La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido el fracaso de su declaración política para luchar contra las enfermedades no comunicables que son el principal factor de riesgo de patologías como ictus, infartos, diabetes, demencia, cáncer o broncopatías, responsables de millones de muertes cada ... año. El objetivo era reducir esta mortalidad en un 25% para el año 2025, pero solo se ha logrado una disminución del 1,5%.
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Ante este dato tan negativo, la OMS ha decidido redoblar sus esfuerzos para luchar contra las enfermedades no comunicables, entre las que destacan la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto, el sedentarismo, la polución ambiental y el consumo de bebidas azucaradas, tabaco y alcohol. Se proponen una serie de medidas que van desde la educación y la sensibilización social hasta el incremento de impuestos sobre los productos perniciosos.
La retirada de la financiación estadounidense tras la llegada de Trump y su adlátere en Sanidad es un obstáculo para este fin, pero el esfuerzo merece la pena, ya que el 80% de estas muertes, muchas de ellas prematuras, son prevenibles.
La comodidad con la que el cerebro humano convive con la incoherencia puede ser una barrera aún mayor que la postura anticientífica de Trump.
Un ejemplo son los Juegos Olímpicos de París que, además de las críticas sociales, políticas y religiosas a la ceremonia inaugural, se vieron envueltos en una polémica de salud. Un editorial de 'Lancet' reprochó la hipocresía del Comité Olímpico por contar con el patrocinio de Coca Cola, que se interpretó como un atentado contra el objetivo básico del deporte de promocionar hábitos saludables.
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Muchos países gravan las bebidas azucaradas por sus efectos nocivos en la salud, especialmente en la de niños y adolescentes. Si extrapoláramos esta crítica a nuestra realidad cotidiana no se libraría ni el tato: equipos deportivos financiados por casas de apuestas, pruebas deportivas patrocinadas por bebidas alcohólicas, programas de radio emitidos desde bodegas y un largo etcétera de tristes paradojas.
El alcohol está implicado en miles de muertes cada año, es la primera causa de demencia en menores de 55 años, es la gran adicción socialmente aceptada y el principal factor de riesgo ambiental de desarrollar cáncer, tras el tabaco y la obesidad. Pensarán que esto ocurre en grandes bebedores, pero aplica también para cantidades muy bajas.
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El halo de saludable que acompañaba al alcohol se ha esfumado. En Irlanda las bebidas alcohólicas ya llevan una etiqueta que advierte de sus riesgos y otros países valoran adoptar esta medida disuasoria.
Conscientes del riesgo, las compañías inversoras huyen de este mercado, que pierde miles de millones de euros de valor en bolsa. La lucha contra el tabaco y el vapeo es el ejemplo a seguir: Milán prohíbe fumar por la calle si hay una persona a menos de diez metros. El disfraz cultural se deshilacha poco a poco.
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El editorial vertía también una crítica velada contra los Juegos por la sostenibilidad del planeta. Aunque se han emitido a la atmósfera menos toneladas de CO2 que en los de Río o Tokio, hubo muchos visitantes que llegaron en avión, muchos vuelos privados, muchos móviles, mucha inteligencia artificial... Todo ello es altamente contaminante.
Cada día hay más evidencias de que las partículas contenidas en el aire contaminado perjudican la salud. La ciudadanía está cada vez más sensibilizada con la ecología y toma decisiones pensando en contaminar menos (movilidad, reciclaje, tipo de vehículo), pero el criterio cambia cuando toca decidir el destino vacacional: se busca el lugar más recóndito y barato del mundo, aunque para llegar se precisen tres escalas en distintos aviones.
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Otro ejemplo más de incoherencia y disonancia cognitiva que poco importa porque, al fin y al cabo, los Juegos, las reuniones familiares, las fiestas populares y las vacaciones son motivo de alegría y celebración. Es la vida.
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