Retrato del Padre Larramendi, realizado por Emilio Truchuelo.
Historias de Gipuzkoa

Los libelos satíricos del Padre Larramendi

Sobre la Fábrica de Anclas de Hernani y los panfletos de 'Don Gerundio Maquillaga' que conmovieron Gipuzkoa

Jueves, 6 de abril 2023, 07:26

Una de las más importantes empresas guipuzcoanas del siglo XVIII fue la Real Fábrica de Anclas de Hernani para el suministro a la Armada. Aunque su puesta en marcha en 1750 resultó polémica. Sabemos por el historiador y eclesiástico Joaquín Antonio de Camino y Orella ( ... San Sebastián, 1754-Lugo, 1819) que en torno a aquella contrata se difundieron papeles anónimos de estilo satírico «que conmovieron el sosiego del País». Sin dar nombres, Camino los atribuyó a un «sujeto caracterizado» (es decir, distinguido y reconocido socialmente) que no resultaba difícil identificar por su «acrimonia y causticidad».

Publicidad

En su autobiografía, el jesuita Manuel de Larramendi (Andoain, 1690-Azpeitia, 1766) hace apología de su participación poco menos que providencial en favor de la fábrica, ya que «abrió los ojos» a la corte contra los manejos de algunos paisanos y aseguró su éxito final. Al punto que —asegura— al final todos «me aclamaron padre de la patria, y querían levantarme estatua, si no lo hubiera yo impedido». Nada menciona sobre los turbios papeles quizá porque, en parte o en su totalidad, salieron de su pluma. Lo que, de confirmarse, sorprenderá a quienes conozcan la inmensa obra de Larramendi en los ámbitos de la lengua, el derecho y la cultura vascas. Una figura por muchos motivos inmortal, pero que acaso abrigara zonas de sombra como la mayoría de los mortales.

Ruinas de la Real Fábrica de Anclas de Fagollaga, en Hernani. Lobo Altuna

'Acostumbrado a hacer y amasar en Guipúzcoa'

A mediados del siglo XVIII, la flota naval española debía renovarse para competir con la de Francia e Inglaterra. Necesitaba grandes barcos y estos requerían enormes anclas que solo podrían fabricarse en Gipuzkoa, tierra de larga tradición ferrona. La villa de Hernani junto con varios inversores se comprometieron a entregar a la Armada 20.000 toneladas de anclas y anclotes en cuatro años. Había mucho dinero y no pocos intereses en juego, de ahí las tensiones que se desencadenaron.

La Real Fábrica a orillas del Urumea pivotaba en torno a tres ferrerías, Fagollaga, Ereñozu y Picoaga, esta última propiedad de una sobrina de Manuel de Larramendi quien desde el principio se erigió en director del complejo ancorero desde la sombra. O no tanto: en diversas ocasiones sus rivales acusaron al jesuita de gobernar el asiento como si fuera su dueño y de manejar a autoridades y vecinos de Hernani a su antojo. Esto molestaba a Larramendi, aunque tampoco podía negarlo.

Publicidad

Manuel de Larramendi

«Envíeme vuestra excelencia dos brazos fuertes y le haré cuantas anclas quisiere». No era la modestia una cualidad del personaje

El teólogo disertaba sobre aspectos técnicos de la fabricación de anclas con tal elocuencia y seguridad que el propio ministro de Guerra y Marina, marqués de Ensenada, le preguntó dónde había estudiado el oficio, a lo que respondió: «Díjele que si unos bárbaros con seis dedos de corteza en el entendimiento aprendían la facultad, no era mucho que la supiese yo, que no tengo tanta corteza». Y remató: «Envíeme vuestra excelencia dos brazos fuertes y le haré cuantas anclas quisiere». No era la modestia una cualidad del personaje cuya talla intelectual y aptitudes destacaban notoriamente. De ahí que cuando empezaron los problemas (defectos de fabricación, retrasos en las entregas, etc.), el propio intendente de Marina de San Sebastián, Manuel de las Casas, los achacó a «la arrogancia de quien dirige su conducta, que como está acostumbrado a hacer y amasar en Guipúzcoa cuanto quiere y cuanto sueña, le duele mucho que todos no se le humillen».

El hecho es que Larramendi, influyente valedor de la ancorería, asumió la tarea de portavoz y redactor de todas las cartas al Gobierno, tanto las firmadas por él mismo como por el alcalde y concejales. Pero no conforme con esto, todo apunta a que se implicó en la elaboración de los antes citados panfletos. Lo cual confirmaría que, a sus talentos de hombre inteligente y hábil, cultísimo y altamente relacionado, sumaba los de agresivo e incisivo polemista.

Publicidad

Los palos dialécticos de Maquillaga

A Larramendi se le ha caracterizado como «persona alegre y de genio vivo», amigo de discusiones y de polémicas. Disponía de un amplio arsenal retórico con el que repartía mandobles ya fuera en euskera como en castellano. Ni siquiera sus hermanos de orden, los jesuitas, se libraban de sus dardos: entre otras lindezas les llamará 'indigestos', 'mordedores', 'malignos', 'santuchus de capotillo' (santurrones de poca monta), 'padricos', 'haraganes', 'murmuradores' y, con ironía, 'grandes teólogos y más que teólogos'.

Mayor somanta recibirán quienes se opusieron al modo en que se gestionaba la fábrica de anclas. Uno a uno serán ridiculizados públicamente bajo sobrenombres y retratos bufos en la colección de escritos anónimos que empezaron a circular por la provincia en 1752. Tienen forma de intercambio epistolar entre un tal Don Gerundio Maquillaga y otro tal Don Bentura del Acebo. El primero, que es quien lleva la voz cantante, remite sus misivas desde una imaginaria localidad denominada Aquelarrain, topónimo con resabios brujeriles, mientras que su apellido, Maquillaga, evoca la idea de apaleamiento.

Publicidad

Al ferrón local Manuel de Guilisasti, 'Maisutxoa'

«No te burles, mi Manuel / con ese cabrón de fuego / porque te encajará luego / todo un cuerno en el aquel»

Pondremos como ejemplo los palos dialécticos propinados al ferrón local Manuel de Guilisasti, 'Maisutxoa', por negarse a colaborar con el asiento. Entre mofas y sarcasmos, Maquillaga le da un consejo en trilingüe (como el famoso diccionario larramendiano): «Occursare capro, cornu ferit ille, caveto». Frase del latino Virgilio que libremente adapta al castellano así: «No te burles, mi Manuel / con ese cabrón de fuego / porque te encajará luego / todo un cuerno en el aquel». Y por fin en «español primitivo», por tratarse de la lengua más antigua de la península: «Josta ez adi goi artan / aker argizko arekin; / joko au adar batekin / ipurdiaren uzkian». Obsérvese el escrúpulo con que Maquillaga evita en castellano lo que en euskera traduce como 'ipurdiaren uzkian'.

Estatua de Aita Larramendi, en Andoain. LOBO ALTUNA

Acusaciones e indicios

Se denunció que estos folletos corrían de mano en mano con el beneplácito de las autoridades provocando la comidilla de Hernani. Alarmado por el efecto que sus «expresiones y cláusulas de motín» tenían para la paz social en «los pobres e inocentes Pueblos», el mencionado intendente de Marina se dirigió directamente al ministro Ensenada delatando a Larramendi: «no puede disimularse el estilo», dirá. A esta acusación se añaden otros indicios que han llegado hasta nosotros.

Publicidad

Primeramente, está el minucioso conocimiento del pleito de que hace gala 'Don Gerundio', con manejo de cartas, papeles y documentos de circulación muy restringida, así como del acontecer cotidiano en la contrata. Junto con eso, la cantidad de referencias de carácter cultural y mitológico de las que echa mano, las salpicaduras en euskera y los latinajos, los amplísimos recursos que exhibe el autor, en fin, no pueden provenir sino de alguien con la formación del catedrático de la Universidad de Salamanca.

El propio Larramendi tuvo la coquetería de reivindicarse como satírico cuando, en carta privada al alcalde de Hernani, anunció la inmediata difusión de «mi segundo brulote»

Pero es que el propio Larramendi tuvo la coquetería de reivindicarse como satírico cuando, en carta privada al alcalde de Hernani, anunció la inmediata difusión de «mi segundo brulote». Brulote equivale a libelo en una de las acepciones del diccionario histórico.

Noticia Patrocinada

A la más que obvia implicación intelectual, ya de manera unipersonal o ya en colaboración, se suma su responsabilidad en la confección material de los folletos; y es que a su fallecimiento, el Padre Manuel dejó sin pagar entre otros encargos la impresión de «cuadernos sobre la defensa de Hernani a favor de la fábrica de Anclas del Urumea, en cantidad de 400 ejemplares de cada uno», cuyo abono el impresor donostiarra Riesgo reclamó a la Compañía de Jesús.

De confirmarse, quedaría desentrañada la identidad del «sujeto caracterizado» urdidor de unos papeles que «conmovieron el sosiego del País», según el doctor Camino quien, no obstante, tuvo la deferencia de echarlo al olvido por no hurgar en la memoria de su colega de religión ya para entonces fallecido: «Nada conviene añadir más por no reproducir especies tan odiosas y que ya están sepultadas, y débanos su autor este silencio y disimulo».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad