El juicio a Pablo Ibar le ha removido por dentro. Pocos como él se pueden poner en la piel del preso de origen guipuzcoano. Vivió en su misma celda del corredor de la muerte en Florida. Joaquín José Martínez (Guayaquil, Ecuador, 1971) es el primer ... europeo -su familia se trasladó a España cuando tenía 5 años- en salir de un corredor de la muerte de Estados Unidos. Fue detenido en 1996 por un doble asesinato en la ciudad de Tampa, Florida, y en 1997 fue sentenciado a muerte. Tras tres años en el corredor de la muerte recibió un nuevo juicio y el 6 de junio de 2001 consiguió su libertad.
- ¿Ha querido vivir el juicio de Pablo Ibar de cerca, o prefería no volver a revivir su historia?
- Lo he seguido lo más de cerca que he podido. Tuve muchas ganas de entrar al juicio y hablar con la familia, pero quise, por el bien de Pablo, mantenerme al margen. Hablé con el otro acusado, declarado ya libre, Seth Peñalver, y me contó cómo la Fiscalía había hecho que le sacaran de la sala. No quería que se repitiera conmigo.
- ¿Esperaba este veredicto?
- Con todas las pruebas que había, pensé que no podían hallarle culpable. No son pruebas suficientes. Lo dicen los propios medios de comunicación de EE UU y muchos expertos que han seguido el juicio.
- ¿Dónde ha estado la clave?
- La autoridad mayor de este juicio ha sido el fiscal. Ha sido el gran protagonista. Este hombre, retirado en 2013 y que volvió a estar activo en 2016 cuando a Pablo se le concede un nuevo juicio, ha hecho lo posible por condenarle y lo ha conseguido. Desde el primer día que pidió la pena de muerte, ha hecho lo que le ha dado la gana y se le ha permitido. Tuve suerte de no toparme con un fiscal así.
- ¿Tan decisivo ha sido?
- Conociendo el sistema, cuando la autoridad indiscutible es el fiscal, y no lo es ni la policía que investiga, ni los forenses, ni el propio juez, sino el fiscal, lo tienes todo perdido. Porque la vista del jurado está enfocada hacia ese fiscal. Y si el fiscal pone el vídeo y dice, como lo ha hecho reiteradamente, «mirad, ahí va Pablo Ibar; mirad, ese es Pablo Ibar...», al final el jurado dice que es Pablo Ibar. Ha tenido un gran afán de protagonismo. He visto las transcripciones del juicio y no se ha rendido hasta conseguirlo.
- ¿Qué hay de las pruebas?
- Dan igual las pruebas. Al final lo importante es lo que ha querido el fiscal que crea el jurado, aunque sea fabricado. Y lo ha conseguido. Hasta tal punto que no les ha hecho ni falta escuchar a expertos en ADN.
- ¿Qué se siente al escuchar a un jurado declararte culpable?
- Decepción. Yo lo he vivido como si fuese mi primer juicio, el que me condenaron. Y se siente una decepción total, sobre todo por haber estado tan cerca. Es que ahora lo que se piensa es: «¿Llegaré a estar tan cerca de tocar la libertad?».
«Cuando la autoridad indiscutible es el fiscal y no la policía ni el juez, lo tienes todo perdido»
«Acostado con el brazo extendido, tocaba el váter y entre el antebrazo y el codo quedaba el lavabo»
- ¿Qué respondería usted?
- Es que ahora encima tiene que ir frente a los mismos miembros del jurado que le han declarado culpable. Si quieren ganar la segunda parte del juicio, más vale que vayan bien preparados. El fiscal no hará más que enseñarles la crueldad del vídeo entero, no el minuto que se ha podido ver aquí, sino los 22 minutos, diciendo que es Pablo.
- ¿Han podido influir las presiones de las familias de las tres víctimas?
- Claro, el fiscal ha transmitido dos mensajes. Primero, que se ha hecho justicia tal y como prometió. El segundo es de promoción personal. Este hombre no tardará mucho en presentarse a algún puesto, de gobernador, alcalde o lo que fuese.
- ¿Se puede uno acostumbrar al corredor de la muerte aunque haya pasado 16 años allí?
- No, desde luego. Creo que Pablo Ibar ha sido muy fuerte. Yo pasé tres años y ya me estaba derrumbando. No me puedo imaginar lo que son 16 años. ¡Tener que empezar de nuevo de cero! ¡Hay que tener en cuenta que han tardado 16 años para concederle un nuevo juicio!
- ¿Cómo es que Pablo recayó en la celda donde había estado usted?
- Cuando me trasladaron de cárcel, entró él. Teníamos casos parecidos. Hasta compartimos abogado en un principio. Estoy muy destrozado por dentro. No me lo esperaba.
- ¿Cómo es esa celda?
- Un cuatro por dos. No se me olvidará nunca. Podía estar acostado, extender mi brazo izquierdo y tocar el váter con los dedos. Y entre el antebrazo y el codo tenía el lavabo, con agua que no era potable.
- Si lo físico es duro, no lo será menos lo psicológico...
- Es más duro lo psicológico. Te recuerdan que estás condenado a muerte. Te llaman asesino. Ya que te escupan o te peguen, es más llevadero, pero te dejan de tratar como persona y te consideran escoria. Para ellos no mereces estar vivo. Se suceden los ataques por parte de los funcionarios, haciendo revisiones, rompiendo fotos... Eso acaba con uno. Y luego está todo lo que te pierdes fuera. Yo no me podría imaginar a mi madre enferma, como le ha pasado a Pablo. Ha tenido que sufrir muchísimo.
- ¿Piensa uno en la ejecución?
- Bueno, lo de las fechas de la ejecución va según los recursos que vas perdiendo. Si tienes un buen equipo de abogados y van presentando recursos, lleva años. Si no, estás perdido.
- ¿Tiene relación con otros presos?
- Son pabellones de doce. Se sale dos veces a la semana al patio con los compañeros de tu pabellón y otro pabellón más. Coinciden unos 25 presos a la vez. Ahí sí hay comunicación.
- Salió usted del corredor de la muerte en 2001. ¿Le ha dejado secuelas?
- Claro que deja huella. Yo solo uso halógenas en casa. No puedo usar bombillas. Me recuerdan a las pruebas de la silla eléctrica en 1997. El año que entré yo había un debate en la Corte Suprema de Florida por cuestión de humanidad. Nos sometieron a una serie de pruebas. Hasta nos pasaron un formulario para decidir cómo queríamos ser ejecutados, si en la silla o con una inyección.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.