Historias de Gipuzkoa

La insólita Andra Mari abridera de Bergara

La ermita de San Blas de Buriñondo alberga el mejor ejemplar de un tipo de esculturas marianas que fueron perseguidas y destruidas por razones teológicas

Jueves, 29 de junio 2023, 07:20

A finales de la Edad Media, la religión cristiana, tradicionalmente patriarcal, experimentó un giro matriarcal que se tradujo en la intensificación del culto mariano. La Virgen cobra entonces un mayor relieve como madre de Cristo, posición clave para interceder ante Dios por la humanidad en ... general y por los creyentes que a ella se encomendasen en particular. En este contexto surgió un modelo de esculturas que gozaron de gran veneración: las vírgenes abrideras.

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Así como hay modelos anatómicos desmontables que sirven para explicar la fisiología del cuerpo humano, con estas vírgenes se quería ayudar a la comprensión de los misterios de la fe mediante la exhibición de escenas albergadas dentro de su estructura y que solo eran visibles al abrir o desmontar la figura. Se reconocen tres tipos de abrideras: las de los Gozos de María, que exteriormente muestran a la Virgen con el Niño en su regazo y en el interior una secuencia de episodios de la vida de Cristo y de su madre; las pasionarias, con Jesús crucificado y los emblemas de la Pasión; por último, las abrideras trinitarias visualizan la idea de que María es Templo de la Trinidad.

Estas últimas son las más numerosas, y de todas ellas en Gipuzkoa poseemos la considerada por los especialistas como el mejor ejemplar existente y, al mismo tiempo, su excepción más notable. Paradójico pero exacto.

Vista frontal abierta de la Andra Mari de Buriñondo con el Niño desmontado Antxon Aguirre Sorondo

Tres Vírgenes en una

A la ermita de San Blas también se la conoce como ermita de Nuestra Señora de Buriñondo, Buñaondo, Burinondo o Burunano. Dependiente de la parroquia de Santa Marina de Oxirondo, se encuentra en el barrio de Buruñao, a la entrada al casco de Bergara desde Soraluze, atravesando el puente sobre el río Deba, a unos 3 km monte arriba. Preside su altar un retablo barroco de madera de castaño en cuyo centro, entre sendas columnas salomónicas, se venera desde hace siglos una preciosa Andra Mari de madera policromada y dorada, de 96'5 cm. de altura por 24 cm. de anchura. Su antigüedad puede situarse, según los expertos, entre los años 1400 y 1500.

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Esta maternidad de expresión hierática y apacible, de manera habitual se muestra sedente, en posición orante (con las manos alzadas) y con el Niño Jesús en sus rodillas, motivo denominado Trono de Sabiduría o 'Sedes Sapientiae' (siendo Jesús la personificación de la Sabiduría divina, María opera como el trono en el que descansa). El Hijo puede separarse de la madre, y entonces la Virgen aparece con el vientre abultado, en estado de buena esperanza. Al desarmar ese abdomen, se descubre en sus entrañas una cavidad a modo de tabernáculo donde se aloja la Santísima Trinidad: Dios Padre, barbado y entronizado, sostiene con sus manos los brazos de la cruz a la que se halla clavado el Hijo y, entre ambas cabezas, el Espíritu Santo en forma de paloma. Conforme a esta descripción, la de Buruñao cabe clasificarla como abridera trinitaria con motivos de pasionaria.

Ermita de San Blas en el barrio de Buruñao de Bergara. Antxon Aguirre Sorondo

Lo que hace excepcional y hasta única a la Andra Mari bergararra es la interrelación en una misma pieza de la Virgen orante, la embarazada o de la Expectación y la del Trono de Sabiduría. Por otro lado, el denominador común de las vírgenes abrideras trinitarias dispersas por Europa es que se abren por su cara frontal en forma de puertas móviles, a menudo en dos hojas, dando lugar a un tríptico con escenas esculpidas o pintadas. No es el caso de la guipuzcoana que, como hemos dicho, se desmonta por el seno materno para dejar ver la imaginería interior. No se conoce otro ejemplo con este mecanismo de apertura.

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Más aún: la investigadora que mejor ha estudiado el fenómeno de las vírgenes abrideras en España, Irene González Hernando, define la de Buruñao como la pieza más expresiva del conflicto que desde el siglo XV se desencadenó en torno a determinadas imágenes consideradas doctrinalmente peligrosas. Pues desde la ortodoxia católica las abrideras debían visualizar el dogma de la naturaleza humana y divina de Jesús, hombre y Dios en una misma sustancia, subrayando a la vez la participación de María en la Encarnación, lo que facilitaba el acercamiento de los fieles al abstruso concepto de la Trinidad. Desde esta perspectiva, todo resultaba positivo. Pero mucho menos lo era la confusión que se generaba en torno a la relación de cada una de las tres divinas personas con la maternidad: dado que en su vientre la figura mariana contiene a Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¿no cabría deducir, con aplastante lógica, que María gestó 'físicamente' la Trinidad? En definitiva, se corría el riesgo de provocar la completa inversión de la jerarquía entre las Tres Personas y la Virgen.

Como se ha indicado, la talla de Bergara destaca como la mejor traducción plástica de este equívoco, ya que María se presenta literalmente, y no sólo metafórica o simbólicamente, embarazada de la Trinidad.

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Una talla superviviente

El Concilio de Trento (1545-1563), punto de inflexión entre la espiritualidad bajomedieval y la de la Contrarreforma, marcará un momento de crisis en la producción de abrideras. Bien que el cónclave no condenase expresamente la creación y veneración de estas imágenes, sino que delegó en los obispos la decisión de tolerarlas o de repudiarlas, lo cierto y real es que los teólogos de siglos posteriores se decantaron por su prohibición al considerarlas doctrinalmente aberrantes. Así las cosas, muchas de esas iconografías fueron retiradas, cuando no destruidas o transformadas mediante radical cirugía. Como resultado, pocas son las que sobrevivieron, y las que lo consiguieron fue gracias que se ubicaban en lugares apartados o en discretas ermitas, como la de San Blas de Bergara, protegidas por la piedad del vecindario.

Llamativamente, aún en 1745, dos siglos después de Trento, el papa Benedicto XIV incluyó a las abrideras dentro de una relación de imágenes trinitarias que desaprobó mediante decreto. Cabe preguntarse, como hacen los especialistas, cuál pudo ser el motivo de que estas obras ya muy antiguas siguieran despertando el recelo de los teólogos dieciochescos. Con razón apunta Irene González Hernando que nos faltan datos y perspectiva para valorar lo que pudiera haber detrás de restricciones tan tardías.

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En cualquier caso, en Bergara la veneración no decayó y se dice que en una de las 'francesadas', a la entrada de las tropas en la localidad, el vecindario puso a buen recaudo la talla para evitar su robo o destrucción.

Durante siglos, a la ermita de San Blas han acudido las madres de la comarca al acercarse el momento de dar a luz con flores blancas como ofrenda a la Andra Mari. Esta virtud protectora de las encintas fue también atribuida a otras vírgenes abrideras europeas.

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