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El árbol de la ciencia

Pobre acto médico

Se ha convertido en un acto administrativo, y no hay que olvidar que el «diagnóstico artificial» también comete errores

Domingo, 5 de mayo 2024, 06:58

La Inteligencia artificial (IA) revoluciona nuestra vida y sus logros nos asombran sin cesar. No obstante, su implantación ocasiona efectos colaterales, como pérdida de algún empleo, consumo bestial de energía, contaminación y ciberdelincuencia. La Medicina no es una excepción: se beneficia de sus aplicaciones, pero el acto médico sufre. ¿Por qué? Porque un sistema de IA se nutre de datos que son obtenidos por el médico en la consulta y que han de ser de calidad para que el resultado de su procesamiento sea valioso y fiable.

Hay un empeño (y una gigantesca apuesta económica) en digitalizar el acto médico para utilizar los datos clínicos. El médico ya no vive pegado a un fonendo y un martillo de reflejos; ahora, su compañero es un ordenador donde introduce datos que un programa informático le solicita en el tiempo (limitado) de consulta. Estos programas, concebidos para actuar como aliados, se han convertido en enemigos del acto médico, a pesar del sinfín de ventajas que comportan (historial único en un clic, gestión eficiente de consultas y pruebas, aumento de productividad, intercambio de datos para mejorar diagnósticos y tratamientos o usarlos en investigación). Entonces, ¿por qué protesta el médico (de todas las edades, por cierto)? La principal queja es la pérdida de tiempo y de paciencia por el mal funcionamiento de los programas. Se emplea un 10% del tiempo de consulta en atender al paciente (conocimiento y empatía) y un 90% en alimentar el programa (burocracia digital). Además, bajo esa presión, la calidad de los datos, que reside en la información relevante que el médico extrae del conjunto de síntomas que sufre el paciente, es cuestionable. «Si metes porquería, sale porquería» es una máxima de la informática. Si el médico está ocupado en sortear obstáculos informáticos, la entrada de porquería es inevitable. Pero la IA se pirra por la cantidad de datos y no por su calidad. La burocracia es la gran triunfadora. El acto médico se está convirtiendo en un acto administrativo. ¿Sucumbirá el cerebro del médico a la simplonería digital y se transformará en mero «rellenadatos»?

Quizás esto cambie en el futuro próximo y surjan programas más útiles. Entonces el médico podrá sacar el máximo provecho de la IA, que es ya una ayuda en el diagnóstico en especialidades que se apoyan en la imagen (Radiología, Oftalmología, Dermatología), en el triaje de Urgencias o para establecer algún pronóstico. La IA mejora lo que puede ser digitalizado, como imágenes o protocolos de actuación. No obstante, el «diagnóstico artificial» no siempre supera la pericia del médico y también comete errores. Su utilidad en investigación es mayor. Muchos megaproyectos (neurociencias, cáncer, envejecimiento, microbioma) se basan en el análisis de millones de datos que han de ser de altísima calidad: recopilados por humanos con competencia en un contexto cooperativo y, a la vez, incentivador de las ideas individuales porque los huecos de conocimiento no los van a llenar los datos, sino la creatividad humana.

En cualquier caso, la esencia del acto médico no es la fuerza bruta de la digitalización, sino la mezcla de atención, empatía, memoria, olfato clínico, conocimiento y sentido común que ningún programa de IA puede emular. ¿Por qué? Porque la IA, incluso la IA generativa, funciona en un marco predeterminado y restrictivo y no dispone de conocimiento ni de capacidad de comprender el significado del lenguaje. Es la clave de su éxito y, a la vez, su debilidad. La IA extrae información de millones de datos en segundos y recuerda todo, pero no puede acometer tareas que requieran flexibilidad cognitiva. Y es que el cerebro no busca recordar, sino comprender y para ello hay que olvidar lo no esencial, abstraer y pensar. Ningún sistema de aprendizaje profundo que sustenta la IA está concebido para esto, por muchas capas de redes neurales que tenga.Es una inteligencia débil y alejada de la humana. En resumen, los problemas de la Sanidad y la Ciencia no los arreglará la IA, sino las personas y sus ideas. Y ambas escasean

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