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Aguanta que queda poco. No nos ha tocado la lotería y hemos soportado estoicamente la cena de Nochebuena y el discurso del Rey. Por cierto, salvo que Felipe VI se decida algún día a echarse al monte (que no creo) yo le daría un par ... de vueltas a su sermón navideño. Después de la tralla que llevamos y de aprendernos el organigrama del TC y del CGPJ, le diría «muy bien, Felipe, pero no creo que sea el momento». Este país es un cachondeo, tío. La gente se ha gastado una pasta en langostinos y cava y lo que quiere es jamar y soplar. El discurso ya nos lo sabemos, preferimos que nos cuente lo que cenaron. Somos muy cocinillas. Menos mal que nos lo ha detallado Letizia: pavo relleno, pudin de pescado y marisco, angulas, salmón ahumado, jamón ibérico y foie. Nos interesan sobre todo ese tipo de cosas. Y saber si luego se quedaron en casa o salieron con su cuadri. O sea, chascarrillos lúdico-festivos propios de su cargo representativo y su función institucional.
Para lo demás ya tenemos a Pedro Sánchez. Es el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Mal rollo. Lo abarca todo, como el rey sol, «El Estado soy yo». Claro, por eso siempre que puede se pone delante de Felipe y no le cede el paso, ni en el AVE de Madrid a Murcia ni en el de Murcia a Madrid. Y le parece normal.
Pero fíjate que no creo que lo haga con mala intención. ¿Tú crees que sí? ¿En serio? ¡Qué me dices!
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