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jon agirre
Jueves, 13 de mayo 2021, 06:47
«Es un referente, aprendo cada día muchas cosas de él. Tengo la suerte de poder colaborar y compartir mi vida con él». Son palabras ... de la cooperante Maider Arostegi, estrecha colaboradora de Ángel Olaran, misionero vasco al que conoció hace seis años en su primera visita a Wukro, ciudad de la región de Tigray, al norte de Etiopía, inmersa hoy en una grave situación de conflicto.
Por eso Abba Melaku -ángel de la guarda de los huérfanos-, como es conocido en Etiopía, planea regresar «cuanto antes» a la región de Tigray ya que lo que está sucediendo «es un genocidio, una limpieza étnica». Tuvo que regresar a Euskadi en noviembre de 2020, pocos días antes de que estallara la guerra, pero «su cabeza y su alma están en Etiopía» como resaltan sus colaboradores más cercanos. «Los primeros ataques empezaron cuatro o cinco días después de que yo volviera aquí, no lo esperábamos, fue sorprendente», declara Olaran. Desde entonces, explica Arostegi, «todo sigue igual. Su futuro es muy incierto. No tienen medios para subsistir, el sistema sanitario está completamente saqueado y continúa la vulneración de derechos humanos».
Los testimonios que reciben vía teléfono les empujan a volver cuanto antes. Su intención era hacerlo a finales de 2020, pero el estallido de la guerra se lo impidió. La cooperante destaca que ninguno de los dos quería salir de Wukro y que desde aquel día están pensando en volver. «Hemos puesto unas fechas aproximadas, pero lo estamos retrasando porque nos queda trabajo por hacer aquí. Cuando acabemos nos vamos».
Allí Ángel Olaran trabaja en la Misión Saint Mary, incidiendo en la educación, la sanidad y la ayuda humanitaria a los más desfavorecidos y Arostegi planea iniciar un programa que impulse «un aula de atención y desarrollo para niños con discapacidad intelectual. Ahora sé que no voy a poder empezar con eso, trabajaré en todo lo demás y cuando se pueda comenzaré con el aula».
Ayer Ángel Olaran ofreció una charla en el Aquarium rodeado de amigos y colaboradores: el ciclista Peio Ruiz Cabestany, el cocinero Pedro Subijana, la ONG Hernani Wukrorekin, el comerciante Eugenio Tamayo, los viajeros Ángel Cuerdo y Fabi Jubin, además de la propia Arostegi. Un acto en el que se homenajeó al hernaniarra por toda una vida como misionero en África, ayudando a los más desfavorecidos, y que también sirvió «como altavoz» para relatar «los graves hechos que están ocurriendo en Wukro».
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