Una vivienda del municipio de Los Llanos de Aridane es pasto de las llamas provocadas por la erupción del volcán Cumbre Vieja. REUTERS

«Los trabajadores del hotel empezaron a gritar para desalojar y salimos corriendo. Fue un caos»

erupción en la palma ·

La erupción del volcán en La Palma sacude también a vecinos de Gipuzkoa, entre ellos a un matrimonio de Donostia de viaje en la isla que tuvo que ser evacuado

Martes, 21 de septiembre 2021, 02:00

La erupción del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, que ya deja 5.500 personas evacuadas y decenas de casas arrasadas por la lava, también ha sacudido a vecinos de Gipuzkoa. Entre ellos, a Juanma Villena y Esther Iglesias, matrimonio donostiarra de viaje ... en la isla que tuvo que ser evacuado a las pocas horas de llegar al hotel. Por su parte, desde la capital guipuzcoana, sigue casi al minuto el avance de la lava Ana Carrillo, cuyos padres, ya mayores, viven en Tazacorte, uno de los municipios a pie de volcán. De momento, no han sido desalojados pero cunde el nerviosismo.

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Juanma Villena y Esther Iglesias

«Llegamos el domingo y solo estuvimos cinco horas ahí»

Juanma Villena y Esther Iglesias pasaron de la tranquilidad de unas vacaciones al sol al pánico de un desalojo en apenas unas horas. Esta pareja del Antiguo, en Donostia, llevaba tiempo queriendo conocer La Palma, pero fue llegar a la 'isla bonita' el domingo por la mañana y tener que evacuar el hotel, situado en Los Llanos, por la erupción de Cumbre Vieja. Transcurrieron cinco horas desde que pusieron el pie en La Palma y se subieron al coche para abandonarla, «después de notar un terremoto mientras hacíamos el 'check in' en recepción. Mi marido me decía que era una paranoias» porque el día anterior había llamado por teléfono para asegurarse «de que no había riesgo alguno», pero se confirmó que el temblor fue real.

«Nunca olvidaremos las columnas de humo que salían del volcán», relatan Juanma y Esther, todavía con el susto en el cuerpo

Tenían todo lo necesario para recorrer una zona volcánica en la maleta, pero jamás imaginaron que iban a terminar huyendo de la lava, como sucedió finalmente. Ya al mediodía, la camarera del restaurante donde comieron les dijo que estaba «nerviosa», aunque ni Juanma ni Esther entendieron bien el porqué. «Estábamos cansados. Nos habíamos despertado a las 3.30 horas de la mañana para el viaje, por lo que nos fuimos a echar la siesta», explican desde Tenerife, donde se les reubicó. Fue despertar de esa cabezadita y encontrarse con varios agentes de la Policía que, al grito de «¡desalojen!», les mandaban dejar el hotel desde el otro lado de la piscina. El volcán había entrado en erupción y, aunque la lava aún no se dejaba ver, las columnas de humo ya invadían Los Llanos.

Juanma, que es un aficionado de la Real Sociedad, estaba viendo el partido contra el Sevilla en la tablet. «Tiré todo y salí corriendo. Los trabajadores del hotel empezaron a aporrear todas las puertas de las habitaciones. Me las apañé para coger nuestras pertenencias y nos fuimos al coche», cuenta «tranquilo» después de «los primeros momentos de pánico». Las autoridades evacuaron ya el domingo a más de 5.000 vecinos de El Paso, Los Llanos de Aridane y la costa de Tazacorte.

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La odisea no había hecho más que empezar. Primero, diez kilómetros en coche hasta el punto de encuentro, el campo de fútbol de Los Llanos de Aridane. «Nunca vamos a olvidar esas grandes columnas de humo. Estaban a dos kilómetros de nosotros como máximo», dicen. De ahí les mandaron a un cuartel militar en Santa Cruz de La Palma, a más de dos horas, pero ahí les volvieron a redirigir a un polideportivo. «No lo encontrábamos. Las carreteras eran terribles... Fue un caos».

«Nos dieron la opción de reubicarnos o coger un ferry a otra isla la mañana siguiente. No lo dudamos y nos fuimos a Tenerife»

Entre tanta adrenalina cenaron un plato de macarrones, un plátano y agua «sentados en el graderío» del pabellón con otras 600 personas, donde se suponía que también tenían que dormir. Pero no pudieron. «Todos sentados, sin sitio... Era imposible dormirse ahí. Cogimos y nos fuimos al coche, donde pasamos la noche de domingo a lunes (ayer)», reconocen Juanma y Esther, que se han tomado lo sucedido como «una aventura más para contar a los nietos».

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Las autoridades allí presentes les dieron dos alternativas. O reubicarse en un hotel de La Palma, «opción muy complicada porque la lava empezaba a bajar y éramos muchos», o coger un ferry a las seis de la mañana dirección La Graciosa (Tenerife). No lo dudaron. A las cinco dejaron el coche como pudieron en un aparcamiento del muelle y embarcaron para seguir su viaje. Su plan era quedarse hasta el próximo domingo en La Palma, antes de ir a La Gomera. Lo mantienen intacto, a excepción de que ahora se encuentran en Tenerife en vez de en La Palma.

Ana Carrillo

«Mis padres están a salvo, pero estamos agobiados»

Ana Carrillo lleva más de 48 horas pegada al teléfono, al mismo tiempo que sigue la actualidad de La Palma desde su casa en San Sebastián. Conoce a la perfección los alrededores de Cumbre Vieja, donde vivió sus primeros cinco años de vida y donde ahora están sus padres. Ana Andonaegui, donostiarra de 81 años, y José María Carrillo, de 91, residen la mitad del año –desde junio hasta diciembre– en La Palma, lugar de nacimiento de él y donde en estos momentos esperan «angustiados» a que pase la tormenta o, en este caso, la erupción del volcán, a escasos cinco kilómetros de su domicilio en el municipio de Tazacorte, donde los vecinos de la costa fueron desalojados el domingo. Ana y José María se libraron. Siguen resguardados de la lava y de las consecuencias que esta pueda tener en el entorno. «Por ahora mis padres están a salvo», se alegra la donostiarra, que explica que la casa donde se encuentran está en una especie de altillo, en el centro del pueblo, lo que les permite ver toda la isla desde el balcón, el volcán incluido.

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«Con el Teneguía, en 1971, se les llenó la casa de ceniza, pero tuvieron suerte y estaban en Donostia, no como ahora»

Después de que a última hora de la tarde de ayer la lava alcanzara la costa, no se esperan nuevas evacuaciones. Al menos esa es la previsión que manejan las autoridades que gestionan la crisis volcánica y en la que confía Ana. «Si la situación sigue así mis padres no se verán afectados, pero los nervios están ahí», admite esta donostiarra de nacimiento pero también palmera de sentimiento. Además, cuentan con una segunda vivienda en el otro lado de la isla. «Si les evacuaran no tendrían que ir a ningún pabellón». Les bastaría con alojarse por un tiempo en su otro domicilio.

Este tipo de detalles ayudan a Ana a tomarse la situación «de otra manera», pero tener a sus padres rodeados de lava volcánica y a más de 2.500 kilómetros de distancia «es difícil, estamos muy agobiados» incluso sabiendo que «están a salvo».

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En cualquier caso, «en el momento en el que mi madre me diga que tiene miedo, me cojo un avión y me los traigo», reconoce mientras ojea las últimas noticias sobre la erupción, que hablan ya de la reacción química que puede provocar el magma cuando entra en contacto con el agua, creando un gas que irrita los ojos y la piel. Mientras se conoce la evolución real de la erupción, Ana recuerda un fin de semana «intenso donde los haya». Sus padres tuvieron un pequeño susto la noche del domingo, más concretamente su madre, que recibió una foto de su casa con el fuego de fondo en pleno momento de incertidumbre, apenas unas horas después de la explosión. Se la había mandado la mujer que les ayuda con la casa y «parecía que el volcán estaba justo encima, que les iba a alcanzar enseguida». Fue tal el «disgusto» de su madre que «quería coger el coche y largarse de ahí. Eran las once de la noche. ¿Dónde iba a irse? Conseguí calmarle».

En las primera horas de erupción el volcán de Cumbre Vieja expulsó cerca de 22.000 toneladas de dióxido de azufre

El «agobio» en casa de los Carrillo Andonaegui es real, agravado por una semana de continuos terremotos. «Hubo uno que hasta movió la cama de mi padre». Pese a estar acostumbrados a estos pequeños movimientos sísmicos, «nunca son tan constantes ni se notan tanto», matiza Ana, que aunque nació y vive en San Sebastián creció en La Palma, de donde se fueron cuando ella tenía cinco años. «Que naciera en Donostia fue un capricho de mi ama, que prefirió volver a su tierra para dar a luz». Es más, su hermano vive en la actualidad en Las Palmas de Gran Canaria, también en el archipiélago.

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«Pendientes» del desarrollo de las dos fisuras activas y las ocho bocas que emergen lava continuamente, Ana recuerda la última vez que estuvo por esa zona, adonde viaja a menudo –el próximo vuelo lo tiene para el 2 de octubre, y no descarta adelantarlo en caso de que sus padres le necesiten–. «Normalmente vamos a un club que está ahí cerca. Fuimos este verano, cuando estuvimos en la isla. Pero además, mi marido y dos de mis hijos recorrieron el camino de Cumbre Vieja en bici también hace un par de meses», la misma zona que ahora está llenándose de lava. «Qué casualidad. Se perdieron, tardaron horas en aparecer... Es un paisaje muy bonito pero fácil de desubicarse. Muy homogéneo. Es una pena ver cómo todo se convierte en ceniza», como cuando erupcionó hace 60 años.

Llevan toda la vida juntos. 65 años en los que han presenciado todo tipo de circunstancias. Con la erupción del Teneguía (La Palma) en 1971 «se les llenó la casa de ceniza, pero tuvieron suerte. Estaban en Donostia». Esta vez la erupción les ha cogido allí. Pasarán a la historia junto con el resto de palmeros que vieron erupcionar Cumbre Vieja, que acumula en su interior hasta 11 millones de metros cúbicos de magma que intenta salir a la superficie. En las primeras horas ya ha expulsado cerca de 22.000 toneladas de dióxido de azufre, pero los vecinos de La Palma, y en este caso Ana y José María, intentan continuar con su rutina «como pueden», siempre «siguiendo las recomendaciones de las autoridades». Su hija cuenta los días para reunirse con ellos y, de paso, traérselos a casa para fin de año.

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