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En 1977, el cantero artesano Franco Santi encontró una moneda romana en una cresta del Apenino. Los académicos defendían que la vía Flaminia Militare, la ruta romana que seguía el trazado etrusco entre Florencia y Bolonia, debió de recorrer el fondo de ciertos valles. Se ... basaban en oscuros topónimos, pero nunca encontraron aquella calzada. Santi explica por qué la descubrió él: porque pensó como un etrusco.
Los humanos de la Antigüedad tenían criterios para atravesar regiones montañosas. Buscaban el camino más corto, por las alturas (para evitar fondos inundables y vaguadas boscosas, para tener vistas y observar los peligros) y sin demasiados altibajos. Durante dos años, Santi y su amigo Agostini agarraban picos y palas, se iban al bosque y removían la tierra. Corrió la voz de que buscaban tesoros. Y los encontraron: un tramo de losas de arenisca de ocho pies romanos, la anchura reglamentaria de las calzadas, luego muchos más. Por cada metro lineal, los romanos emplearon dos toneladas de losas. Entre Florencia y Bolonia debieron de colocar 360.000 toneladas. Mieltxo Saralegi debería alzar más de un millón de veces la piedra de 329 kilos con la que batió el récord de levantamiento, y ni siquiera así, porque la arenisca no es muy densa y un bloque de 329 kilos resultaría inabarcable incluso para uno de Leitza. Gracias al instinto etrusco de Santi y Agostini, ahora caminamos por esta obra romana que no podrían repetir ni un millón de saralegis.
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