Historias de Gipuzkoa
Un recorrido por la santidad y los milagrosHistorias de Gipuzkoa
Un recorrido por la santidad y los milagrosCada pueblo tiene su Milagros, unas más populares que otras. Pero también ese término en singular y que da sentido al nombre. La Real Academia Española (RAE) define milagro como «hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a una intervención sobrenatural ... de origen divino». En todos los municipios guipuzcoanos existe al menos un caso, ya que sea protagonizado por la aparición de la Virgen María, un santo, un beato, un mártir o un sacerdote.
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Lo primero que hay que saber es que el camino hacia la santidad tiene varios escalones: El primero es que el Pontífice reconozca las virtudes heroicas de una persona, que pasa a ser considerada Venerable Siervo de Dios. Los pasos sucesivos son la beatificación y la canonización. Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión. Para que sea canonizado (hecho santo) es necesario un segundo milagro, que debe producirse tras ser proclamado beato. En el caso de la beatificación de mártires, no es necesario atestiguar tales virtudes heroicas, pues ya es suficiente heroicidad el mismo martirio. Así, un mártir no es declarado Venerable, sino, en tal caso, directamente beato.
San Ignacio de Loyola
Ignacio de Loyola (Azpeitia, 1491- Roma, 31 de julio de 1556) es el santo guipuzcoano más universal y el patrón de Gipuzkoa y Bizkaia. Canonizado en Roma el 12 de marzo de 1622, su festividad se celebra el día de su fallecimiento. Se le atribuyen muchas acciones piadosas y obras benéficas, pero ningún milagro en particular ha sido oficialmente reconocido por la Iglesia como un requisito para su canonización. El Vaticano considera que su legado radica en su vida de fe, su fundación de la Compañía de Jesús y su impacto en la espiritualidad cristiana a través de los Ejercicios Espirituales.
Este es uno de los milagros en que se apoyó su canonización: En 1597, a una mujer de Mallorca llamada Noguere le aplicaron unas reliquias de San Ignacio el mismo día en que había quedado completamente ciega. Al día siguiente veía ya con nitidez.
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En su tiempo se le atribuían muchas curaciones inexplicables para los médicos, tales como la de un niño que estaba paralítico desde muy temprana edad, y que al orar por él San Ignacio lo sanó. También una joven que tenía un tumor en el vientre y que fue sanada después de que el sacerdote orara por ella. Durante uno de sus viajes por tierras alemanas, el santo azpeitiarra cayó enfermo y todos sus seguidores creyeron que no podría recuperarse. Sin embargo, logró recobrar la salud de forma súbita.
Otro supuesto milagro relata que, al conducir una procesión, se le presentó un joven que no podía andar debido a una extraña parálisis. San Ignacio se acercó al enfermo y rezó una oración para él. Poco tiempo después el joven se levantó de su silla de ruedas y comenzó a andar. También se asegura que el que fuera un curtido militar antes de sentir la llamada del Señor realizó un milagro para dos soldados. Uno había sido herido en batalla y el otro estaba siendo perseguido por la justicia. Cuenta la leyenda que el sacerdote intercedió ante Dios para que ambos fueran perdonados. El moreno fue perdonado, pero el castigado fue rehabilitado en lugar de ser ejecutado.
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Martín de la Ascensión
Tres localidades se disputan a San Martín de la Ascensión. Según unos su nombre real era Martín de Loinaz y Amunabarro y habría nacido en Beasain el 16 de julio de 1566. Para otros se llamaba Martín de Aguirre y era natural de Bergara, donde habría nacido el 11 de septiembre de 1567. Una tercera hipótesis, menos difundida, le da también el nombre de Martín de Aguirre, pero ubica su lugar de nacimiento en la localidad vizcaína de Ibarranguelua. El pleito sobre la identidad y lugar de origen del mártir se ha prolongado durante siglos. No hay que olvidar el prestigio que suponía en otras épocas ser la localidad natal de un santo.
San Martín de la Ascensión embarcó el 15 de enero de 1593 en Sevilla para las misiones con rumbo a México, ya que era la única forma que tenía entonces de ir a Japón haciendo escala en Manila. Tres años después llegó a Nagasaki. Fundó una pequeña iglesia. El 30 de diciembre de 1596 se presentó en el convento-prisión un grupo de soldados que lo maniataron junto a otros religiosos. Fue llevado a Sononki el 4 de febrero de 1597 y al día a la colina de Nagasaki, donde fue crucificado y alanceado junto a otros mártires entre frailes, acólitos y cristianos.
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Tras llegar la noticia de su martirio a Europa, Martín de la Ascensión adquirió notoriedad. En la actualidad es venerado en Beasain como San Martín de Loinaz y en Bergara como San Martín de Aguirre. En el municipio goierritarra su festividad se celebra el 5 de febrero, aniversario del martirio, y en el de Kosta-Urola 16 de septiembre, en recuerdo a la fecha de su beatificación. Por su parte, cuando le canonizó la Iglesia optó por un diplomática fórmula, bajo su nombre religioso, Martín de la Ascensión, y simplemente nombrándole guipuzcoano, sin respaldar ninguna de las hipótesis sobre dónde vino al mundo.
Domingo Ibáñez de Erquicia
Domingo Ibáñez de Erquicia nació en Errezil en 1589 y falleció el 13 de agosto de 1633 en Nagasaki. Superior de la misión dominicana durante diez años, realizó heroicos esfuerzos para confortar a los cristianos, reconciliar a los apóstatas y administrar los sacramentos en medio de huidas, caminatas nocturnas, escondites en cuevas y en montones de paja. Constantemente buscado por las autoridades, y deseando el martirio, fue capturado en julio de 1633 e internado en la prisión de Nagoya. Llevado a Nagasaki, y tras negarse a renunciar a su fe, fue puesto en el tormento de la horca y del pozo el 13 de agosto de 1633 y murió al día siguiente. Su cadáver fue reducido a cenizas para que los cristianos no veneraran sus restos.
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Su ceremonia de beatificación en Manila en 1981 se convirtió en la primera fuera de la Ciudad del Vaticano en la historia. Fue canonizado en la Basílica de San Pedro en 1987, también por Juan Pablo II. Su festividad es el 28 de septiembre.
Miguel de Aozaraza
Miguel González de Aozaraza, sacerdote dominico, santo y mártir, nació en 1598 en Oñati y murió en 1637 en Nagasaki. Junto a otros religiosos, tras su detención fue trasladado a esa ciudad en una jaula como si fuese un animal y paseado por las calles para befa e irrisión por parte de los ciudadanos. Formando parte del tribunal se encontraba un sacerdote japonés que había renegado de la fe e intentaba también persuadir en latín al padre Miguel a que apostatase. Éste le contestó que no intentaba imitar su mal ejemplo sino testimoniar la fe verdadera y dar su vida por ella.
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Ante esta firmeza, el misionero sufrió el castigo del «agua ingurgitada», por el que, después de beber a la fuerza gran cantidad de agua, era obligado a expulsarla por presión violenta sobre el vientre. Sufrió también el tormento de la «horca y hoya» en el que, colgado por los pies, introducían su cabeza en un cubo de agua hasta producir la sensación de ahogamiento, repitiendo la inmersión muchas veces. Luego sufrió otra crueldad mayor. Fue amarrado fuertemente, sentado y con los brazos cruzados, y teniéndolos en esta forma, le clavaron por entre las uñas y la carne de todos los dedos unas penetrantes y gruesas agujas de alambre.
Fue canonizado el 15 de octubre de 1987. En Oñati se conmemoró su martirio con la construcción de un oratorio o casa del Santutxu de San Miguel.
Cándida María de Jesús
Juana Josefa Cipitria Barriola nació en Andoain el 31 de mayo de 1845 en el seno de una familia humilde. Falleció el 9 de agosto de 1912 en Salamanca. El 8 de Diciembre de 1871 fundó en esta ciudad la Congregación de las Hijas de Jesús, jesuitinas, con el fin de dar respuesta a «la exclusión de la mujer y de las clases económicamente débiles de los ámbitos de la enseñanza. En pocos años la orden se extendió por toda España y luego en otros países.
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El 17 de octubre de 2010 Benedicto XVI presidió en el Vaticano el acto que posibilitó que Cándida María de Jesús se convirtiera en la primera mujer guipuzcoana que es canonizada, después de que se le reconociera un milagro. La hermana jesuitina María del Carmen del Val sufrió una grave enfermedad cerebral denominada «leucoencefalopatía multifocal», que le mantuvo en coma durante doce días. Tras invocar a la Madre Cándida, y cuando los médicos habían descartado cualquier cura, la enferma se recuperó milagrosamente.
José María Arizmendiarrieta
El Papa Francisco aprobó el 15 de diciembre de 2015 las «virtudes heroicas» del sacerdote José María Arizmendiarrieta (Markina, 1915-Arrasate, 1976), fundador del movimiento cooperativo Mondragón. Esta decisión del Pontífice implica que pasará a ser reconocido como venerable Siervo de Dios por la Santa Sede. El reconocimiento del Vaticano coincidió con el centenario de su nacimiento.
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El 21 de diciembre de 1940 Arizmendiarrieta se ordenó como sacerdote y un año más tarde fue trasladado a Arrasate en calidad de coadjuntor de la parroquia de San Juan Bautista. Es sabido que soñaba con un ambicioso proyecto de reconciliación social cuyo fin era cerrar las heridas abiertas por la Guerra Civil y promover una nueva cultura obrera, que fomentara la formación de los trabajadores y permitiera su acceso a la gestión y a los beneficios de la empresa. Esta experiencia llevó a la creación de la Corporación Mondragón.
Por ahora no se le reconocen milagros de forma oficial, pero sí hechos que tienen un carácter extraordinario. El primero se refiere al caso de un labrador de Zestoa abatido con lesión medular y fractura de vértebras al caérsele una 'meta' encima. Se le diagnosticó una tetraplejia. Su hermana pidió la intercesión de este Siervo de Dios, rezando diariamente la Oración del Boletín. Su hermana asoció su inesperada curación a la intervención de Arizmendiarrieta y así lo comunicó al Obispado de San Sebastián para dar testimonio del favor recibido.
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El segundo supuesto milagro lo vivió una familia de Lasarte-Oria que en poco tiempo se vio afectada de graves enfermedades y accidentes complicados con cuatro operaciones quirúrgicas, dos de ellas muy graves. Arantza Astola, que conoció en vida a Arizmendiarrieta, le rogó y pidió su intercesión y todo salió bien. «Desea que lo que le ocurrió a su familiar conste entre las gracias recibidas», reza en el boletín informativo de noviembre de 2011 editado por la Comisión Postuladora.
Virgen de Arantzazu
El 23 de enero de 1918 se nombró a la Virgen de Arantzazu patrona de Gipuzkoa, debido a la ferviente devoción por parte de miles de creyentes del territorio. Las crónicas sostienen que la Virgen María se apareció el 11 de junio de 1469 al pastor Rodrigo de Balzategi sobre un espino verde, junto a un cencerro en la falda del monte Aloña, en Oñati. El hombre, sorprendido, preguntó: «Arantzan zu?» («¿Tú entre los espinos?»). Otras fuentes indican que lo que apareció no fue la Virgen en persona sino una estatua. Sea como fuere, la noticia de tan milagroso acontecimiento atrajo a aquel lugar una gran concurrencia de gentes de la comarca. Esteban Garibay y Zamalloa (Arraste 9 de marzo de 1533-Madrid, 1599), historiador, genealogista y cronista de la corte de Felipe II, se hico eco del sobrenatural hecho en su famoso 'Compendio Historial', que se imprimió en Amberes en 1571 y consta de 40 libros. Admite que existen otras variantes del relato. Una de ellas es que la imagen fue hallada por una pastora, llamada María de Datuxtegui, de la misma vecindad de Uribarri, «y otros refieren otras cosas»; pero el también bibliotecario da como única versión auténtica la primera.
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Los historiadores destacan que la aparición se produjo en la primera mitad del siglo XV cuando Gipuzkoa estaba en plena guerra de bandos. El conflicto entre los oñacinos y los gamboínos arrastró al territorio a la ruina económica. Además, sobre esas mismas fechas de produjo una gran sequía, que algunos achacaron a un castigo divino por las atrocidades de la guerra. Para sus devotos, hizo posible que finalizara el conflicto bélico y que volvieran las lluvias. En la época de persecuciones inquisitoriales se la consideraba abogada contra maleficios y brujerías. Algunos investigadores sostienen que la imagen no sólo era de madera, sino también de carne y hueso. Además, que algunas noches salía para socorrer a los marinos devotos y a la mañana siguiente podía apreciarse su manto mojado y granos de arena.
Apariciones marianas
Siguiendo con las apariciones marianas, durante siglos en Gipuzkoa ha pervivido después de un hecho sobrenatural de este cariz la tradición del traslado de un templo impuesto por la voluntad divina. La imagen de la Basílica de Nuestra Señora de Arrate, en Eibar, la halló milagrosamente una niña pastora de Mendaro en 1442. Los vecinos quisieron erigir una iglesia en la villa, junto a Azitain, pero lo que de día levantaban por la noche era llevado al lugar donde apareció la Virgen. Así un día tras otro, hasta que los eibarreses entendieron que se trataba de un deseo expreso de la Virgen que quería tener allí su templo.
Otro caso es el de la ermita de Nuestra Señora de Aizpe, en Aia. Según la tradición, fue erigida en el punto donde la Virgen se apareció. De la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, en Hondarribia, se cuenta que dos muchachos pastoreaban sus ganados cuando vieron que de un argomal emanaba una misteriosa luz, y al acercarse encontraron esta imagen. En ese mismo emplazamiento se construyó la ermita.
Respecto a la Basílica de Nuestra Señora de Izaskun, patrona de Tolosa, se apunta como su origen la aparición de la Virgen encima de una roca, en un lugar en donde ha quedado la huella de su pie, cerca del caserío Zumarte-etxekoa o Zumartetxe.
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Virgen del Coro
El nombre de Nuestra Señora del Coro le viene de haber estado históricamente en el coro de la donostiarra Basílica de Santa María, en la cima del facistol, como solía suceder también en otros lugares. Cuenta la leyenda, que esta imagen estaba al principio en el coro y que uno de los clérigos de la iglesia subía cada día a rezar ante ella. Hasta que un día, se cansó de tanto subir y bajar y decidió llevar la talla a su casa para venerarla allí. No obstante, al llegar a la puerta se quedó inmóvil y no pudo salir del templo. Desde entonces, la imagen está situada en el altar principal. Es descendida anualmente de su camarín el día 8 de septiembre.
La imagen fue coronada oficialmente el 8 de septiembre de 1940. Los donostiarras tienen muy presente el milagro que obró la Virgen del Coro el 23 de enero de 1738. Se declaró un incendio en el número 4 de la plaza Nueva -en la actualidad de la Constitución-. El fuego se fue extendiendo y puso en alerta a todos lo ciudadanos, que a duras penas podían mitigarlo. De repente, «a la luz de aquella inmensa hoguera hacía su aparición por un lado de la plaza la Virgen del Coro, conducida en procesión a la casa concejil por el vicario de Santa María». Tras la aparición de la efigie comenzó a llover y frenó el avance del fuego. Tanto fue así que solo dos casas fueron destruidas. Asimismo, el 31 de agosto del año 1813, toda la ciudad de Donostia fue pasto de las llamas que ocasionaron las tropas inglesas durante su enfrentamiento contra el ejército francés. Toda la urbe ardió a excepción de la calle que conecta la Basílica de Santa María con la iglesia de San Vicente. Esta vía fue, entonces, bautizada como 31 de agosto en honor a aquel milagro.
El Santo Cristo de Lezo
También hay milagros que se atribuyen a reliquias religiosas. La Basílica del Santo Cristo, en Lezo, alberga en su interior un peculiar Cristo Crucificado. Se cree que es del siglo X y su estilo es bizantino. Llama la atención que carece de barba. Una leyenda relata que la imagen apareció en el siglo XV flotando en un cajón en las aguas de la bahía pasaitarra. Aquello se consideró una señal divina, lo que provocó que tanto los habitantes de Lezo, como los de Pasaia y Errenteria se disputaran su propiedad. Sumidos en ese conflicto, se olvidaron del Cristo, y se llevaron una sorpresa mayuscula que al volver a abrir el cajón el preciado objeto había desaparecido. Poco después fue hallado en el lugar donde primero se construyó una ermita y años después la actual iglesia.
El historiador y sacerdote Lope Martínez de Isasti (Lezo 1565-1626) detalla que el Santo Cristo de Lezo comenzó a hacer milagros hacia 1525. Estos son algunos de ellos:
Una joven de Lezo vio colgado en la reja de la ermita un paño para el antepecho, le gustó y se lo puso. Notó que alguien le tiraba de la prenda, se dio la vuelta y no vio a nadie. Cuando se iba le volvió a pasar otra vez, y luego otra y creyó que era el Santo Cristo el que le tiraba del paño y lo dejó allí y no volvió a pasar nunca más por delante de la ermita. Un vecino de Lezo se dirigía al alba a pescar, pasó a rezar a la ermita y en el altar no estaba el Santo Cristo. Salió de la ermita y vio entre unos fresnos cercanos bajar la figura de un hombre con la cruz a cuestas y también oyó un gran ruido.
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Esta documentado que en 1563 un golpe de mar arrojó a una barca contra las rocas hundiéndola y pasando la noche sobre los restos de la barca, se encomendaron al Santo Cristo y a la mañana siguiente los rescataron. En 1579 una mujer tullida de pies y manos, de Pasai Donibane, tras cumplir un novenario sintió gran mejoría y volviendo por segunda vez se curó completamente. En 1584, una niña de 3 años, de Errenteria, sanó de un agujero en el costado, tras cumplir su madre un novenario al Santo Cristo, y en agradecimiento dio una sábana de hilo delgado para el altar. En 1593, durante una batalla naval en Burdeos quince navíos al mando del general Pedro de Zubiaurre y en compañia de Juanes de Villaviciosa Lizarza tras encomendarse al Santo Cristo vencieron a una flota anglo-francesa de 80 navíos. En 1892 cuatro marineros sobrevivieroan al naufragio de una trainera y en agradecimiento peregrinan descalzos hasta el Santo Cristo. Desgraciadamente fallecieron nueve compañeros.
La Santa Cruz de Legazpi
El día festivo más importante de Legazpi se celebra el 3 de mayo, día de Santa Cruz, en honor al milagro ocurrido en 1580. Los ferrones de Mirandaola decidieron acudir a trabajar a la ferrería después de la misa del domingo, debido a la gran cantidad de trabajo acumulado. Como de costumbre, metieron al horno 14 cargas de carbón vegetal y el mineral suficiente como para sacar 750 libras de hierro limpio. Los ferrones aumentaron la temperatura hasta 1.300 ºc y esperaron siete horas para que el hierro endureciese. Fue al sacar la pieza cuando, asombrados, encontraron un pequeño fragmento de 5 kilos, en lugar de la pieza de 55 kilos que esperaban.
Los ferrones no lograban comprender cómo habían podido desaparecer 50 kilos de hierro habiendo hecho el proceso como siempre, y menos, cómo aquella pieza tan compacta, tenía forma de cruz. Cuentan que para ellos no fue un milagro, sino un aviso o castigo del Señor por haber trabajado un domingo. Quisieron deshacerse de la cruz volviéndola a meter al horno y aumentando su temperatura para que ésta se fundiese y desapareciese, pero no lo lograron. Lo ocurrido no se reconoció como 'milagro' durante más de 80 años, hasta que en 1633, el obispo de Pamplona visitó Urretxu y alguien le relató lo sucedido. A día de hoy, se puede leer en la bóveda de la capilla 'seis días trabajarás, más el séptimo no harás obra ninguna'.
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