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Se conoce como 'la batalla de Hernani' a uno de los mayores escándalos del teatro moderno y acto fundacional del Romanticismo francés. Corría el año 1830. El título de 'Hernani', epónimo de su protagonista, se lo dio Victor Hugo en recuerdo de la localidad guipuzcoana ... que había conocido en su infancia acompañando a su padre, oficial del ejército napoleónico destinado a España. Lo que 'la batalla de Hernani' supuso al otro lado de los Pirineos, aquí se dio con el estreno de 'Electra' de Benito Pérez Galdós, que entraría en la historia como «el escándalo del siglo» por la fecha de su primera representación, el 30 de enero de 1901, apenas iniciado el siglo XX.
En una época en que el teatro era la gran palestra donde se confrontaban las ideas sociales y políticas, la aparición sobre escena de personajes que se rebelaban contra el orden establecido o de situaciones que ponían en cuestión los prejuicios de las clases dominantes, desencadenaban esos famosos 'escándalos' que eran parte de la salsa de la vida artística. Tal fue el caso de Electra cuyo argumento gira en torno a una joven huérfana, ingenua y alegre, a la que sus tutores, instigados por un siniestro clerical, Salvador de Pantoja, presionan para que profese como religiosa. Sin embargo, Electra está enamorada de Máximo, joven científico animado por los ideales del progreso y la razón. Haciendo uso de las más perversas artimañas, Pantoja maniobrará para reventar los planes de boda de la pareja y encerrar a la muchacha en un convento, aun a costa de poner en riesgo su salud mental.
Recreación del antiguo mito griego en forma de confrontación entre la subordinación religiosa y la libertad civil, la obra se resuelve con el triunfo del amor y de la ciencia sobre la mentira y el oscurantismo. «Galdós ha saltado de las cimas de Dickens a las infinitas alturas de Shakespeare. Es él quien ha auscultado el mal de España y ha iniciado su remedio», sentenció hiperbólicamente Pío Baroja tras asistir al estreno.
Benito Pérez Galdós (con acento) era nieto de Domingo de Galdos y Alcorta, nacido en Azkoitia el año 1756, quien al terminar el siglo XVIII fue destinado a Las Palmas con el cargo de secretario de la Inquisición. Allí vendría al mundo en 1843 el gran novelista de los 'Episodios Nacionales', que a lo largo de su extensísima obra demostró conocer y querer al país de sus ancestros maternos.
Los inicios del siglo XX asistieron al resurgimiento del anticlericalismo en España. Quienes defendían posiciones liberales abogaban por poner coto a la omnipresencia de la Iglesia en la vida social y por limitar su control sobre la educación secundaria (el 80% de los centros estaban regidos por órdenes religiosas), al igual que se venía haciendo en la vecina Francia. En ese contexto, Pérez Galdós se aventuró a escribir una obra dramática que «tiene mucha miga, más miga quizá de la que conviene», como le anticipó a su amigo 'Clarín' acaso intuyendo el futuro escándalo.
Se inspiraba en un suceso que poco antes había generado una gran polémica popular y mediática: el de una rica heredera bilbaina menor de edad, Adelaida Ubao, que siguiendo los consejos de un jesuita y en contra de la opinión de su familia, ingresó en el convento de las Esclavas del Corazón de Jesús de Madrid. La causa llegó hasta los tribunales donde se enfrentaron en defensa de cada parte dos pesos pesados de la política del momento: Nicolás Salmerón, antiguo presidente de la I República, y el conservador Antonio Maura. Adelaida fue obligada a reintegrarse a su núcleo familiar, donde permaneció hasta su mayoría de edad en que pudo libremente retomar los hábitos. Falleció a los 29 años en el noviciado de Azpeitia.
Cuando la pieza empezó a llevarse por provincias, varios obispos publicaron advertencias a sus fieles contra el «drama inmoral, perturbador de las conciencias y provocador al incendio y al asesinato», según el prelado de Lérida; una obra que «enciende y atiza las más violentas pasiones, perturba la paz de los pueblos y provoca a la revolución», al decir del de Córdoba; «declaramos que incurren en pecado los que asistan a la representación del drama aludido», sentenció el obispo de Vich.
También el obispo de nuestra diócesis se pronunció una vez que se supo que en el teatro Principal de San Sebastián se darían dos pases de 'Electra'. Su exhortación, de tono menos inflamado que las de sus citados colegas, se leyó en todas las parroquias durante la misa mayor del domingo 7 de abril de aquel 1901. Al mismo tiempo, se desencadenó una polémica periodística entre las principales cabeceras de la provincia, el tradicionalista El Correo de Guipúzcoa y el republicano La Voz de Guipúzcoa. El primero vaticinó que la obra cosecharía un completo fracaso pues «el escandaloso engendro solo podrá ser presenciado y aplaudido por algunos infelices descaradamente irreligiosos», dado que «en San Sebastián son afortunadamente muy pocas las personas que han apostatado de la religión de sus padres, y a estas horas todos los católicos saben que no pueden asistir a la representación de 'Electra'».
Para mayor presión, a la puerta del teatro se apostaron «algunas beatas» tocadas con velos negros junto a grupos de integristas tomando nota de los nombres de los y las pecadoras que franqueaban la —esa noche— 'infernal' puerta del Principal; ya en el interior, desde las localidades altas varios alborotadores lanzaron acusaciones de demagogia contra el autor y su obra, situaciones todas ellas denunciadas desde las columnas de La Voz de Guipúzcoa.
Amagos de sabotaje que quedaron en nada ante un público que, según el diario republicano, llenó las butacas —subrayando la amplia presencia de mujeres— y aplaudió hasta el delirio entre vivas entusiastas a la libertad e interpretaciones de La Marsellesa y los himnos de Riego y Garibaldi por parte de la orquesta en los entreactos. Sin embargo, aquí no se gritó contra los jesuitas como sí ocurrió en Madrid y en otras plazas, reacción bastante sorprendente puesto que Galdós en ningún momento menciona a la compañía en su libreto. Pero es que no pocos espectadores vieron en el personaje de Pantoja a la encarnación misma del poder clerical en España, cuyo epítome simbolizaba la orden de Loyola.
Las dos únicas representaciones en principio previstas se prolongaron con cuatro más seis en atención a que «hasta de Pamplona, Burdeos, Bayona, Irún y Tolosa, entre otros puntos, vienen familias numerosas a aplaudir 'Electra'», y aún se ofreció una suplementaria el 1º de mayo, fiesta del trabajo. Todo esto llevó a la prensa liberal a concluir que «a pesar de los esfuerzos inauditos de la reacción, a pesar de sus trabajos de zapa, no obstante la guerra sorda de beatos y beatas, San Sebastián sigue siendo baluarte de la libertad y emporio de la sensatez».
Desde La Voz de Guipúzcoa se dictó una entusiasta sentencia: «La batalla está dada. El triunfo es indiscutible». A lo que El Correo de Guipúzcoa replicó: «Ha sido un completo fracaso».
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