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Los Reyes Católicos en el acto de administrar justicia. Víctor Manzano y Mejorada, 1860. Palacio Real de Madrid.
Tiempos de perdón y reconciliación: los indultos a finales de la Edad Media
Historias de Gipuzkoa

Tiempos de perdón y reconciliación: los indultos a finales de la Edad Media

Desde la Edad Media, las autoridades otorgaron perdones a las personas que habían cometido algún delito político o criminal

Ana Galdós Monfort

San Sebastián

Martes, 26 de septiembre 2023, 07:01

Si hacemos un repaso por la historia, veremos que los indultos no son ninguna novedad contemporánea. De hecho, desde la Edad Media, las autoridades otorgaron perdones a las personas que habían cometido algún delito político o criminal.

En el Archivo General de Simancas y en el Archivo General de Gipuzkoa se conservan algunos de los indultos concedidos a guipuzcoanos por las autoridades a finales de la Edad Media. En esos archivos, se custodian las conocidas «cartas de perdón», los documentos oficiales que las autoridades expidieron cuando otorgaron dichos indultos.

Mientras en la actualidad los indultos son concedidos por los Gobiernos, en la Edad Media esta responsabilidad recaía en los reyes o en individuos particulares que tenían el poder de perdonar.

Los perdones de Viernes Santos

Cuando Juan de Azpeitia llegó a Segovia, nunca pensó que su decisión de dormir una noche en casa de Juan de Jerez le llevaría a cometer un crimen. Con toda probabilidad, si se hubiera alojado en una posada, como lo hacían muchos de los viajeros, los acontecimientos se habrían desarrollado de una forma muy diferente. Sin embargo, prefirió pasar la noche en casa de Juan de Jerez.

Aquel día, el anfitrión y su esposa dieron las buenas noches, salieron de la sala donde Juan de Azpeitia y otro amigo conversaban, y se marcharon a dormir a sus aposentos. A pesar del cansancio, Juan de Jerez no lograba dormir, pues desde su cama oía todo lo que decían sus huéspedes. En cierto momento, le pareció que Azpeitia hablaba mal de su mujer. Entonces, se levantó, se presentó en la sala y comenzó a golpear al azpeitiarra. Este que no comprendía nada, le pidió que parara, pero Juan de Jerez continuó pegándole, mientras le decía que no toleraría que deshonrara a su mujer.

Retrato de los Reyes católicos

Cuando Juan de Azpeitia comprobó que las palabras no bastarían para desembarazarse de él, comenzó a pegarle, pero tampoco logró frenar su ira. En un instante, desenvainó un puñal que tenía en el cinturón y se lo clavó en varias ocasiones hasta que su adversario cayó al suelo. Todo sucedió tan rápido, que ni el amigo ni la esposa tuvieron tiempo de reaccionar.

Aquella noche Juan de Jerez murió a causa de las heridas. Su esposa no dudó en denunciar el crimen ante las autoridades. Poco después, Juan de Azpeitia fue juzgado y condenado a muerte. Con todo, varios meses más tarde, Azpeitia consiguió que la esposa de Juan de Jerez le perdonara, pues había admitido que Azpeitia no solo se había defendido en legítima defensa, sino que nunca había hablado mal de ella.

No obstante, aquel perdón no le bastaba para salvarse de la pena de muerte, pues la condena ya había sido promulgada. Necesitaba un perdón adicional: el del rey. De manera que contrató a un procurador para que en su nombre comenzara a solicitar una carta de perdón. Azpeitia jugaba con dos bazas positivas: la primera, su padre era un hombre conocido en la Corte, pues era el carnicero de la reina; la segunda, en breve sería Viernes Santo y ese era el día en el que rey concedía indultos.

En efecto, el azpeitiarra tenía buenas cartas. El 5 de mayo de 1496, en Viernes Santo, tras haber comprobado que la esposa de la víctima lo había perdonado también, el rey Fernando El Católico le concedió una carta de perdón. Así fue como Juan de Azpeitia se libró de la pena de muerte y fue exonerado de toda culpa.

Sello de plomo con el que los Reyes solían autentificar la carta.

Juan de Azpeitia no fue el único guipuzcoano que se benefició de los perdones concedidos en Viernes Santo. Unos años antes, en 1455, fueron varios los que, tras haber participado en la lucha de bandos, provocando la quema de casas fuertes y matando a personas, se libraron de la Justicia gracias al perdón que les otorgó Enrique IV de Castilla.

Más tarde, el Viernes Santo de 1489, el rey Fernando II de Aragón perdonó los delitos cometidos por Juan Pérez de Oteindun. Sin duda, el hecho de que este guipuzcoano hubiera participado en las batallas contra el reino Nazarí, favoreció que el rey le concediera el indulto.

Después de una victoria, había una carta de perdón

Además de los Viernes Santos, los reyes concedían cartas de perdón tras haber vencido en una guerra. Tres guipuzcoanos que se beneficiaron de estas concesiones fueron Martín Sánchez de Arriaga, Juan de Urquía y Martín de Ibaizabal. El primero luchó a favor de la reina Isabel durante la guerra de sucesión, los dos siguientes participaron en la toma de Granada.

En 1476, en plena guerra de sucesión por el reino de Castilla, Hondarribia se había convertido en campo de batalla. Mientras la villa estaba asediada por las tropas francesas que apoyaban a Juana la Beltraneja, Martín Sánchez de Arriaga planificaba las operaciones destinadas a liberarla del asedio. Una de esas operaciones fue la de encomendar a Juan de Gamboa que liderara las operaciones militares para la toma de Hondarribia. Gracias a esa planificación en marzo de 1477, lograron expulsar a los franceses y declarar a Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón vencedores de esa batalla.

Unos meses después, en diciembre de 1478, los reyes recompensaron a Martín Sánchez de Arriaga, otorgándole una carta de perdón. Aunque en la carta no se menciona el crimen por el que pide perdón, los reyes dejaron constancia de que a partir de esa fecha, nadie podría detenerlo, herirlo, matarlo, desterrarlo o embargarle los bienes por haber cometido un delito con anterioridad a 1476.

Por su parte, Juan de Urquía no desaprovechó su participación en una de las batallas más significativas de aquellos tiempos: la toma de Granada. En mayo de 1492, este vecino de Bergara se presentó ante los Reyes Católicos para solicitarles una carta de perdón. Les contó que hacía seis años, Domingo de Villarreal, acompañado de otra gente, le asaltó en un camino. En la trifulca, Urquía lanzó una puñal a la cabeza de su adversario, causándole una herida mortal. Después se fue de Bergara y se alistó en las tropas que lucharon contra el reino Nazarí en servicio de los Reyes Católicos. Urquía continuó explicando que formaba parte de las tropas que se asentaron en el campamento militar de Santa Fe, donde se había firmado la rendición de Granada.

Aquella participación fue suficiente para que los Reyes Católicos le concedieran la carta pocos meses después de la toma de Granada, en la localidad de Santa Fe. De esa forma, con la carta en la mano, Urquía pudo volver a Bergara restituir su buena fama, recuperar los bienes que le habían embargado y asegurarse de que nadie le condenaría por aquel delito. El sello y la firma de los Reyes Católicos lo protegían.

Otro caso fue el de Martín de Ibaizabal, un sastre vecino de Donostia. Según relató ante los Reyes Católicos, en cierta ocasión, tuvo una fuerte discusión con una mujer llamada Catalina de Dobarán. Durante la disputa, uno de sus criados salió en su defensa y le clavó a Catalina un cuchillo en un ojo. A consecuencia de la herida, Catalina quedó tuerta.

Martín explicó que, como responsable de su criado, las autoridades lo apresaron, juzgaron y condenaron a diez años de destierro. Durante ese periodo de destierro, se unió a las tropas que combatieron contra el reino Nazarí y participó en la toma de Granada. Para los Reyes Católicos, su contribución en ese conflicto justificaba su perdón, y le otorgaron la carta que había solicitado.

Fragmento de la carta de perdón entre particulares. Año 1544.

Mediación y reconciliación entre particulares

No solo los reyes firmaban cartas de perdón, las personas particulares también podían otorgar indultos privados, lo que les permitía resolver las disputas sin pasar por los tribunales.

En estos casos, las partes implicadas en el delito redactaban el documento de perdón ante un escribano. De esta forma, la persona agresora evitaba ser denunciada y la víctima solía recibir una indemnización a cambio del perdón.

En el caso de Gipuzkoa, este tipo de cartas se conservan en el Archivo Histórico de Protocolos de Gipuzkoa. Los delitos que solían perdonarse incluían asesinatos, robos, heridas causadas por armas blancas, relaciones sexuales mantenidas con engaño o adulterios. En este último caso, el documento que firmaban se conocía como «carta de perdón de cuernos», mediante el cual los matrimonios se comprometían a continuar con la relación a pesar de la infidelidad.

En definitiva, las cartas de perdón, tanto las de los particulares como las reales, buscaban un mismo fin: la resolución de un conflicto y la restauración de la armonía social. En cualquier caso, estos indultos son un testimonio de esa práctica histórica que, aunque con diferencias, ha perdurado hasta la actualidad.

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