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Cristina Ramos lleva más de 15 años defendiendo a cientos de mujeres como abogada de la Asociación Clara Campoamor en Gipuzkoa. Esta experta en cuestiones de género advierte de que los casos de violencia machista «no han bajado en los últimos años e incluso las ... estadísticas dicen que han aumentado», por lo que pide no bajar la guardia. «Aunque hace años que en Gipuzkoa no se produce un crimen machista como el que le ha costado la vida a María Luisa Larrañaga, ha podido ser pura coincidencia que el asesinato se cometiera en Benidorm», apunta.
–María Luisa Larrañaga se convirtió el domingo en la cuarta víctima guipuzcoana de la violencia machista en la última década. Aunque este tipo de asesinatos se han espaciado bastante en el tiempo, la lista no cesa...
–En los últimos años no se han producido este tipo de asesinatos en territorio guipuzcoano, pero eso no quita para que sigan existiendo en el Estado. Ha coincidido que María Luisa estaba en Benidorm aunque era originaria de aquí, pero su muerte viene a confirmar que los crímenes machistas ni han parado ni se han estancado. Y que, posiblemente, seguirán.
–María Luisa ha sido asesinada por su marido en Benidorm; la anterior víctima guipuzcoana, la arrasatearra Marian Ibarlucea, murió en Gran Canaria en 2020; y tres años antes, en 2017, la eibarresa Raquel López y su hijo Markel fueron asesinados en Madrid. ¿Es casualidad que las últimas muertes de mujeres guipuzcoanas se hayan producido fuera de Gipuzkoa?
–Para mí es pura coincidencia, no creo que sea porque aquí no se pudiera dar un caso de este tipo. Les ha pillado que estaban residiendo en esos lugares en ese momento.
–¿En Euskadi ha mejorado la prevención de los crímenes machistas en los últimos años?
–Se está haciendo mucho para mejorar en la lucha contra la violencia de género, pero prevenir los asesinatos es muy difícil, y más cuando no hay una denuncia previa o una orden de alejamiento. Achaco más a la casualidad que en los últimos años no se hayan dado asesinatos en Gipuzkoa, porque desde el punto de vista jurídico no aprecio un cambio radical que lo explique.Aunque no haya habido asesinatos en Gipuzkoa en los últimos años, todos los días hay un montón de casos de violencia de género en los juzgados. No han bajado y, de hecho, están creciendo, según indican las estadísticas.
–María Luisa Larrañaga era una mujer jubilada de 68 años. A partir de determinada edad, ¿las mujeres son más proclives a sufrir violencia machista?
–Hay de todo, pero en mi experiencia he visto que a partir de los 65 años las mujeres son menos proclives a denunciar. Es mucho más habitual que una mujer de 40 años pegue un plante y denuncie a su pareja a que lo haga una de 70 años. Por eso vemos muchas menos denuncias a esas edades, pero estoy convencida de que se dan más casos de los que llegan al juzgado.
–Familiares de la víctima aseguran que María Luisa y su marido «siempre se habían llevado bien» y no entienden «qué ha podido pasar». ¿Son comentarios habituales cuando se producen este tipo de crímenes?
–En mi trayectoria he visto casos de entornos que no se esperaban un desenlace así en absoluto y otros en los que los allegados intuían que algo malo iba a pasar.
–¿La aparente normalidad de una pareja en ocasiones encierra historias de violencia?
–Es que lo que pasa de puertas para dentro es muy difícil de saber... Hay parejas que están muy mal en casa y que luego llevan una vida normal de puertas hacia fuera. Si hay hijos, estos suelen ser los principales testigos de esa tensión o violencia, pero si la pareja no tiene hijos es más complicado de detectar. Y también de probar en un juicio.
–Este lunes se dieron dos sucesos muy similares, el de Benidorm y otro en Palencia: dos hombres que se suicidaron tras asesinar a sus parejas. ¿Sigue siendo un clásico?
–Pues parece que sí, porque está siendo muy habitual: mato a mi mujer y luego me suicido. No soy psicóloga, pero creo que esos hombres asesinan por un arrebato de rabia y odio y que, poco después, se dan cuenta de lo que han hecho y acaban con todo. Eso sí, no creo que lo hagan por remordimiento, sino que piensan 'antes de matarme yo, me llevo a esta por delante'.
–¿Las concentraciones de repulsa son útiles para concienciar a la sociedad contra la violencia machista?
–Están bien para que se visibilice que una amplísima mayoría de la sociedad está en contra, pero al maltratador o al asesino no le va a hacer cambiar de actitud. Las concentraciones o la publicidad contra la violencia machista no van a acabar con ella por sí solas.
–¿Dónde se debería incidir más?
–La clave está en la educación, en rechazar esa violencia desde pequeños. A la gente mayor es difícil cambiarla, pero a los jóvenes habría que enseñarles. En el tema de la igualdad se ha avanzado bastante en los colegios, pero aún se siguen perpetuando roles de violencia, aunque ahora se haga a través de los móviles. También tendríamos que educarnos más en saber dejar a las parejas que son tóxicas y nos generan un sufrimiento. No aguantar por aguantar.
–¿Aún queda mucho camino por recorrer para erradicar la violencia machista?
–Para mí, sí. Y al que piense que se está erradicando, le diría que se pase por cualquier juzgado y vea cuántos casos se juzgan a diario.
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