier sitio hay gente rara dispuesta a hacer el mal». ¿Pero a quién le puede dar por ejecutar brutalmente a personas, grabarlo y difundirlo? «Puede ser un grupo terrorista para darse a conocer o uno de narcos para infundir respeto o amenazar a alguien».
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Oskar Ortiz de Guinea
Este hacker conoció este mundo antes de licenciarse como informático y, ahora que vela por la ciberseguridad de empresas, lo visita «para ver qué se cuece: si se prepara algún ataque, si ha salido algún sistema nuevo o tratar de saber quién ha estado tras un ciberataque. Esa información se suele incluso compartir en foros. Hay que saber llegar a ella».
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Porque esa clave la clave de todo: saber llegar. Nadie entra 'hola buenas, quiero una pistola, unos gramos de cocaína o un vídeo de sadomasoquismo duro'. «Del mismo modo que tú no conoces a quien está al otro lado, tampoco te conocen a ti. Hay que ganarse la confianza, ya sea por una recomendación de alguien o porque te has ido dando a conocer en foros. Si tienes algo bueno que ofrecer, todo es más fácil», ironiza. Los cuerpos policiales conocen esta actividad y «también suelen entrar en la dark web para tratar de sorprender a alguien».
Una vez superada la barrera de la confianza de la persona con quien negociar, se trata de llegar a un acuerdo por aquello deseado: un teléfono móvil, un software, fentanilo, marihuana, los ingredientes y fórmula de una droga de diseño, un arma, un antivirus o el encargo de un asesinato. «Tú pagas y te lo envían. Lo que sea», incide Gorka, que ha visto hasta 'call centers' en lugares como Rusia para los contactos telefónicos. En España no es posible, pero en países como Estados Unidos «se pueden comprar tarjetas SIM de prepago sin tener que acreditar ninguna identidad».
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¿Cuánto cuesta contratar un sicario o comprar una pistola? «Depende. Hay estados en los que la vida no vale nada y matar resulta muy barato. Y la pistola, lo mismo: va en función del modelo, el calibre, si se quiere con número de serie o sin él...». Quien hace el encargo habitualmente paga por adelantado, siempre en criptomonedas o bitcoins, nunca con una transferencia que arruinara su anonimato. «Quien hace la venta quiere seguir vendiendo y no falla, porque se corre la voz. Si compras algo simple como un móvil, puede que no te lo envíen o que te llegue con un virus para entrar luego en tus cuentas. Pero algo más 'heavy' lo vas a recibir seguro», preferentemente «no a tu casa». La pistola llegará desmontada en varios envíos, con las piezas ocultas en paquetes con objetos sencillos: hoy el gatillo entre unos zapatos; mañana, el percutor en una compra de muelles.
Gorka ha visto ofrecer «títulos universitarios de universidades y notas reales». ¿En serio? «Son mafias bien organizadas e incluyen a un empleado de una universidad. ¿De qué quieres el título? De dentista, pues eres dentista. Y si luego vas a Europa, lo convalidas».
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El contenido sexual es más sencillo, porque supone un mero correo electrónico a una dirección que la facilita el servidor sin, por supuesto, pedir identificación alguna. Detallar la oferta puede herir la sensibilidad de cualquiera. Como consuelo, «los pedófilos están muy mal vistos», y más que un interés económico suelen buscar el intercambio de vídeos.
En el lado oscuro también se venden cuentas bancarias «para blanquear dinero», y siempre hay ojos que van a tratar de buscar una falla durante nuestros movimientos en la web para colarse en nuestro ordenador. Y cuando llegan a controlar muchos equipos, lanzar un ciberataque. No hay paz para los malvados de la dark web.
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