La Vida de Brian' se estrenó aquí en el otoño de 1980, un año más tarde que en Londres. La Iglesia puso todas tipo de trabas para impedir que se exhibiera, por blasfema y sacrílega, y recuerdo que fuimos a verla en un ambiente hostil, ... esquivando a los fundamentalistas que nos increpaban a las puertas del cine. Poco antes conseguí, a escondidas, un ejemplar de 'El libro rojo del cole', que fue multado, prohibido y secuestrado por cuestionar el modelo educativo y hablar con naturalidad sobre sexualidad o drogas.

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La pasada semana santa emitieron 'La Vida de Brian' en la tele y aquel libro maldito hoy no produciría el más mínimo alboroto. Ganó la libertad de expresión y creación pero estas victorias suelen ser provisionales. Entonces los censores eran el poder político y religioso que, en puertas de la democracia, luchaba por mantener modelo y privilegios. Hoy, son decenas los movimientos sociales, activistas éticos, y otras congregaciones que intentan reprimir todo lo que ofenda a sus respectivos patrones morales.

Mi generación asoció la censura al poder conservador pero hoy sé que la intransigencia no tiene bando. Los conservadores prohibieron a Brian por la misma razón que los nuevos censores intentaron impedir en el Zinemaldia la proyección de 'Tardes de Soledad'. Ambos coinciden en sus fines, protegernos a los ciudadanos indefensos de las malas influencias, pero detrás de toda censura se esconde la intención de atemorizar, que es una forma de control.

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