Las planchas de acero de la Construcción Vacía, en el Paseo Nuevo, delimitan un espacio aéreo que varía cada vez que cambiamos de posición. Oteiza no pensaba las esculturas como masas para ocupar el espacio, sino como maneras de crear vacíos, y por eso su ... emplazamiento es estupendo: un hueco escultórico que enmarca la bahía, el hueco geológico que da sentido a la Donostia actual.

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Donostia apostó por el hueco. En el mapa de la ciudad, la bahía es un gran espacio vacío, un agujero de puro océano, y a mediados del XIX hubo proyectos para rellenarlo con un puerto industrial, para ocupar sus orillas con muelles, almacenes y ferrocarriles, pero en su lugar tendieron el paseo de La Concha, que tiene sentido y belleza por el hueco que bordea. Es el emblema de una ciudad que apostó por el ocio, por el inútil y noble arte de pasear, por mirar al vacío. Fue una pena que construyeran una prolongación tan bonita del paseo y se olvidaran esos andamios clavados en la roca, dijeron algunos irónicos sobre el Peine del Viento, pero las obras de Chillida y Oteiza son ya elementos indiscutibles de la bahía, tanto como las rocas, el oleaje o las gaviotas. Hemos enmarcado el hueco con expresiones artísticas propias (no como esa colosal figura de producción en serie que para mí estropea la cumbre de Urgull), lo hemos transformado en un gran paisaje-escultura. Ahí encaja Hondalea, la escultura de Cristina Iglesias: otro hueco en las entrañas de la isla.

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