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La huella del fuego en Navarra
Un año después ·
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Un año después ·
Vecinos de los pueblos que se vieron rodeados por las llamas y guipuzcoanos con casa en la zona media de Navarra mantienen el «susto» por lo vividoMiguel Villameriel e Iván Benítez
San Sebastián
Domingo, 11 de junio 2023, 02:00
Cinco días después del inicio de la mayor ola de incendios en la historia de Navarra, en junio del año pasado, Helena, de siete años, se acercó con sus padres hasta uno de los márgenes del infierno, se adentró por una terraza natural que mira ... al río Arga, frente al Señorío de Sarría, y preguntó: «¿Puedo abrazar un árbol?». Soplaba viento del norte, olía a hollín y las brasas aún despedían hilos blancos en un escenario apocalíptico en el que hasta los pájaros habían desaparecido. Y en medio de este paraje de ceniza y silencio, la niña volvió a preguntar: «¿Por qué se ha quemado todo esto?».
La chispa prendió el sábado 18 de junio de 2022 a las 14.33 horas entre Uterga y Lerga. El teléfono de Emergencias recibió el primer aviso de fuego por maquinaria agrícola en un campo de cereal. Posteriormente, entraron más llamadas en el 112 alertando de otros focos, todos a la vez, en la zona de Enériz y en el paraje de las Nekeas, frente a Legarda. El viento se encargó de hacer el resto. La angustia se encadenó de norte a sur de Navarra. Las llamas se extendieron imparables por la Zona Media y la Ribera. A esa hora también ardían la ladera sur de la Sierra del Perdón y las Bardenas y se procedía a evacuar hasta cincuenta localidades: Obanos, Legarda, Muruzábal, Belascoáin, Zabalza, Ubani, la zona sur de Puente la Reina, Elío, Etxarri, Ciriza, Vidaurreta, Mendigorría, San Martín de Unx, Valtierra, Arguiñáriz... Incluso el parque de Senda Viva con 2.500 personas.
15.000 hectáreas de terreno se calcula que ardieron en los incendios que barrieron la zona media de Navarra y la Ribera hace ahora un año.
«Fue la tormenta perfecta», describen quienes lo vivieron en la primera línea, muchos de los cuales eran guipuzcoanos que pasaban el fin de semana en sus casas de la zona media de Navarra. Un cóctel explosivo de viento, bochorno, montes sucios y fuego arrasó alrededor de 15.000 hectáreas. Aunque el Gobierno foral activó un contundente despliegue de emergencias, el mayor de su historia con más de mil profesionales, los vecinos reconocieron sentirse «abandonados». Gracias a que los incendios se produjeron durante el fin de semana y la juventud se encontraba en los pueblos, «se pudieron salvar las casas», coinciden al recordar. «Porque si llega a ocurrir entre semana hubiéramos ardido».
Josean Pérez
Donostiarra con casa en Obanos
Un año después, en la zona cero de la devastación comienzan a verse brotes verdes. En comparación con el mes de junio del año pasado, meteorológicamente hablando, las condiciones han cambiado y de los incendios se ha pasado a las inundaciones. Hoy el único rojo que amenaza es el de las amapolas y el de la pintura que rodea las arquetas de riego.
Ladera sur de El Perdón
A Carlos García Pascual le sorprendió el primer fuego en una boda en el Señorío de Arleta. Aquel 18 de junio, el termómetro marcaba 42 grados. Lo recuerda bien. De repente, los invitados empezaron a ausentarse y regresaron a sus pueblos, relata García deteniendo la bicicleta en plena ascensión a la Sierra del Perdón. La mayoría procedía de Valdizarbe. A simple vista, desde la cuneta de este puerto, parece que el entorno ha recuperado el verde de la maleza con las últimas lluvias. Nubes de mosquitos lo cubren todo, aferrándose a picotazos a los cuerpos. En la carretera no hay rastro de la señal que informaba del desvío al parque eólico. Un poco más arriba, el verde se convierte en lo más parecido a un solar de «ataúdes» de pino y resina. «Me acuerdo mucho de aquellos días. Antes podías ver ardillas, corzos... Pero ya no queda nada. Todo esto era sombra», lamenta García.
Uterga
El cielo se volvió rosa la noche anterior al inicio del mayor incendio forestal de Navarra. «El ambiente estaba tan cargado que parecía que se te caía encima. Nos recordó mucho a cuando se quemó unos años antes esta parte de Tafalla. Era igual. La misma sensación. Se respiraba fuego». De esta manera lo recuerdan Ana Sara Roldán y su hermana Noelia, propietarias del Albergue Camino del Perdón. Al día siguiente, a las 14.33, según la Policía Foral, se declaró el primer incendio en una de las parcelas de trigo sin cosechar. Los agentes observaron fricciones del peine con la tierra y piedras que provocaron las chispas. Debido al viento sur, las llamas se propagaron rápidamente dirección norte a través de los campos y las copas de los pinos, que emitieron pavesas que atravesaron la autovía A-12. Los vecinos tuvieron que reaccionar. Una vez que comprobaron que el fuego no entraba en el pueblo, sacaron del albergue todos los extintores disponibles y acudieron al auxilio de Muruzábal, evitando que las casas se quemaran.
Ahora, ante la proximidad del verano, Ana Sara y Noelia admiten que sienten incertidumbre y que por ello han decidido abastecerse del material necesario. «Puede volver a ocurrir, claro, pero queremos creer que lo que se ha quemado actuará de cortafuegos», trata de tranquilizar Javier. «En cualquier caso, hoy no se dan las condiciones atmosféricas», añaden. «Eso es verdad», sonríe Noelia esperanzada. «Nunca habíamos tenido tantas amapolas en Uterga».
Obanos
Una hora después del incendio de Uterga prendieron los alrededores de Legarda y Obanos. Estas tres localidades del sur de la Sierra del Perdón se fundieron en un triángulo de fuego, humo y solidaridad. El donostiarra Josean Pérez y su familia fueron testigos directos de aquel infierno y vivieron «varias horas de máxima tensión» cuando vieron que las llamas rodeaban la casa con terreno que tienen en esta localidad navarra, tal y como relataron hace un año a este periódico. «Tras el incendio todo quedó arrasado, como una isla quemada, pero en los últimos meses se ha vuelto a sembrar y ahora el paisaje vuelve a lucir, con trigo y guisantes en los campos».
Aunque este donostiarra reconoce que «el susto por lo que pasó permanece en el pueblo». ¿Hay miedo a que vuelva a ocurrir algo similar? «No sé si miedo, pero nosotros por lo menos ya hemos tomado precauciones como podar los pinos que rodean la casa, que hace un año no ardieron de milagro». Entre otras cosas, por la «buena tunda» que se pegó su hijo Iñigo para mantener a raya al fuego durante toda la noche. El esfuerzo mereció la pena y, hoy, Iñigo puede mostrarle a su hija cómo los campos que rodean su casa de Obanos vuelven a reverdecer.
Los vecinos de esta localidad rememoran que aquellas horas «sentimos mucho miedo, estábamos rodeados por el fuego», señala Mari Luz Vidart. «La gente joven salvó los pueblos. Si es un día de labor en vez de el fin de semana, ardemos todos», añade Ángeles Astráin.
Legarda
Dietrich Kurzidim, un alemán afincado en Legarda, y su mujer comían en casa cuando la columna de humo se presentó frente al ventanal. «Hacía tanto viento y las llamas tenían tanta velocidad que los animales del bosque no pudieron escapar». Esta es la primera fotografía que le viene. «La policía nos evacuó hacia una fuente y de ahí nos acompañó en sentido contrario por la autovía hacia Puente la Reina». Pero el alemán se resistía a marcharse sin su gato y sin un coche antiguo que tenía aparcado en el garaje. Y volvió. Aprovechó para ayudar a otros vecinos a meter todos los perros en el vehículo y los pusieron a salvo. «Hoy no tengo miedo pero me acuerdo todos los días de los incendios cuando voy a Pamplona y veo los bosques talados. Ha quedado todo desierto».
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