Mikel Madinabeitia e Iñigo Puerta
San Sebastián
Domingo, 19 de mayo 2024
Esta es la historia de un guipuzcoano al que le han suplantado la identidad. Un fraude por el que una persona se ha hecho pasar por Ander, nombre ficticio, para disfrutar de los servicios de una operadora de televisión durante seis meses. Eso sí, sin ... pagar un euro por ello. A cambio, Ander, la víctima, sufre las consecuencias: figura en la lista de morosos ya que oficialmente debe más de 1.200 euros a la compañía que él jamás contrató, y que otra persona lo hizo en su nombre, al parecer tras robarle una carta del buzón con datos personales. Una pesadilla a la que todavía no ha podido poner fin.
En Euskadi se interpusieron el año pasado 27.454 denuncias por estafa, según la Ertzaintza. En cuatro años la cifra ha registrado un crecimiento del 73,4%. En esa marea de datos está el caso de Ander. Este guipuzcoano se dio cuenta de que le habían usurpado la identidad hace poco más de un mes. ¿Cómo? Tras sufrir un robo de sus datos personales en su buzón.
Los delincuentes llamaron posteriormente a una operadora de televisión para darse de alta en un paquete 'premium' con todo el contenido deportivo, series de televisión, cine... Una operación que, según la investigación, se hizo por medios telemáticos.
Un técnico de la compañía acudió días después a la dirección indicada por los estafadores para instalar el equipo. Y estuvieron durante seis meses (el máximo permitido sin abonar las facturas) disfrutando de todo el contenido de la plataforma: series, deporte, cine...
Así hasta finales de marzo de 2024, cuando Ander intentó hacer la portabilidad a una compañía del sector y, días después, le notificaron que tenía unas facturas pendientes por pagar. «Me quise dar de alta en esa empresa. Al finalizar el trámite, me dijeron que en un periodo de dos o tres días recibiría en casa la tarjeta SIM para poder meterla en el móvil, y que a partir de ahí les tengo que volver a llamar para activarla. Volví a llamar porque pasaron esos días y no me llegó nada. Me dijeron que no se ha podido realizar la operación, porque hay un impago de 1.265,17 euros. Así que hasta que no pagara esa cifra, no podían darme de alta», cuenta.
Fue el momento en el que se dio de que le habían suplantado la identidad, porque «nunca» había sido cliente de esa compañía. Ahí comenzó su particular tortura de reclamaciones, mensajes, llamadas y largas esperas que le provocaron más de un enfado. Como por ejemplo que por protección de datos no le podían dar más información: «Yo quería saber en qué dirección estaban los delincuentes? ¿Dónde ha sido? ¿Dónde están estas líneas de teléfono? ¿Qué números son?».
Es decir, pese a que nuestro protagonista se identificó con su nombre y apellidos, DNI y número de teléfono, tuvo que ponerse en contacto con un asistente virtual de esa compañía (vía Whatsapp) para arreglar el desaguisado. Durante ese proceso les fue pidiendo las facturas, «porque yo iba a hacer la denuncia y necesitaba más datos». Para más inri, la suplantación de identidad se comete con una errata ortográfica porque «cuando me mandaron las facturas, se ve en qué calle y en qué número está hecho el contrato. Pero mi nombre estaba mal escrito».
El 4 de abril puso una denuncia en la Ertzaintza por suplantación de identidad y estafa. Y el proceso sigue: «Me dijeron que ahora el problema lo tenía yo, que era el que tenía que ponerme en contacto con el número de atención al cliente para intentar solucionar que me quitasen de esa lista de morosos». Su sospecha es que el delito lo han cometido «unos vecinos».
Ander resume con indignación su caso: «Me parece increíble que con un simple DNI y un nombre puedas hacerte un contrato con una llamada de teléfono. De hecho, hasta les regalaron un móvil. O sea, no hay ni un tipo de control. Yo ahora llamo, digo tu nombre, con tu DNI, calle tal de tal localidad y quiero el paquete con todo el contenido. Y mañana tengo el técnico en mi casa. Entonces, ¿cómo se ha realizado el contrato? ¿En tienda física o vía telefónica? Y me dijeron que había sido vía telefónica. ¿Cómo puede ser que con un simple DNI y un nombre te abras un contrato?».
La pregunta es pertinente y razonable. Porque Ander no había perdido el DNI. Es lo primero que le preguntó la Ertzaintza. Es decir, Ander censura «la falta de control». La víctima de esta historia denuncia que a él le está costando mucho más darle la vuelta a la situación. Lleva más tiempo arreglar el delito que hacerlo. Un hecho por el que es la única víctima. «Cuando les digo que voy a poner una denuncia por suplantación de identidad, por protección de datos no me pueden dar las que se supone que son mis propias facturas. Para contratar no me piden nada, pero para reclamar muevo tierra, mar y aire».
Salir de una lista de morosos puede ser más difícil que entrar. Y tiene sus consecuencias, fundamentalmente de carácter económico pero también de reputación. En este caso, hay que diferenciar el caso del que ingresa en este fichero por tener una deuda legítima con la Administración y el que lo hace siendo una víctima, como le sucede al protagonista de este reportaje. Entrando en detalle, ¿qué consecuencias padece el estafado? Desde la Asociación de Usuarios Financieros (Asufin), explican a este medio que las secuelas son diversas: «desde problemas para contratar servicios y productos financieros, como cuentas bancarias, o un paquete de telefonía, por ejemplo, hasta la imposibilidad de comprar a plazo. Básicamente, hablamos de restricciones de tipo crediticio y financiero». ¿Y cómo salir de un fichero así? «Se deben cumplir requisitos: que la deuda debe existir (ser cierta, vencida y exigible) y no estar sometida a discusión con el acreedor (que no haya procedimiento ante un Tribunal, de consumo, administrativo). Además, el afectado ha de recibir un requerimiento de pago previo. Si estos requisitos no se cumplen, se puede reclamar y pedir una indemnización», precisan. En cuanto al tiempo que se tarda de media en salir de una lista de morosos, desde Asufin aseguran que «la Ley no indica plazo. Si hay que recurrir a la vía judicial, los tiempos de la justicia no se pueden determinar con antelación. Otra cosa distinta es el plazo de vigencia de figurar en la lista de morosos. La ley estipula un plazo de 5 años desde el primer día del impago de la deuda para que se borren los datos en un fichero de morosidad. Transcurrido este tiempo, la deuda no exige, sólo desaparece la información de la lista». ¿Y hay algún coste económico? «Si no se cumplen los requisitos para estar en la lista de morosos y se insta a su borrado, no los hay. Pero si el tema es controvertido y hay que solicitarlo vía tribunales, entonces sí», agregan las mismas fuentes.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.