F. Galton, sobrino de Darwin y padre de la pseudociencia de la discriminación humana, sostuvo que el talento se heredaba «en un grado muy notable». Pensaba que el bienestar de la Inglaterra victoriana dependía de un programa nacional de reproducción para engendrar más personas con ... talento. Mezcló esta idea con el hecho de que el talento predominaba en las élites, cuyos hijos tenían el mismo éxito profesional que sus padres y concluyó que gente de otra raza, clase social o enferma no podía ser inteligente. Fue el punto de partida de su teoría eugenésica que muchos abrazaron y que culminó con el monstruoso horror nazi. Galton obvió la otra cara de la moneda: que las penurias derivadas de la pobreza dificultan el desarrollo del individuo y que la posibilidad de éxito profesional de un rico y un pobre se igualan si se mejora el entorno socioeconómico. Además, lo que se trae escrito en los genes suele pesar menos que lo que se vive (la calidad y calidez del entorno).

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El éxito profesional y social depende de la interacción entre la lotería genética y ambiental que cada persona soporta: los genes que hereda de sus padres y el entorno educativo y socioeconómico en el que crece. Si se hereda una mutación causante de severas limitaciones intelectuales o se tiene la desdicha de vivir una infancia marcada por un elevado índice de experiencias adversas (ACE en inglés), la probabilidad de no alcanzar el éxito se dispara. El índice ACE está compuesto por la existencia de abusos (físicos, psicológicos o sexuales), abandono (físico o emocional) y enfermedad mental, prisión, violencia machista o adicción en la familia directa.

El cerebro de un niño criado en un ambiente así experimenta un menor desarrollo de regiones del lóbulo prefrontal implicadas en el razonamiento, la toma de decisiones y el control de las emociones y muestra una hiperactividad en núcleos involucrados en la agresividad y ansiedad, como la amígdala. También crecen estando menos expuestos al lenguaje (en los primeros años de vida escuchan un millón de palabras menos que niños que viven un ambiente «normal»), lo que restringe su capacidad lectoescritora. Esta dura y triste realidad condiciona una peor salud, mayor probabilidad de delinquir y menor esperanza de vida.

La penuria afecta al desarrollo cerebral del niño y lastra su futuroLa igualdad de oportunidades empieza por evitar la desigualdad extrema

Cargan con una mochila muy pesada que lastra su expectativa de disfrutar de una vida exitosa y feliz. Por desgracia, 2,3 millones de niños españoles se encuentran en situación de pobreza, según el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil.

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Un factor que se aparta de esta reflexión, pero inevitable e influyente en el éxito académico y profesional, es la edad. La fecha de nacimiento del niño dicta su asignación a un curso u otro al inicio del año escolar. En Reino Unido el año lectivo va de septiembre a septiembre. Un estudio con 28.921 niños halló una desviación de un 30% en el rendimiento académico a favor de los nacidos en septiembre respecto a los nacidos en julio. La diferencia en el expediente se mantenía al cabo de 10 años. El mejor desempeño cognitivo en los mayores se atribuyó a que recibían una atención más intensa y directa por parte del profesorado; además, la atención era progresivamente creciente porque estos niños eran los mejores, año tras año.

Esta discriminación afecta a otros ámbitos. I Palacios-Huerta, economista de la London School of Economics y exdirectivo del Athletic, lo investigó en el fútbol. Los nacidos entre septiembre y diciembre son más fuertes y rápidos que el resto por lo que es más probable que sean seleccionados por clubes de élite donde reciben formación específica y otras ventajas que aumentan su autoestima. El sesgo es permanente. El criterio arbitrario de la edad se carga la igualdad.

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En resumen, mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos es la mejor estrategia para lograr una igualdad de oportunidades real y asegurar un futuro mejor para todos. Es una reclamación humanista universal y un principio básico de la democracia liberal inclusiva. El bienestar de la sociedad empieza en el bienestar de cada persona.

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