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Gabriel de Mendizabal e Iraeta. Laboratorium de Bergara
El general Mendizabal y la caída de los dioses napoleónicos
Historias de Gipuzkoa

El general Mendizabal y la caída de los dioses napoleónicos

El militar bergararra vio hoy hace 210 años la rendición a discreción de una Toulouse que recibe a sus tropas como libertadoras

Martes, 16 de abril 2024

A finales del año 2023 hablaban estas 'Historias de Gipuzkoa' del general bergarrara Gabriel de Mendizabal e Iraeta. Lo hacían a tenor de su papel fundamental en evitar, en suelo peninsular, un desastre para el ejército aliado que mandaba Wellington en octubre de 1812.

Una tarea complicada que Mendizabal desempeñó con excelentes resultados, pero que no acababa ahí. El objetivo de Wellington entonces no era terminar con la invasión francesa de Portugal y España, sino destruir al imperio napoleónico en su propio territorio de origen. Es decir: el hexágono francés. Razón por la cual el Séptimo Ejército español de Mendizabal que lo había salvado de esa debacle en otoño de 1812, debía agregarse a sus tropas en la primavera y verano de 1813 para avanzar al Norte del Bidasoa convirtiéndose entonces en el Cuarto Ejército español.

Con él estará Mendizabal en la segunda batalla de San Marcial el 31 de agosto de 1813 y con él cruzará el Bidasoa un fosco día de octubre de ese mismo año para ir repeliendo a lo que queda de los ejércitos imperiales en el Sudoeste de Francia.

Será un viaje arduo, aunque poco conocido, salvo para unos pocos especialistas hoy día o para los panegiristas que, pronto, empiezan a cantar las alabanzas de Lord Wellington. Como ocurre con el editor londinense James Jenkins, que en 1815, con los cadáveres aún calientes en los campos de Waterloo, elaborará un apabullante volumen dedicado, en su mayor parte, a batallas en las que Arthur Wellesley ha estado involucrado. Desde sus comienzos como general destinado a las dudosas campañas coloniales en la India, hasta la misma batalla de Mont Saint-Jean, más conocida, simplemente, como Waterloo.

Cuadro del retrato de Gabriel Mendizabal. Laboratorium de Bergara

En ese viaje, jalonado por numerosas batallas (Hendaya, San Juan de Luz, Orthez…) y asedios como el de Bayona, estarán generales no siempre bien avenidos con Arthur Wellesley. Es el caso de Gabriel de Mendizabal e Iraeta.

El guipuzcoano que ha salvado de una verdadera carnicería al Ejército de Wellington en octubre de 1812, había tenido -antes de ese año de 1814- una relación bastante áspera con el lord. En la Batalla de Gévora, en Badajoz, en febrero de 1811, todo apunta (o eso se dice) a que Arthur Wellesley acusó a Gabriel de Mendizabal de haber llevado a las tropas aliadas (y en especial a las españolas) al desastre por haber desobedecido las órdenes que él había dado para ese enfrentamiento con las fuerzas napoleónicas.

Según parece el más bien gélido carácter de Wellington no guardó demasiada inquina al general guipuzcoano, ya que en su despacho de 8 de junio de 1811 (apenas cuatro meses después del supuesto desastre de Gévora), cuando lo menciona, lo hace en términos elogiosos y contento de que se le haya dado el mando del Séptimo Ejército desplegado en el Norte de la Península, entre Potes y la frontera de Navarra con Aragón.

El duque de Wellington a caballo. Por Goya. Hacia 1812. Apsley House

Algo que fue muy de agradecer para Wellington poco más de un año después, en octubre de 1812, cuando necesitó que Mendizabal y esas tropas cubrieran su retirada hacia Portugal tras el fiasco ante las formidables defensas de Burgos.

Circunstancia que, sin embargo, no parece que acallase a lenguas maledicentes contra Gabriel de Mendizabal incluso cuando ya se encontraba al mando de ese Séptimo Ejército, en 1812, pocos meses antes de tener que intervenir en la retirada de Wellington desde esa ciudad cabeza de Castilla.

A ese respecto gracias a la amabilidad y los esfuerzos de investigación del actual conde de Cuadro de Alba de Tormes, es posible saber hoy de cierto escrito vindicativo de la persona de Gabriel de Mendizabal e Iraeta, conservado en la biblioteca del Centro Cultural de los Ejércitos y de largo -pero revelador- título: «EL GOBIERNO INJURIADO E INDICADA DEFENSA A LA PERFIDIA DECLARADA CONTRA EL EXCELENTISIMO SEÑOR DON GABRIEL DE MENDIZABAL Y OTROS DIGNOS GENERALES ESPAÑOLES»...

En ese escrito, publicado en la Imprenta Real en la sitiada Cádiz de 1812, se relata que no faltan subalternos en el Ejército de Mendizabal dispuestos, todavía, a denigrarle como inepto más de un año después de los sucesos de Gévora y para cuando, como señala el redactor de este anónimo folleto (soldado de esas tropas según él mismo dice), las acciones en ese teatro de operaciones de Gabriel de Mendizabal (junto con las de Juan Díaz Porlier) hablan por sí solas en su favor.

El general Mendizabal y los restos del naufragio napoleónico

Lo cierto es que, a fecha de mediados de abril de hace 210 años, los hechos contrastados y documentados hablaban, desde luego, en favor del general Mendizabal. Diversas fuentes, y no sólo ese escrito vindicativo de 1812, cuentan que, en efecto, el general bergarrara había conseguido disciplinar y hacer altamente eficaces partidas de guerrilla que es lo que fundamentalmente se había entregado a su mando en 1811. En los años sucesivos a ese vemos aparecer bajo las banderas del Séptimo Ejército una organización digna de ese nombre, que cuenta con un hospital militar, que respeta las convenciones de guerra tomando prisioneros de un modo que las tropas napoleónicas no observan con las unidades leales al gobierno provisional de la Regencia de Cádiz y, por supuesto, dotado de regimientos bien encuadrados y entrenados en academias como la oñatiarra que disponen incluso de estandartes, uniformes y hasta banda de Música. Como ocurre con los voluntarios bajo mando de Gaspar de Jauregui.

Retrato del mariscal Nicolas Jean-de-Dieu Soult. Por Jean Broc. Palacio de Versalles

Todas ellas buenas razones para que Wellington no sólo no deje atrás esas tropas en 1813, sino que lleve parte de sus regimientos al otro lado de la frontera para que le ayuden en sus últimos esfuerzos contra el declinante Primer Imperio napoleónico.

Los guipuzcoanos de Jauregui, por cuestiones relativas al Fuero, se quedarán atrás, como retenes de guardia en una incendiada San Sebastián, pero otros regimientos consolidados bajo el mando de Gabriel de Mendizabal estarán presentes en esas batallas.

Es el caso de los Húsares de Cantabria, que realizan una meritoria labor en el ataque contra Toulouse. Ese último bastión napoleónico defendido por Soult incluso cuando Napoleón ha abdicado en París pocos días antes. Wellington, en sus despachos posteriores a ese 10 de abril de 1814, reconocería esa fina labor militar informando a Lord Bathurst. En el de 12 de abril resaltaría también el papel de Gabriel de Mendizabal que se presenta voluntario para ese asalto frontal y, aun herido por el fuego francés, se mantendrá en la línea de combate…

La Batalla de Toulouse. Aguatinta para la obra que el editor James Jenkins dedica en 1815 a las victorias británicas y aliadas.

Recuperándose de esas heridas en los días sucesivos, Gabriel de Mendizabal e Iraeta -ese ya veterano general de las guerras napoleónicas- verá la rendición a discreción de una Toulouse que recibe a sus tropas como libertadoras y la retirada del mariscal Soult que, finalmente, reconoce la abdicación imperial y da por zanjada la guerra. Al menos hasta que Napoleón vuelve de su primer exilio, en Elba.

Una ocasión en la que el general Mendizabal tendrá que volver a tomar su puesto en la línea. Si bien sólo para ver un desmoronamiento aún mayor y más rápido de lo poco que quedaba ya de un imperio revivido tan sólo para cien días.

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