Secciones
Servicios
Destacamos
Contrariamente a la creencia popular, los fucsias, naranjas, morados que nos regalan las buganvillas estos días no se deben a sus flores. La flor de la buganvilla es fea, minúscula y de un blanco sucio e irrelevante. En realidad, esos frondosos macizos de colores que ... trepan por las fachadas están formados por las hojas más próximas a las flores. Las brácteas –lo he buscado en el diccionario– tienen la misma forma que las hojas pero cambian su color y al tacto recuerdan la textura de la seda vieja.
Cuatro o cinco de esas hojas, aún unidas, se precipitan al vacío empujadas por un manotazo de brisa que anuncia lluvia. De pronto, el viento se detiene en seco y las hojas quedan flotando, suspendidas, como un borrón fucsia de acuarela pintado sobre el aire. Observo cómo caen suavemente mientras escucho chocar las primeras gotas contra las hojas de un platanero. Llueve lento. Gotas gordas. Tan lento que se pueden contar como si fueran golpes de baqueta en un tambor.
Miro a los lados y caigo en que todos los televisores de la tienda están emitiendo la misma imagen. Es una vieja argucia de los comerciantes para invitar a los clientes a contrastar los matices que distinguen a cada modelo. Vivimos tiempos extraños. En junio las buganvillas de las viejas casonas invaden el Paseo de Francia. En mi caminata diaria nunca he visto a nadie admirar en persona sus colores vibrantes, con la atención con la que yo estoy mirando una fría pantalla de LED en un almacén sin ventanas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.