Historias de Gipuzkoa
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El hermano de un héroe: Joaquín Gregorio de GoicoaEn otro reportaje de este mismo canal hablaba, hace unas semanas, sobre José Manuel de Goicoa, el capitán de la hoy famosa fragata Mercedes que dio lugar a un largo pleito entre el gobierno español y una empresa cazatesoros, Odyssey, que quería apoderarse del fabuloso botín que ese barco de guerra transportaba, en 1804, bajo sus cubiertas.
En ese artículo se aludía a la conveniencia de hablar, a futuro, de otros miembros de la familia del capitán Goicoa. Más concretamente de su hermano superviviente, Joaquín Gregorio de Goicoa.
La posteridad de éste, al igual que el retrato del capitán Goicoa, también acabó siendo librada a la custodia del Museo San Telmo de San Sebastián, cuando sus descendientes deciden donar fondos para constituir esa institución cultural donostiarra.
Una afortunada circunstancia que hoy, en abril de 1823, permite reconstruir, a través de la esclarecedora biografía de Joaquín Gregorio de Goicoa, cómo se vivió realmente en el País Vasco una época de acelerados cambios políticos. Esa que coincide con el estallido de las guerras revolucionarias y napoleónicas y sus consecuencias derivadas. Como, por ejemplo, la que se ha calificado de primera guerra civil española de la Edad Contemporánea. Es decir: la que se inicia justo en la primera semana de abril de 1823 cuando el Ejército llamado de los Cien Mil Hijos de San Luis cruza la frontera y comienza a aplicar la resolución adoptada por el Congreso de Verona que exigía la destrucción del régimen liberal español, para evitar el mal ejemplo revolucionario que éste daba al resto de Europa. Más o menos como Francia lo había dado desde 1792 y -en opinión de muchos integrantes de ese congreso- hasta 1815, pues sólo veían en Napoleón a un hijo -aunque fuera espurio- de la revolución de 1789.
La documentación de que disponemos para reconstruir la vida de Joaquín Gregorio de Goicoa es relativamente conocida ya. Al menos hay dos publicaciones del año 2015 -«El precio de la Libertad. Apuntes para una descripción de la primera guerra civil española» y «El Waterloo de los Pirineos»- en las que se plasmaba esa biografía muy agitada por los acelerados acontecimientos que se precipitaron a partir de 1793.
Intentaré hoy resumir aquí esas dos publicaciones para recuperar la vida de un hombre, Joaquín Gregorio de Goicoa, que hace dos siglos, en abril de 1823, deberá enfrentarse al Ejército de Angulema que viene a destruir el régimen liberal por el que él ha luchado desde, como mínimo, el año 1812.
Las cartas y otros documentos de Joaquín Gregorio de Goicoa hoy en el archivo del Museo San Telmo, reflejan a un comerciante donostiarra bastante próspero -dueño incluso de barcos para transporte de mercancías- que, a causa de la invasión napoleónica de 1808, se verá, sin embargo, removido de su apacible vida burguesa. Así él mismo recordaba a ese gobierno constitucional -que Angulema iba a derrocar en 1823- sus méritos adquiridos desde ese año 1808. Unos que pasaban por haberse jugado la vida constituyendo una red de Información -o espionaje desde el punto de vista napoleónico- a instancias del marqués de la Romana. Éste, tras su huida de la alianza francesa en Dinamarca, le había rogado, por la memoria del capitán Goicoa (muerto como un héroe en 1804, en palabras de De la Romana), que permaneciese en San Sebastián y organizase ese servicio de Información para que las tropas españolas que resistían la invasión napoleónica supieran qué cantidad y calidad de refuerzos recibía el Ejército francés en España y otras informaciones siempre esenciales para la derrota de un enemigo en toda guerra…
Los documentos disponibles también indican que Joaquín Gregorio de Goicoa supo cumplir con esa misión tan arriesgada que, en principio, no solemos identificar con burgueses apacibles y comerciantes con sentido más práctico que aventurero… según las imágenes tópicas que manejamos en la actualidad.
Ciertamente la nueva invasión francesa de 1823, para restaurar en el trono como rey absoluto a Fernando VII, ofrece una imagen de Joaquín Gregorio de Goicoa en la que, diez años después de la derrota napoleónica de 1813, se muestra como un consumado espía. En este caso a favor de la causa liberal que defenderá a ultranza, hasta el último momento.
Así aparece recogido en un documento además redactado no por él, sino por quienes, una vez derrotada la causa liberal, lo juzgarán como partidario de la misma. Esa sustanciosa información es hoy parte de los fondos del Archivo General guipuzcoano y nos dice que el hermano del capitán Goicoa actuará en 1823 como un eficaz espía de nuevo. Esta vez con el fin de que las tropas liberales que van a plantar cara al Ejército de Angulema cuenten con información que les permita, al menos, alguna esperanza de resistir. Algo que en el caso de San Sebastián se traduce de manera bastante contundente, pues la plaza hace frente a un asedio de casi seis meses, entre abril y septiembre de 1823…
Ese documento del Archivo General guipuzcoano revela que Joaquín Gregorio de Goicoa está involucrado en operaciones en las que hombres armados salen desde la plaza de San Sebastián -ya cercada- para llevar de vuelta a la ciudad sitiada a vecinos de extramuros que puedan informar de la situación de las tropas de Angulema y con los que Goicoa intercambia un curioso código de señales que debían llevar de vuelta hasta uno de sus colonos, administrador de un caserío suyo en ese extrarradio.
El objetivo de dichas señales era informar a la ciudad asediada de si el Ejército de Angulema seguiría en condiciones de mantener el sitio o, por el contrario, se vería obligado a replegarse frente a una contraofensiva liberal…
La implicación del hermano del capitán Goicoa en aquellos hechos bien podría haberle salido cara. Sin embargo nos consta que, como muchos otros liberales, logró evadir las represalias fernandinas, poniéndose al amparo precisamente de la misma Francia de Luis XVIII. Poco amiga de veleidades revolucionarias pero también muy prevenida contra una excesiva dureza a aplicar a quienes -como Joaquín Gregorio de Goicoa- ya eran irreductibles partidarios de la revolución y sus ideas.
Así consta en el Diccionario Biográfico del Trienio Liberal que el hermano del capitán Goicoa se exiliará, tras la capitulación donostiarra, en Francia, en la localidad de Cahors, a la espera de mejores tiempos para su causa. Unos que tardarían bastante en llegar. Nada menos que diez años, con la muerte de un Fernando VII que, también víctima de las imparables circunstancias históricas, legará al país una voladura controlada del régimen absolutista tras su muerte, dejándolo todo en manos de su mujer y de su hija. La futura Isabel II que -no por casualidad- encontrará uno de sus principales bastiones en aquella San Sebastián liberal. Defendida en 1823 con tanto ahínco por espías, comerciantes, caballeros… como el hermano del capitán Goicoa.
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Ángel López | San Sebastián e Izania Ollo | San Sebastián
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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