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Benita Asas Manterola (San Sebastián, 1873-Bilbao, 1968)
Benita Asas Manterola y los hombres asustados
Historia de Gipuzkoa

Benita Asas Manterola y los hombres asustados

Domingo, 7 de julio 2024, 06:57

Al tratar sobre mujeres que abrieron brecha en la lucha por los derechos femeninos en España comúnmente se cita a Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Clara Campoamor o María Lejárraga, pero muy raras veces a nuestra paisana Benita Asas Manterola aun tratándose de una figura fundamental para la conformación de la conciencia feminista y pionera del periodismo y del asociacionismo de género a comienzos del siglo XX. Hogaño olvidada y antaño denostada y tratada de 'sufragista' —lo que en su época era tanto como un insulto— por reclamar la plena igualdad de derechos jurídicos y políticos, y ello pese a que siempre se mostró como una mujer moderada y posibilista, nada exaltada.

Benita Casimira nació en la Parte Vieja donostiarra el 4 de marzo de 1873 en el seno de una familia de raigambre tradicionalista. Guipuzcoana por parte de su madre, Plácida Blasa Manterola, y cántabra por su padre, Ruperto Asas, cursó Magisterio en Santander, adonde la familia se mudó por motivos laborales paternos, y en 1897 obtuvo plaza como maestra de párvulos en Bilbao. Allí participa junto a Juana Whitney (madre de los Maeztu) en un movimiento de jóvenes educadoras en favor de una enseñanza de calidad para las niñas que les diera la posibilidad de progresar en los estudios más allá de 'las cuatro letras' y de las tareas 'propias de su sexo' a que comúnmente se las limitaba.

Benita Asas con sus alumnos en Madrid (1929).

Al fallecimiento del padre marcha con su madre a Madrid, ciudad en la que desarrollaría toda su carrera profesional siempre como maestra de párvulos que eran su gran pasión. Conmovida ante el hecho de que muchas de sus pequeñas alumnas llegaban por la mañana a la escuela con hambre, en 1911 pone en marcha una iniciativa innovadora para cubrir las necesidades alimenticias básicas de las escolares: la Institución del Desayuno Escolar. Para ello, organizó un 'bombardeo informativo' a través de la prensa de masas implicando a personas relevantes del mundo cultural, económico y político para que manifestasen públicamente su apoyo. Personajes ilustres del momento como el comediógrafo y futuro Premio Nobel Jacinto Benavente, entre otros, se sumaron a la iniciativa contribuyendo a sufragar los desayunos.

Dos realizaciones de 1913

Entonces su nombre empezó a sonar, y aún sonaría más a partir de 1913, año clave en la historia del feminismo en España por dos realizaciones de Benita Asas Manterola. Una fue la fundación de 'El pensamiento femenino', primera revista orientada a «mejorar la condición social, jurídica y económica de la mujer» a través de un discurso que pudiera ser aceptado por una sociedad tan católica y conservadora como la española. Obsérvese que su título, 'El pensamiento femenino', suponía toda una declaración de principios frente a la tradicional consideración de la mujer como menor de edad intelectual. Inicialmente subtitulado 'Periódico quincenal independiente', posteriormente se amplió a 'Periódico quincenal católico, independiente y defensor de la mujer'. Porque para Benita feminismo y fe católica no estaban reñidos puesto que la igualdad natural de los seres humanos por encima de su sexo está recogida en la propia doctrina evangélica.

Otro título también polémico fue el de un artículo publicado en el diario El Nervión de Bilbao en noviembre de 1908: 'Los hombres se asustan'. En él denunció los ataques que estaba sufriendo el movimiento sufragista internacional por parte de la prensa. Comenzaba así: «Cada vez que en los diarios leo artículos, noticias que se ocupan de las sufragistas, al notar el tono irónico que para ello los periodistas emplean, me río interiormente y digo: —No hay duda, los hombres se asustan al pensar que puede llegar un día en que los detractores de la capacidad intelectual femenina queden vencidos, porque la realidad de los hechos les dé un solemne y rotundo mentís».

El segundo aldabonazo del año 1913 fue la conferencia que la guipuzcoana impartió en el Ateneo de Madrid reivindicando la plena igualdad entre hombres y mujeres tanto en sus derechos jurídicos como también políticos, su derecho al voto. Algo que hasta entonces nadie se había atrevido a defender de manera tan clara y franca, y menos aún ante un público tan selecto como el ateneísta y con toda la prensa capitalina para hacerse eco. Es por esto que esta conferencia ha sido considerada como uno de los acontecimientos germinales del movimiento feminista en España.

Maestra, periodista y propagandista, la donostiarra fue precursora en la defensa de la igualdad de derechos jurídicos y políticos entre mujeres y hombres

Recordaría veinte años después: «Cuando me lancé a pedir el voto político para la mujer, no quiera usted saber la que se armó. Porque en aquel entonces esto era casi un crimen. En fin, obtuve como resultado un ruidoso… fracaso, hasta el punto de que a la salida del acto mis amigas se separaron de mí, dejándome sola ante el temor de que las tomasen por sufragistas».

Olvidada en la República, castigada por el franquismo

En la trayectoria de Benita la labor pedagógica engarza con el asociacionismo en tanto que instrumento para el progreso de la mujer española. En 1908 participó en la constitución y presidió la Asociación Nacional de Maestras de Párvulos. Y en 1919, recogiendo el espíritu de 'El Pensamiento Femenino', nacía la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, primer colectivo feminista autónomo y sin injerencia masculina, aconfesional y apartidista. Polo de unión de todas las corrientes hasta entonces dispersas, bajo la presidencia de Benita la ANME animaría a las mujeres a que luchasen por sus derechos pero sin caer en estridencias, siempre desde posiciones moderadas y pragmáticas.

Este feminismo rotundo pero sosegado aparecería como algo anticuado a ojos de las nuevas generaciones surgidas en los años veinte, década de acelerados y rupturistas cambios sociales. En un ambiente de radicalización, sus escritos contra los feminismos extremistas, de derechas o de izquierdas, le granjearon algunas antipatías. Fue así que cuando llegó la República y al fin se reconoció el derecho al voto de la mujer por el que ella venía luchando desde tres décadas antes, casi nadie se acordó de Benita. Sin embargo, tras la Guerra Civil los franquistas le acusaron de 'izquierdista' y fue condenada a destierro.

Cabecera del número 1 de El pensamiento femenino (1913).

Una vez jubilada vivió en Bilbao, donde fallecería ya nonagenaria en 1968. Pero no se calló, y casi hasta el final de sus días mantuvo redaños para saltar a la prensa frecuentemente para dar réplica a algún 'macho ibérico'. En una de sus últimas intervenciones escribió: «El fulgor del feminismo lo contemplamos hoy en las jóvenes que concurren a las universidades, en las que colaboran en los laboratorios científicos, en las mujeres que dirigen empresas de envergadura, en las que desempeñan cargos políticos de responsabilidad...».

Y con discreto orgullo autobiográfico añadía: «Todas estas jóvenes son usufructuarias de las nunca bastante ponderadas conquistas logradas por las 'feas' feministas y sufragistas, las cuales fueron despiadadamente fustigadas, sufriendo, con heroico valor, calumnias, insultos y desprecios».

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