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Los bandoleros guipuzcoanos que asaltaron al Duque de Borbón
Historias de Gipuzkoa

Los bandoleros guipuzcoanos que asaltaron al Duque de Borbón

Luis Enrique de Borbón-Condé, Príncipe de Sangre Real, se exilió y organizó la resistencia en tierras vascas al comienzo de los Cien Días de Napoleón

Martes, 21 de marzo 2023, 07:35

La fecha en la que comienza el episodio histórico conocido como los 'Cien Días' del imperio napoleónico parece sujeta a uno de esos debates interminables -como el de Sweezy-Dobb sobre el Feudalismo- que los historiadores recordamos, toda nuestra vida, tras el paso por la Facultad.

Para unos esos cien días empiezan el 1 de marzo de 1815 con el desembarco del emperador en tierra francesa. Otros cuentan a partir del día 20 de marzo, cuando Napoleón entra triunfante en unas Tullerías abandonadas por Luis XVIII.

En casos como éste, sin embargo, la práctica y la experiencia aconsejan plantearse preguntas como ésta: ¿qué pensaban realmente al respecto, por ejemplo, quienes veían la frontera guipuzcoana, en 1815, como tabla de salvación ante aquel emperador que los documentos de la época calificaban de 'monstruo'?

La respuesta a esa pregunta es algo que descubrimos rápidamente los historiadores que investigamos -y publicamos- sobre el caso durante el bicentenario de 2015: muchos nobles franceses de rancio abolengo no debatirán nada sobre el 1 o el 20 de marzo. Así, con un gran sentido práctico, no esperarán a que, el que ellos llaman «usurpador», se siente en el trono abandonado de las Tullerías, y huyen por nuestra frontera apenas llegan las primeras noticias de su regreso triunfal. Aunque no sin antes haber intentado unos últimos gestos de resistencia. Será el caso de la duquesa de Angulema, que, viendo la imposibilidad de poner de su lado a la guarnición de Burdeos, huirá hacia la frontera vasca. Otros miembros de la Familia Real francesa también cruzarán -junto a muchos de sus fieles partidarios- esa misma frontera y se internarán en nuestras provincias buscando amparo y refugio.

La duquesa de Angulema visita el Hospital de Tolouse, por Guillaume-Joseph Roques (c.1815)

San Sebastián, aún en gran parte en ruinas a causa de los sucesos de 1813, es, en efecto, desde marzo de 1815, un hervidero de refugiados y defensores de la causa borbónica nuevamente emigrados como en 1793. Muchos bien identificados. Como el comerciante de Burdeos Pedro Lacombe, que quedará retenido en libertad más o menos vigilada porque traía pasaporte expedido por las autoridades bonapartistas de esa ciudad francesa. O bien monsieur Oulekirk, caballero de la Orden de San Luis y jefe de escuadrón de la Gendarmería refugiado en San Sebastián por su lealtad a Luis XVIII. Alguien a quien, dada su condición, se le iba a dar trato de favor por orden directa del Ayuntamiento donostiarra.

Ciertamente las autoridades civiles guipuzcoanas se iban a desvivir por estos refugiados. Durante esos 'Cien Días' y hasta casi un mes después de la derrota de Napoleón en Waterloo, cuando el emperador es finalmente capturado. Unas atenciones redobladas, además, si esos refugiados eran de alta condición social y más aún si pertenecían a la Familia Real francesa y habían sido víctimas de un crimen hoy casi desconocido pero que levantó mucho ruido en 1815…

Napoleón en el campo de batalla de Waterloo. Por Carl Von Steuben (c. 1835).

Un noble refugiado de primera hora

Uno de los primeros refugiados de sangre azul en cruzar los Pirineos huyendo de Bonaparte será uno de los principales miembros de esa Familia Real: el duque de Borbón, que cruza nuestra frontera, como mínimo, para el 18 de abril de 1815.

Al parecer el duque de Borbón no se conformó con huir. Consta así que, ya en tierra vasca, había constituido una especie de gobierno militar provisional en Álava. Contaba, desde luego, con cuantiosos fondos para ello. Así lo indicaba uno de sus ayudantes, que firma en la documentación de esa institución como 'caballero Jacques', y al que la Diputación alavesa puso en contacto con la guipuzcoana.

El duque de Borbón, Luis Enrique de Borbón-Condé, por Pierre-Louis Delaval, hacia 1826.

El motivo para esa transferencia de jurisdicción se explica bien pronto en los documentos de la época: hacia el 18 de abril unos eficaces salteadores de caminos habían robado los equipajes del duque de Borbón en las afueras de Vitoria, llevándose una notable cantidad de dinero y otros valores: de seis a siete mil francos en moneda, una cafetera de plata grabada con el escudo de las armas heráldicas de Francia, una caja llena de objetos preciosos y una considerable suma de oro que el caballero Jacques no puede especificar, varias armas de fuego del duque…

La implicación de las autoridades guipuzcoanas en el caso era de rigor porque, tal y como indicaban las alavesas, los bandidos, perfectamente descritos uno a uno en el expediente, hablaban fluidamente euskera con acento guipuzcoano -de Tolosaldea o de Hernani- y, según todos los indicios, habían emprendido la huida hacia el Norte, hacia poblaciones guipuzcoanas fronterizas con Álava…

Una, finalmente, estéril caza del hombre

La Diputación guipuzcoana mostrará un extraordinario celo en averiguar el paradero de aquellos afortunados salteadores de caminos. Así en 23 de abril ya había interrogado a Ignacio de Leceta, un oñatiarra que podía dar una descripción bastante exacta de los bandoleros, pues se había cruzado con ellos el 18 de ese mes. El aspecto y la actitud de estos bandidos era, según Leceta, de antiguos soldados desmovilizados a partir de 1814. Algunos de ejércitos tal vez lejanos. Ese podría haber sido el caso del que los otros asaltantes llamaban 'Ramón', calzado con abarcas y vestido con una chaqueta azul corta, pantalón negro a rayas y una gorra rematada por una cruz que nos remite a las del Landwehr prusiano de la época. Pese a que su dueño -armado de escopeta y pistola pendiente de una cartuchera- hablaba tanto castellano como un euskera de acento tolosarra.

Reconstrucción de los autores del asalto de acuerdo a fuentes documentales diversas.

La descripción es más o menos la misma para los cinco integrantes del grupo. Salvo para el señalado como 'número 4', que parece ser el cerebro de esa operación perfectamente calculada. Y ejecutada con precisión propia de veteranos de las guerras napoleónicas. Vestía éste capote gris, chaqueta y pantalón azul (habituales en muchos regimientos españoles de 1813), calzaba zapatos y lucía sombrero 'regular', pero no portaba armas.

Con esas y otras informaciones la Diputación guipuzcoana perseguirá a los cinco remitiendo órdenes de busca y captura a los Ayuntamientos de Segura, Tolosa, Hernani…

Todo será inútil. El expediente JD IM 1/6/28 conservado hoy en el Archivo General guipuzcoano, se cerraba en agosto de 1815 sin ningún resultado apetecible para el duque de Borbón.

De ese modo mientras Napoleón avanza hacia su destino fatal, hasta su última ruina, aquellos veteranos maleados por las guerras que reciben el nombre de 'napoleónicas', parece que finalmente habían conseguido huir con un botín fabuloso… ¿Fue justicia poética con el trasfondo de los 'Cien Días'? ¿O sólo otro rastrero episodio producto del método habitual entre bandoleros, «chorizos», salteadores… de robar a ricos y pobres sin distinción alguna y con el siempre cobarde abuso de superioridad numérica y armamentística? Parece que así quedaría aquí servido un nuevo debate histórico …

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