Hay un traductor de bebés que identifica el motivo del lloro según un catálogo básico: hambre, sueño, gases, estrés y apego. O sea, un repertorio de sensaciones y sentimientos idénticos a los de los adultos. Solo hay que traducir 'gases' por tendinitis o corte en ... el dedo picando cebolla. 'Apego', que es como se llama a la mamitis y papitis, sería en nosotros, los mayores, amores y desamores. Igual de básicos toda la vida.
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A saber. Ejemplos. Es verdad que no lloramos pero nos compungimos si tenemos sueño; por eso el consumo de somníferos aumenta y uno de cada diez guipuzcoanos los toma a diario, según la Agencia Española del Medicamento. Me pone triste y me salen las lágrimas cuando me impongo una perpetua dieta y tengo que dosificar el chocolate o la morcilla frita. También cuando veo que una charla sobre gastronomía se titula 'Metafísica para glotones' y me siento aludida. Me produce estrés y rabietas que un escritor proponga eliminar las haches y que los meses se escriban con mayúsculas; que todos los lunes sea trending topic «felizlunes» y que haya que hacer una foto de los tubos de cremas y cosméticos para después ponerle lupa con el teléfono y conseguir leer cuánto tienen de ácido hialurónico. Lloro de emoción al pensar qué verdad es que un buen padre vale por cien maestros (apego=papitis) y la suerte que tuve.
No creo que ese traductor de bebés lo identificara pero lloro al pensar en la moción de Vox por Tamames porque me produce gases.
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