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Es esta ya la tercera vez que la familia Goicoa hace acto de presencia en esta sección de Historias de Gipuzkoa. No es una presencia, desde luego, forzada, pues los miembros de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX de ese clan de burgueses donostiarras se vieron involucrados en acontecimientos históricos de peso. Alguno de ellos muy famosos hoy día. Como es el caso del hundimiento de la fragata Mercedes en el año 1804, cuando estaba al mando de José Manuel de Goicoa. Hecho que daría lugar a un mediático pleito entre España y una empresa de cazatesoros que quiso apropiarse del botín cargado en ese navío de guerra español. Fabuloso tesoro que el capitán Goicoa arrancó de manos británicas por medio de unos hechos que, al comienzo de las guerras napoleónicas en España, eran considerados como heroicos.
Algo que tuvo consecuencias para el hermano Goicoa superviviente -Joaquín Gregorio- que, fue reclutado, por esa misma razón, para organizar una célula de resistencia antinapoleónica en San Sebastián. Actividad de espionaje y contrainteligencia que le llevó a una carrera -paralela a su oficio de comerciante- prolongada hasta la segunda caída del régimen liberal español en 1823.
Más de una década de acción como agente que, naturalmente, ha dado para llenar muchas páginas de Historia. Menos conocidas que las dedicadas a su hermano José Manuel -aunque ya publicadas en libros como 'El Waterloo de los Pirineos'- pero no por eso menos interesantes para hacer luz sobre pasajes, todavía oscuros, de una Historia en la que se entrecruzan acontecimientos locales con otros como la cuidada reputación histórica de personajes como Lord Wellington…
¿San Sebastián ciudad afrancesada?
El incendio de San Sebastián en 1813 ha dado lugar a numerosas controversias. No es la menor de ellas una especie de complejo de culpa, de vago malestar, entre los británicos por ese hecho que han tratado de explicar exonerando de toda culpa a figuras de su Historia nacional tan encumbradas como Wellington.
Así, por ejemplo, para un público popular de escala mundial, los hechos ocurridos en San Sebastián el 31 de agosto y los primeros días de septiembre de 1813, han quedado, más o menos, fijados según el canon difundido por autores británicos de novela llamada 'histórica' como Bernard Cornwell. Plumas que o pasan de soslayo sobre la brutalidad desatada en algunas ciudades españolas por las tropas británicas o bien incluso insinúan que algunas de ellas (como Badajoz, San Sebastián…) donde se dieron hechos así, los padecieron por el hecho de ser ciudades 'afrancesadas'. Colaboracionistas con el invasor en definitiva.
Una argumentación algo evasiva. Tanto que ni siquiera el propio Bernard Cornwell parece muy convencido de ella, pues en su serie de novelas ambientadas en las guerras napoleónicas en España, aunque no puede evitar la presencia de su héroe -el fusilero Richard Sharpe- en Badajoz, sí procura sacarlo de escena oportunamente antes y durante la toma, saqueo y destrucción sistemática de San Sebastián. Tal y como se ve en el episodio de esa serie de novelas titulado «Sharpe y su regimiento». En él el fusilero Sharpe es, en efecto, oportunamente enviado -tras pasar por el puerto de Pasajes por cierto- a Londres, para encontrar remplazos con los que rehacer su mermada unidad, antes de que tenga lugar la batalla por San Sebastián.
La actitud de Cornwell es verdaderamente prudente. Pues, acaso, algún día las mucho más verídicas aventuras de Joaquín Gregorio de Goicoa obtengan tanta fama (más allá del limitado alcance de ensayos como 'El Waterloo de los Pirineos') como las de su hermano, el capitán Goicoa. Y entonces argumentaciones exculpatorias de los excesos del Ejército británico bajo mando de Wellington -como esas aventadas en la serie del fusilero Sharpe- serían mucho más difíciles de sostener.
Ciertamente la documentación que años después de la quema y destrucción de San Sebastián genera Joaquín Gregorio de Goicoa, demuestra que en esa ciudad, durante la ocupación napoleónica, podía haber afrancesados, sin duda, pero igualmente había importantes ciudadanos (como el mismo Joaquín Gregorio) que estaban arriesgando sus negocios -y su propia vida- burlando al bloqueo continental impuesto por Napoleón.
El mecanismo utilizado era el propio de toda célula de resistencia ante ocupaciones como la napoleónica. Es decir: numerosos comerciantes donostiarras falsificaban la documentación de barcos mercantes como los que poseía la casa de comercio Goicoa y, a través de esos subterfugios, conseguían que cantidades más que notables de contrabando de guerra llegasen a territorio español en manos aliadas. Caso de la ciudad de Cádiz o a Galicia.
Todo ese material (remos, brea para calafatear barcos, machetes, acero, ferretería variada…) era así transportado a esos puertos para abastecer, con la producción de un territorio ocupado, a las fuerzas que luchaban contra esa ocupación.
Algo que, desde luego, no ignoraban los británicos. En modo alguno… Una vez más la copiosa documentación dejada por Joaquín Gregorio de Goicoa (en especial en el archivo general guipuzcoano) indica que mandos navales británicos de la importancia de sir Francis Augustus Collier colaboraban con esa red y estaban así perfectamente al tanto de esas actividades. Unas que, durante años, convirtieron a la ocupada ciudad de San Sebastián en uno de los principales focos proveedores de material de guerra para que la causa británica (y aliada) contra Napoleón llegase a buen fin.
Así pues desde las estanterías de nuestros archivos, y también desde las de las bibliotecas, esas evidencias judiciales -con documentos certificados, testigos jurados…- tirarían por tierra de un modo bastante demoledor toda justificación de la destrucción sistemática -y bárbara- de San Sebastián bajo esa acusación de afrancesamiento insinuada en populares novelas como las de Bernard Cornwell.
Comerciantes donostiarras como Goicoa que tanto habían arriesgado por el triunfo de la causa británica y aliada, quedaron casi arruinados por el incendio y saqueo de la ciudad a manos de unas tropas que, desde luego, hubieran tenido mucho más difícil llegar hasta Salamanca, hasta Vitoria, hasta el Bidasoa…, de no ser por el arriesgado trabajo de esos donostiarras, entre 1808 y 1813, a los que no se les ha reconocido aún ese ímprobo esfuerzo. Lo cual, es necesario decirlo, sería un feo falseamiento no ya de la Historia donostiarra, sino también de la británica. Algo que, a fecha de hoy, 210 años después del 31 de agosto de 1813, un 5 de septiembre de 2023, realmente nada aporta a alguien que quiera saber algo de esos hechos históricos.
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Ángel López | San Sebastián e Izania Ollo | San Sebastián
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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