Historias de Gipuzkoa
Tiempo de brujas y de naufragiosHistorias de Gipuzkoa
Tiempo de brujas y de naufragiosNo es hoy ningún secreto que la tradicional fiesta de Todos los Santos se ha visto revestida, desde hace no muchos años, con lo que los estadounidenses han convertido en tradición. Es decir: con lo que allí se llama «Halloween» y supone disfraces al uso ... de esas fechas (brujas, demonios, muertos vivientes, esqueletos...), bromas macabras y un etcétera que es ya bien conocido.
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En Sudamérica incluso se ha adoptado el término «spooky season». Algo que se puede traducir como la temporada del miedo, o del susto.
Así las cosas parece que sea ahora obligado hablar (de octubre al 1 de noviembre) de temas estrella de «Halloween» como las brujas, donde antes, como mucho, se hablaba de la obra de Zorrilla dedicada a don Juan Tenorio, se acudía a los cementerios a poner flores a los deudos fallecidos y se degustaban dulces típicos de esa temporada.
Sin entrar a discutir si esta anglosajonización de Todos los Santos es buena o mala, discutible o no, o si -a causa de esto- se considera oportuno hablar en estas fechas de Brujería y brujas, parece un momento propicio -mediáticamente hablando- para recordar y traer a colación algunos pasajes de la Historia guipuzcoana en los que el asunto de las hechiceras tuvo protagonismo. Como así ocurrió en el año 1607, a expensas de un sacerdote de Lezo llamado Lope Martínez de Isasti.
No es un gran descubrimiento histórico ese episodio, aunque sí es cierto que, salvo muy pocas excepciones, ha sido olvidado, eclipsado por otros sucesos que, por alguna razón, han mantenido una fama histórica mucho más perdurable. Como las presuntas brujas navarras de Zugarramurdi…
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Nos dice el profesor José Luis Orella Unzué en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia, que Lope Martínez de Isasti nació en el año 1565 en Lezo. Esa localidad guipuzcoana, apoyada en la gran bahía y puerto de Pasajes, es en esas fechas, mediados del siglo XVI, parte del extenso territorio que controlaba la actual ciudad de Hondarribia, dentro del cual también se encontraba la universidad de Irún-Uranzu de la que procede Onofre Martínez de Isasti, padre de Lope que, tras casarse en Lezo con una mujer perteneciente a la familia de los Villaviciosa y Lezo, se asienta allí dando origen a una larga saga familiar en esa pequeña población que su hijo inmortalizará años después en su «Compendio historial».
Una obra editada y reeditada varias veces, bien conocida hasta los prolegómenos del siglo XX pero luego paulatinamente olvidada. Excepto entre eruditos y académicos dedicados a la época y el lugar en el que vivió Lope Martínez de Isasti.
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Uno de estos, Julio Caro Baroja (especialista de fama mundial en cuestiones de Brujería), calificará a ese buen clérigo lezotarra de «cándido».
La razón para esto radica en que Lope, en sus obras de Historia, como el «Compendio historial», se muestra crédulo con la existencia de brujas («maléficas» las llama él). Tanto que, en 1618, escribe una «memoria» sobre la supuesta abundancia de hechiceras en su provincia natal y en otras cercanas como Navarra o la de Laburdi en el reino de Francia. Lo hará con un título barroco y revelador: Relación que hizo el Doctor don Lope de Isasti, presbytero y beneficiado de Leço que es en Guipúzcoa, acerca de las maléficas de Cantabria por mandato del Sr. Inquisidor Campofrio en Madrid.
No es raro que Caro Baroja considerase así un crédulo bienintencionado al presbítero Martínez de Isasti, porque ya en 1611 la Inquisición española, tan temible para otras cuestiones, había empezado a desestimar ese asunto de la Brujería. Y lo había hecho en poblaciones muy cercanas a Lezo, por donde paraba con frecuencia Lope Martínez, a atender asuntos de tierras y otras cuestiones familiares.
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Nada de eso sin embargo impide a aquel varón erudito y bueno, pero cándido y poco agudo (según Caro Baroja), traer a colación en su «Compendio historial» el caso del almirante Antonio de Oquendo, que, en el año 1607, sufriría una tempestad memorable que dispersa a la flota bajo su mando. Es decir: la escuadra llamada de Cantabria cuyo objetivo era proteger toda esa costa de las incursiones de los corsarios de la Provincias Unidas holandesas, en ese momento alzadas en armas contra la Corte de Madrid.
Para Martínez de Isasti no hay duda de que la tempestad que dispersa la flota y hace embarrancar varias naves de ella en la barra de Bidart, había sido provocada deliberadamente por las «maléficas».
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El presbítero Martínez de Isasti no descubría nada con tan rotundas afirmaciones. Simplemente se hacía eco de lo que se contaba en la época (el siglo XVII) y el lugar (la Europa de la Gran Caza de brujas). Era entonces casi un artículo de fe que las brujas, entre sus muchos poderes adquiridos por sus pactos con el Maligno, podían desatar tormentas como esa que hunde los barcos del almirante Oquendo.
Por ejemplo en el mismo «Compendio historial» recogía Martínez de Isasti más casos de ese estilo. Como la maldición lanzada por una de las famosas bateleras de Pasajes a otro clérigo por negarse a montar en su barca. Lo cual dará lugar a otra tempestad que hundirá muchos barcos...
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Ya en 1611, en el caso de las presuntas brujas hondarribiarras que la Inquisición desestima como acusaciones fantásticas, se había dicho, por los testigos, que la principal acusada -la vascofrancesa Inesa de Gaxen- tenía ese malvado poder.
La idea parece haber disfrutado de predicamento, incluso a pesar de que la Inquisición dio de lado a tales fantasías desde 1611 (aunque no todos los eclesiásticos estuvieron de acuerdo con esa nueva Política, como queda claro por el caso de Lope Martínez de Isasti).
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Así, en los comienzos del ilustrado y enciclopedista siglo XVIII, el mismo tribunal de Fuenterrabía debe desestimar una causa, en el año 1705, donde una vecina de Pasajes, Francisca de Macazaga, insinuaba que unos marineros parientes suyos habían muerto por una ola que inopinadamente saltó sobre su barco arrastrándolos al fondo del mar...
Entre 1707 y 1709 se tuvo también que exonerar en ese tribunal del insulto de bruja a Sebastiana de Echeandia. Otra pasaitarra señalada por algunos de sus vecinos como merodeadora a altas horas de la madrugada por la costa de Lezo, como solían hacer habitualmente las «maléficas»…
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Parece evidente, pues, que el cándido Lope Martínez de Isasti nunca estuvo solo en su creencia en brujas capaces de provocar tempestades en ese mar, a veces feroz, en efecto, que tan bien conocía él por sus hermanos dedicados al servicio de la Armada del rey. Como Juan, al cargo de los astilleros reales en Lezo o el capitán de nao Onofre Martínez de Isasti, tenedor de las cuentas de bastimentos de esos mismos astilleros del rey en Lezo y Rentería que, al morir en 1612, deja encargado al propio Lope de esas labores de construir y abastecer barcos que él siempre creyó comprometidos y en peligro una vez en el mar. Por culpa de esas brujas de las que no se cansó de escribir...
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