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Georges-Henri Delfanne, alias 'Masuy', torturador nazi y una imagen de San Sebastián en los años 40.
A la caza del nazi en San Sebastián

Historias de Gipuzkoa

A la caza del nazi en San Sebastián

Considerado el más temible adversario de la Resistencia francesa, 'Masuy' quiso organizar desde la capital guipuzcoana una importante red de contraespionaje militar

Lunes, 17 de marzo 2025, 06:56

A las 8 de la noche del sábado 2 de diciembre de 1944, en el Gran Café del Rhin de la Avenida esquina con la calle Bergara, tres hombres esperaban impacientes la llegada de Georges-Henri Delfanne, alias 'Masuy', torturador nazi y temible enemigo de la Resistencia francesa. Los tres policías tenían orden de secuestrarlo para ponerlo en manos de los servicios de inteligencia galos en Biarritz.

El responsable de la operación era Antonio López, comisario especial de Hendaya de 29 años, hijo de un emigrante oscense. Había tomado contacto con Masuy en un bar de Irun y luego le visitó en su espléndido piso del centro de San Sebastián decorado con obras de arte robadas a los judíos. López se hizo pasar por funcionario desencantado después de años combatiendo con la Resistencia pero sin obtener recompensa. En parte era verdad: durante la ocupación de Francia, López colaboró con diferentes redes resistentes a las que proporcionó más de un centenar de carnés de identidad falsos, tal como recoge el historiador Juan Carlos Jiménez Aberasturi, a quien debemos el conocimiento de este personaje. El nazi belga mordió el anzuelo y prometió al comisario que se haría rico si se asociaba a él. La cita del Café del Rhin serviría para concretar detalles.

Pasaron los minutos y, puesto que no llegaba, los tres policías salieron a su encuentro. Aparcaron el coche a orillas del Urumea. Cuando dieron con Masuy, de un golpe en la cabeza lo dejaron inconsciente e introdujeron su cuerpo en el maletero. El secuestro parecía consumado. Pero algo inesperado iba a suceder.

Georges-Henri Delfanne, alias 'Henri Masuy' o 'Heinrich Bauër' (1913-1947). (Del libro 'Profil d'un espion' de Rémy)

'Psicología' de la bañera

Georges-Henri había nacido en 1913 en Bruselas, hijo de madre soltera luego casada con un ferroviario de apellido Delfanne. Era un hombre no muy alto, nervioso, de mirada penetrante y tez biliosa. Hizo estudios de administración y comercio, tras los cuales se dedicó a la venta de géneros básicos (mantas, café, paraguas, muebles...), aunque con escaso provecho. El día que nació su primera hija, en enero de 1940, justo tenía 20 francos en el bolsillo para pagar el taxi que trasladó a su esposa a la maternidad. Tres años después era inmensamente rico.

Todo apunta a que durante un viaje comercial a Alemania fue captado por la Abwehr, servicio de espionaje y contraespionaje de la Wehrmacht comandado por el almirante Canaris. En homenaje a uno de sus pintores favoritos, su primer capitán le puso como sobrenombre 'Henri Matisse', que luego cambiaría por el de 'Henri Masuy'. Instaló su oficina comercial en el número 101 de la avenida Henri-Martin de París, muy cerca de la plaza de Trocadero. En el lujoso apartamento, presidido por sendos retratos de Hitler y de Göering, el agente belga administraba su ahora próspero negocio beneficiado del expolio y del contrabando. También allí habilitó el centro de detención y de tortura de los resistentes a los que iba 'cazando'. Utilizaba armarios como celdas donde les tenía encerrados, en cuclillas, medio asfixiados y en total oscuridad, hasta que llegaba la hora de meterlos en la bañera.

Delfanne/Masuy no fue inventor de ese método de tortura pero llevó la técnica a su máxima perversión. En una bañera rebosante de agua helada se sumergía a la víctima hasta el límite del ahogamiento tantas veces como tardara en 'cantar' los nombres de sus cómplices, las claves y las redes de comunicaciones. Después de la sesión, les ofrecía un buen vaso de coñac francés como reconstituyente. Durante su procesamiento alegaría que mientras la Gestapo lo utilizaba como tormento, en su caso funcionaba como arma psicológica: «El miedo ejerce una acción paralizante y provoca angustia, momento a partir del cual la voluntad se vuelve impotente. Bajo la acción del miedo surgen las confesiones». También declaró, no sin orgullo, que con el tiempo habría convertido la bañera en un eficaz instrumento para el conocimiento de las personas… ¡incluso de él mismo!

Masuy, el adversario más feroz de la Resistencia y «maestro en materia de contraespionaje», consiguió desarticular importantes redes antinazis. Y si bien no parece que asesinara con sus propias manos, sus detenciones y torturas condujeron a la deportación a campos, a la muerte y al suicidio de decenas, quizá centenares de resistentes de ambos sexos.

Un guardia civil inesperado

En España desde mayo de 1943, ya no se presentaba como Masuy ni como Delfanne sino como 'Henri Bauër', viajante comercial de nacionalidad alemana. Recaló en San Sebastián, en cuyo barrio de Gros residía su compatriota y amigo Adrien Otlet Linden, con quien había creado una organización de contrabando de obras artísticas expoliadas por los nazis. Aquí, 'Henri Bauër' pondría en marcha la red SIVA de contraespionaje militar con agentes, informadores y siete operadores de radio. En la perspectiva de que el III Reich perdiera la guerra, intentó que el Intelligence Service británico, al que admiraba, lo admitiera como agente doble.

El Comité Francés de Liberación Nacional, decidido a acabar con sus manejos y consciente de que las autoridades franquistas no colaborarían en su detención, encargaron su secuestro al comisario Antonio López. La operación del 2 de diciembre de 1944 en el centro de San Sebastián hubiera culminado con éxito de no haberse interpuesto un guardia civil que fue testigo de cómo los tres policías introdujeron al nazi en el maletero del coche. «De pronto me encontré con un fusil en el pecho. Nunca pensamos tener tan mala suerte. Todo estaba preparado para llevarlo a París. Habíamos fracasado», relató López décadas después al periodista José María Irujo, autor de 'La lista negra'.

Antonio López en la época de los hechos relatados. (Fotografía cortesía del historiador Juan Carlos Jiménez Aberasturi).

El comisario de Hendaya pasó dos meses y medio encerrado en la cárcel de Ondarreta («Tumbado en la cama veía el monte Igueldo»), mal alimentado y en total aislamiento. En cambio, Delfanne, con excelentes contactos en España, fue puesto en libertad y siguió preparándose para sobrevivir al final de la guerra. Apasionado de los juguetes, soñaba con montar una fábrica de muñecas mecánicas.

Fusilado, pero no despreciado

Tras la rendición de Alemania en mayo de 1945, los españoles lo entregaron a los norteamericanos, y más tarde estos a los franceses. Su proceso tuvo lugar en París en julio de 1947. Basó su estrategia de defensa en que solo había trabajado para la Abwehr, único organismo del espionaje alemán no considerado por los Aliados como «organización criminal», y además enfrentado a la Gestapo a la que calificó de «organismo bárbaro y cruel». En cuanto a sus métodos, eran iguales a los empleados por los servicios de contraespionaje de todas las potencias para obtener confesiones; él mismo había sufrido tortura tras su detención.

Sala de audiencias del Palacio de Justicia de París durante el juicio a Georges-Henri Delfanne. (Del libro 'Profil d'un espion' de Rémy)

El coronel Rémy, cabeza de una importante red de resistentes desmantelada por Masuy, declaró en el juicio: «Si hubiera sido alemán, hubiéramos considerado que servía a su patria observando las reglas que son propias del contraespionaje. Pero es belga y, por tanto, un traidor a su país». Fue condenado a muerte.

Hasta el último momento confió en que el contraespionaje francés evitaría que sus grandes talentos se desaprovechasen. Y, ciertamente, desde la inteligencia gala se planeó su evasión del penal de Fresnes, sin que llegara a consumarse.

Antonio López mostrando un periódico francés de 1944 con la noticia del intento de secuestro. (El País, 20 de agosto de 2000. Foto Jesús Uriarte).

El 1 de octubre de 1947 rindió cuentas ante el paredón de fusilamiento. Poco antes, su gran enemigo el coronel Rémy le envió una carta instándole a prepararse para morir por todos los resistentes que por su culpa perdieron la vida luchando contra el invasor nazi. Pero en la que también le reconocía genio profesional y cierta humanidad: «Si esto puede servirle de supremo consuelo, sepa que ninguno de los camaradas que usted capturó, aunque tendrían muchos motivos para odiarle, manifiesta hacia usted el sentimiento de desprecio que sí albergamos hacia quienes le rodeaban».

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