La investigación genética nunca defrauda. El biobanco británico almacena el genoma y la resonancia cerebral de medio millón de personas. El análisis masivo de estos datos proporciona información fabulosa para comprender la neurobiología de la conducta y la enfermedad. Uno de ellos correlaciona la actividad ... de algunos genes en las cortezas cerebral y cerebelosa con el bienestar y sugiere que la felicidad no es solo cuestión de serotonina y dopamina. Otro trabajo quiso averiguar la base genética de la monogamia estudiando el genoma de 5 especies animales monógamas y polígamas. Encontraron 24 genes cuya expresión en el cerebro guardaba relación con la monogamia. Unos tienen que ver con el aprendizaje y la memoria (vivir en pareja y cuidar a las crías requiere cambiar procesos cognitivos que sustentan la conducta social) y otros regulan la concentración de vasopresina y oxitocina, moléculas implicadas en el apego conyugal, maternofilial y social. ¿Hay personas dotadas por naturaleza para ser buena pareja? ¿Una pareja feliz lo lleva escrito en los genes? Un grupo de científicos pidió rellenar un formulario sobre sus sentimientos de seguridad y satisfacción a 178 parejas y tomó muestras de su saliva para extraer información genética. Las parejas con al menos uno de los miembros con la variante rs3586 del receptor de la oxitocina, afirmaban tener una vida marital más satisfactoria. Ambos estudios sugieren que existe un sistema biológico genético que sustenta la monogamia. Sin embargo, su influencia no llegaba al 4%. Es decir, lo aprendido en la vida influye mucho más en el devenir conyugal.
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¿Condicionan los genes la fecha de muerte? La esperanza de vida de la mujer supera en varios años a la del hombre. La Human Mortality Database con datos de 38 países desde 1751 lo corrobora. El 90% de las personas centenarias son mujeres. Las diferencias biológicas entre ambos sexos pueden esconder el secreto. Una de ellas es la dotación cromosómica: Dos cromosomas X definen el sexo femenino y un cromosoma X y otro Y, el masculino. El cromosoma Y contiene genes importantes para la función inmunitaria y la salud. Su pérdida, que ocurre en la mitad de los varones a lo largo de la vida, se asocia con una mayor probabilidad de sufrir cáncer, alzheimer (curiosamente afecta más a mujeres, al igual que otras dolencias que condicionan su calidad de vida) y patología cardiovascular. Y quizás con su mayor mortalidad. Así lo sugiere un estudio realizado en ratones a los que se eliminó el cromosoma Y y posteriormente se irradió la médula ósea. Algunos de ellos perdieron la memoria y murieron precozmente por sufrir fibrosis cardiaca, pulmonar y renal. Estos trastornos también suceden en el envejecimiento humano. El biólogo L Montoliu comenta la publicación y concluye que esta es la explicación de que haya más viudas que viudos. Tal vez. No obstante, se aconseja prudencia. De hecho, dos estudios españoles apuntan en otras direcciones. Uno destaca el papel de un tramo de ARN en el origen de la vejez acelerada en un modelo murino de progeria, una enfermedad rara humana caracterizada por senectud y muerte prematuras. El otro describe la marca genética de la inmortalidad en una diminuta medusa transparente. Son genes implicados en la longevidad humana. Lo dicho, cautela: los animales son animales, los modelos de envejecimiento empleados no se asemejan al nuestro y encontrar el elixir de la eterna juventud cotiza al alza (Los trabajos muestran terapias que retrasan y revierten la vejez del ratón).
Es altamente improbable que procesos tan complejos como el comportamiento, el envejecimiento o la muerte dependan de una única alteración genética. Es más probable que estos fenómenos sean multifactoriales y obedezcan a la interacción entre múltiples genes y un puñado de factores ambientales. Hay que eliminar mucho ruido de estos estudios. No obstante, a pesar de que la complejidad es la mayor limitación del reduccionismo, solo el método científico desentrañará la biología de estas realidades que tanto interesan al ser humano.
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