
Por qué nos gusta tanto leer los periódicos
Del virus a la guerra ·
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Del virus a la guerra ·
Y por qué genera esa mezcla de alivio y prudencia el anuncio de otra retirada de las mascarillasAhora se 'castiga' a los niños sin móvil si se portan mal. Al exministro José María de Areilza, cuando era pequeño, su padre le 'castigaba' ... sin leer los periódicos. «Devorar la prensa cada mañana era mi pasión desde crío, y privarme de ese placer, lo peor», me contó una vez y he recordado muchas veces. Le entiendo perfectamente. Leer los periódicos es una de mis actividades favoritas, de niño y también hoy. En papel, en la web, en el ipad o donde sea. Y también me gusta hacerlos, claro.
El periódico es uno de los productos más baratos que existe: por apenas dos euros, o por suscripciones módicas en la web, tienes a un montón de gente trabajando para contarte lo que pasa cerca de tu casa y en el mundo, te narra el partido de la Real y te dice las farmacias de guardia, te anticipa el tiempo y las series que llegan a las pantallas.
Qué te voy a contar: si estás leyendo estas líneas es porque compartes el interés por los periódicos. Bueno, igual eres de los que los coge en la barra del bar: para replicar a quienes hablan de «la crisis de la prensa» siempre propongo rodar un spot en el que se vea cómo los parroquianos se siguen peleando en los bares para leer el periódico del día.
Solo hay algo mejor que leer tu periódico: leer más periódicos. Y escuchar más radios que tu emisora habitual, y ver los informativos televisivos de 'los otros', y buscar en las redes sociales a quienes piensan diferente. Disfruto más conociendo opiniones distintas a las mías que encontrando voces que ratifican lo que ya pienso: otros puntos de vista sirven para alumbrar otros territorios o simplemente para confirmar que mi bombilla es la buena, pero son bienvenidos, en cualquier caso.
El periodista Ricardo de Querol ha escrito un libro, 'La gran fragmentación', que dice precisamente eso: vivimos en un mundo en el que nos relacionamos solo con los afines y perdemos cintura para adaptarnos a los distintos. Pero la sociedad real es diversa: tu vecino vota otra cosa, tu compañero de trabajo puede ser seguidor de otro club, el barero de otra opción sexual. El concepto de «tolerencia» se nos gastó de tanto usarlo, pero continúa siendo una herramienta imprescindible para moverse por la vida.
Me voy centrando. Durante la pandemia hubo un 'boom' de los periódicos porque la gente necesitaba un relato ordenado y más o menos fiable de ese terremoto que nos desconcertaba. Los ciudadanos salían a comprar el pan, la leche y los periódicos, que volvían a ser productos de primera necesidad. Kioskos y librerías eran nuevamente pulmones del barrio donde compartir dudas y temores.
En esas fechas nació esta sección del periódico en la que escribimos unos cuantos. La sección ha ido cambiando de nombre según evolucionaban los acontecimientos (segunda y tercera ola del virus, guerra de Ucrania...) y aquí sigue. Estos días vivimos una noticia que hace solo un tiempo hubiese sido motivo de alegría y ahora vemos con esa mezcla de prudencia y alivio que nos ha enseñado el bicho: las mascarillas dejarán de ser obligatorias en el transporte público. De hecho ahí nos habíamos convertido en una isla: si cogías un avión de Bilbao hacia el norte volabas sin mascarilla; si lo hacías hacia el sur, era obligatoria.
Caen las penúltimas mascarillas que quedaban: las de los hospitales seguirán (hay expertos que abogan por que se queden para siempre). El Covid se estabiliza como otra gripe, aunque sabemos que cualquier día llegará otro susto desde China o Australia. Pero lo leeremos en los periódicos: en papel, en el ipad o en la forma que sea.
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