![El cura al que debían levantar](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2025/02/11/Historia-new%20(14).jpg)
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Parece una necrológica pero en realidad se escribió semanas antes del fallecimiento, cuando la persona tuvo que cesar «en sus funciones activas, por imposibilidad física».
Nos referimos al artículo, muy cariñoso, muy enfático y muy en el viejo estilo, que el 11 de febrero de ... 1945 publicó EL DIARIO VASCO en su crónica irunesa, sobre un cura de pueblo, el sacerdote Francisco Aguirre y Aguirre, natural de Zegama, que durante décadas desarrolló su vida pastoral en Irun.
«Hace tiempo –escribían entonces– que le veíamos caminar trabajosamente; con honda pena le contemplábamos en el templo cuando, arrodillado, necesitaba ayuda para levantarse; ¡pobre don Francisco!, pensábamos todos y no se podía prescindir de él porque su celo jamás amortiguado le mantenía en su puesto y había que transigir con su voluntad en homenaje a su santidad y afán de servir a Dios y a su parroquia».
El hombre de Zegama había llegado a Irun con 23 años y en 1945 ya llevaba 48 años como coadjutor de la iglesia de Nuestra señora del Juncal.
Como escribían entonces, «cerca de medio siglo consagrado por entero a la salvación de iruneses de toda condición. ¡Cuántos bautizados, confesados y casados habrán pasado por sus manos! ¡Cuántos habrán cerrado los ojos para siempre con el consuelo de recibir los Santos Sacramentos que le fueron administrados por este sacerdote y cuántos escucharon de él en la hora postrera las exhortaciones salvadoras!».
Destacaban de Francisco Aguirre su afición por la montaña…
«De día y de noche, con sol y con agua, granizando y nevando… don Francisco caminó, muchísimas veces calado hasta los huesos, con el corazón puesto en Dios y en sus enfermos».
Continuaban hace ochenta años en DV: «Recordaremos siempre sus pláticas, dichas con encantadora sencillez. ¡El candor de sus palabras cuando nos refería los milagros y la vida de los Santos! Y la enjundia de muchas de sus frases, aun de aquellas que a algunos de los oyentes parecían de suma simplicidad. 'Dios no es tan tonto como parece', nos dijo un día, y sabía muy bien por qué lo decía y se lo entendimos, claro está, y es que ninguna de nuestras caídas, deslealtades ni travesuras pasan desapercibidas a la Divina Presencia, aunque en su infinita misericordia quiera concedernos plazos y más plazos para nuestro arrepentimiento y enmienda».
«Don Francisco Aguirre, el santo varón que consagró su vida a Dios y a la salvación de los iruneses, se halla recluído en su casa, después de batallar durante medio siglo en la conquista de almas para el cielo», concluían. En abril de aquel mismo 1945 fallecería aquel sencillo sacerdote con el estilo de los viejos tiempos.
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