EXPERIMENTO EN LA CÁRCEL DE HUELVA
El árbol de la ciencia ·
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El árbol de la ciencia ·
Hace 4 años, esta sección sugería que la ciencia podría ofrecer respuestas sobre la reinserción de delincuentes considerados 'difícilmente recuperables'. El experimento realizado en la cárcel de Huelva con reclusos violentos es un ejemplo. Se analizó el efecto de la aplicación de una corriente eléctrica ... de baja intensidad en la parte anterior del cráneo (estimulación eléctrica transcraneal directa) sobre la agresividad de 41 presos, 15 de ellos homicidas. Su base científica es que las personas coléricas tienen una insuficiente actividad en la corteza prefrontal que les impide contener sus impulsos. La corriente eléctrica administrada aumentaría la actividad en la corteza prefrontal y reduciría la agresividad. Y con tres sesiones de quince minutos cada una disminuyeron la agresividad subjetiva en un 37%.
La idea se apoya en la presencia de lesiones frontales en algunos asesinos y en la experiencia acumulada con la lobotomía el pasado siglo. La lobotomía, o resección del lóbulo frontal, corregía la agresividad a costa de una despersonalización. Hoy en día se considera una aberración. En los últimos años se ha examinado el cerebro de personas violentas con resonancia magnética funcional y se ha detectado una disfunción de una red neuronal implicada en la toma de decisiones morales en la que participan varias regiones de la corteza prefrontal. Estas evidencias sugieren una asociación entre disfunción neuronal frontal y conducta violenta, pero no que una sea la causa de la otra.
La técnica de estimulación empleada en el experimento es reversible y no invasiva. Y en la virtud está la penitencia, ya que ¿cuánto durará el efecto beneficioso? Cuando se aplica una técnica similar para tratar la depresión o la lentitud del párkinson, los resultados son modestos y transitorios. Además, su precisión e intensidad no son idóneas. Por último, es probable que exista un efecto placebo relevante y podría haber efectos secundarios a largo plazo sobre la personalidad o la cognición. Solo un ensayo clínico con metodología muy estricta (a largo plazo, aleatorizado, con suficiente poder estadístico, que mida la agresividad objetiva y controlado con placebo) puede responder a estas cuestiones, esenciales para la aplicabilidad práctica de la técnica. Más allá de consideraciones éticas, superables con un consentimiento informado aprobado y bien explicado, hay un aspecto de calado: No parece razonable utilizar este estudio, ni otros similares que afirman predecir el riesgo de reincidencia de un convicto con un 80% de certeza, como referencia única para decidir la concesión de permisos carcelarios o la revisión de penas. Es muy prematuro, aunque se abre una puerta para la reinserción de reos 'irrecuperables' y para evitar reincidencias. ¿Y para la prevención? ¿Podría aplicarse a personas agresivas que 'todavía' no han delinquido? ¿Debería tener todo el mundo un aparato así y administrarse unas descargas cuando se enfade? Ya hay compañías que comercializan gorros con electrodos para estimular el cerebro. Aseguran que aumentan la inteligencia, aunque las pruebas son escasas. ¿Y si al mejorar la inteligencia activaran circuitos que desencadenan ataques de ira? Demasiadas cuestiones abiertas y, sin embargo, están autorizados.
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