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Centenares de alumnos de la Universidad del País Vasco (UPV) se amontonan a la entrada del auditorio del centro Carlos Santamaría, en el barrio donostiarra del Antiguo. La sala está llena, no cabe ni un alfiler. María Rodríguez, la experta en sexología y pornografía por la que todos se han acercado a esta aula, se abre hueco entre los estudiantes. Consigue entrar, pero aún queda un gran grupo fuera que no quiere perderse su ponencia. La solución pasa por retransmitir su charla, organizada por la Delegación del Gobierno en Euskadi en colaboración con la UPV, vía 'streaming' en otras aulas. Llena cuatro clases. Entre otras cosas, asegura que «los jóvenes acuden al porno a aprender por el tabú que existe en torno al sexo. Y eso es problemático».
– Los jóvenes empiezan a consumir pornografía cada vez antes. En torno al 15% tiene su primera experiencia a los 10 años o menos. ¿Cómo se explica este aumento?
– Cada vez tienen acceso antes a dispositivos móviles con internet, además de la curiosidad que tenemos desde pequeñitos. Tienen curiosidad y dudas, identifican que hay un tabú sobre el tema de la sexualidad y tienen internet al alcance de sus manos.
– Parece la mezcla perfecta. ¿Qué papel tienen las redes sociales y los móviles en el anticipo del primer contacto con el porno?
– Es una de las claves, aunque me gusta mucho ponerme en la situación de los jóvenes. Nosotros, si hubiéramos nacido con teléfonos al alcance, también habríamos hecho esta búsqueda. De todos modos, la mayor parte de las veces, a estas edades se llega a este contenido de forma involuntaria, a través de 'banners' o publicidad, por ejemplo. También sabemos que se consume por presión de grupo, es decir, porque es una manera de socializar. Otra forma es con 'stickers' a través de whatsapp... El acceso, en muchos casos, es involuntario. Otra cosa es cuando empezamos a hacer esas búsquedas más conscientes, que también pueden tener cierta lógica teniendo en cuenta la falta de recursos que tienen. No podemos culpabilizarles por tener esa curiosidad. Frente al tabú del sexo, van al porno a aprender cosas, y eso es lo problemático. Pero no podemos echarle la culpa de todo al porno, que es una industria que no está hecha para educar, no tiene ningún tipo de objetivo pedagógico ni está hecha para que la consuman las personas jóvenes o, en su defecto, a los propios chavales. Los adultos tenemos que asumir aquí nuestras responsabilidades. Falta educación sexual y no sabemos cómo abordar esto.
– La mayoría de adolescentes tienen conocimiento de lo que es una relación sexual a través de vídeos o imágenes pornográficas a las que llegan por internet en vez de por sus padres o educadores. ¿Esto les genera una imagen distorsionada del sexo?
– Totalmente, solo hay que fijarse en el tipo de expectativas que está ofreciendo la pornografía. Cuando les preguntas qué pretenden aprender ahí, te dicen que anatomía y prácticas sexuales. Y que además lo hacen para satisfacer mejor a sus parejas, cuando vemos las relaciones de poder, los roles tan jerárquicos que existen y el papel que ocupan unos y ocupamos otras. Esto es terrible para ambos, no solo para las chicas, aunque perdamos en esta jerarquía también. La pornografía nos está diciendo que tenemos que encarnar unas expectativas que además de no ser beneficiosas son imposibles porque pertenecen a un mundo de ficción, no de realidad.
– ¿Corren el riesgo de imitar esos comportamientos en un futuro?
– Claro, el problema es precisamente ese, tratar de cumplir esas expectativas que muestra el porno, que son irreales. Perdemos cuando nos comparamos con este imaginario, igual que perdemos si nos comparamos con superhéroes. Tenemos que tener muy claro lo que es ficción y lo que es realidad. Ya que sabemos que los jóvenes acceden al porno, que tengan herramientas para que puedan interpretar lo que ven.
– ¿El consumo de pornografía puede llevar a actitudes violentas hacia la mujer?
– Desde luego, vemos una serie de patrones que nos dicen lo que nos tiene que gustar. Pero tampoco creo que sea una causa-efecto. Las violencias siempre son multicausales. La pornografía lo que hace es reproducir toda la cultura de la violación que está presente en otro montón de ficciones audiovisuales. Debemos tener una mirada crítica porque podemos consumir contenidos de Tik Tok que tienen mucho que ver con el porno, pero como llevan ropa y no lo entendemos bien nos da menos miedo, aunque los discursos se asemejan bastante. Es muy sencillo decir que la culpa de todo la tiene el porno cuando es una cuestión de estructuras que nos rodean. Parece que si se termina el porno esto va a ser una arcadia feminista, igualitaria y de buenos tratos y tengo la sensación de que no. Apuntar a disparar a un solo sitio me parece reduccionista y una forma de echar balones fuera.
– La ley del 'solo sí es sí' ha puesto el acento en el consentimiento expreso. ¿Va el porno que se consume en la actualidad en sentido contrario?
– En el porno directamente se invisibiliza el consentimiento porque estamos en el terreno de las fantasías. Si vivimos en esta ficción donde todo el mundo quiere sexo en todo momento y en todo lugar, da la sensación de que no hace falta. Además, si alguien dice 'no' se le convence y el porno nos muestra que acaba gozando. Vemos muchas situaciones en la pornografía en la que hay un claro abuso de poder, con figuras de autoridad. También mujeres borrachas o dormidas, y todo esto separado de las violaciones. Así, el porno reproduce constantemente la cultura de la violación en sus producciones, pero es importante ubicarlo en el mundo de la fantasía y en las fantasías no nos ponemos trabas. En cualquier caso, el consentimiento es la base. Los jóvenes se saben la teoría, pero les faltan habilidades comunicativas, para poner límites o de gestión de las emociones, por ejemplo. Y esto se puede trabajar.
– ¿Prohibirlo o regularlo es una solución?
– Abolirlo creo que es imposible. Es la quinta industria más rentable del capitalismo actual, totalmente deslocalizada. Decir que podemos terminar con el porno me parece la gran ficción, aunque sí creo que hay que regular la industria, de la misma manera que hacemos con otras. Por ejemplo, regular el acceso de la infancia a este tipo de contenidos o los derechos de las personas que trabajan dentro de esta industria, entre otras cosas.
– ¿A qué edad deberían empezar a recibir educación sexual los menores?
– Desde que nacen. La sexualidad empieza cuando nacemos y termina cuando morimos. Aquí las familias tienen un papel fundamental y educan con el ejemplo. Antes de ir al cole, esas 'personitas' aprenden un montón de conductas. Es importante tener en cuenta que siempre hacemos educación sexual, es inevitable. Lo que tenemos que decidir es el modelo que queremos ofrecer. Los silencios son una forma, que me hagan una pregunta y no responderla o reírme, también...
– ¿Entonces, cómo tienen que abordar este tema, que en muchas familias parece tabú, en los hogares?
– Muchas familias tienen dificultades porque tenemos una mochila muy grande. No hemos tenido una buena educación sexual y llevamos la mochila cargada de miedos o tabúes. El papel fundamental de la familia es dar muchos recursos, ofrecer materiales adaptados a la edad... La gente joven quiere fomentar el diálogo. Es muy importante que sepan que su madre o su padre están ahí, porque si no hay ninguna dificultad no les va a hacer falta acudir a ellos, pero lo que me parece un problema es que de repente surja un dilema y los padres no sean lugar seguro para sus hijos.
– ¿Cuál es el papel del colegio?
– La educación sexual es una tarea comunitaria. No vamos a pasarnos la patata caliente. Estamos todos implicados en esto, tanto el colegio como las familias y el resto de agentes de la sociedad.
– ¿Si tuviéramos más educación sexual, habría otro tipo de pornografía?
– Quiero pensar que sí. No tenemos que decirle a la gente con qué tiene que fantasear, pero creo que si tuviéramos más educación sexual construiríamos otro tipo de ficciones y fantasearíamos con otras cosas más igualitarias y que abrazasen más la diversidad. Pero tenemos que ponernos las pilas con esto.
- Recientemente se ha sabido que ya son una treintena los implicados en el caso de desnudos creados por la inteligencia artificial en Almendralejo. ¿Le preocupa el impacto que pueda tener la IA en la creación de material pornográfico?
- Este es otro gran melón. La inteligencia artificial podría modificar por completo la industria pornográfica. En vez de actores o actrices reales, podríamos tener avatares donde ya no habría límites en términos de representación. Ya no le están sucediendo esas cosas a ningún cuerpo real, sino que son muñecos. Expandiría los límites hasta el infinito. Se podrían ampliar los límites de lo imaginable. Por otro lado, tenemos el tema de violencias contra personas reales a las que se les desnuda. Tenemos que hacer mucho hincapié en desculpabilizar a las víctimas. En el caso de Almendralejo, se desculpabilizó a las chicas porque se decía que en las fotos en redes estaban vestidas y era la inteligencia artificial la que les desnudó. La responsabilidad la tienen quienes han hecho eso con su imagen, aunque va a haber una nueva forma de violencia sexual que es que te desnuden en una fotografía en la que estás vestida. Esto es así, pero ojalá hubiera este discurso cuando la víctima es una persona que ha mandado una foto suya desnuda en un contexto de intimidad pensando que esa imagen no iba a salir de ahí.
- Se refiere al conocido como 'sexting'.
- Sí. En esos casos no se responde de la misma forma. Se suele juzgar un montón a la víctima de la agresión sexual. Veo cierta falsa moral. Cuando trabajas con gente joven en este tipo de espacios te encuentros con muchos casos en los que se critica a la víctima por haber enviado una foto desnuda. Las consecuencias psicológicas del 'sexting' mal gestionado, de la 'sextorsión', son terribles, como para que además tengas que cargar con que has tenido responsabilidad.
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