Dice Manuel Vicent que la buena vida es un buen desayuno e, importante, que el poder de uno es proporcional al rato que puede estar tranquilamente en el cuarto de baño. Estoy en plan de mejorar mi vida y leo tres consejos también para primera ... hora del día: exponerte a la luz (mirar por la ventana), un aguacate (cómo no) y practicar la gratitud.
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Lo hago todo e incluso sonrío con una esquela del periódico: mencionan una frase de Audrey Hepburn a Gregory Peek en 'Vacaciones en Roma'. El caso es que salgo a la calle tan pichi. Me siento en una terraza y viene un hombre con un encargo: «¿Puedes mirar un poco a mi madre? Está ahí, en la silla de ruedas. Tengo que subir a casa un momento pero no le puedo decir a mi mujer que baje ella a cuidarle porque está haciendo yoga por un problema de espalda, y no le quiero descentrar». Es que, creo, se me ve en la cara, que soy feliciana y buena persona. Todo por hacer bien las cosas, por comer aguacate y mirar al sol por la mañana.
Y así todo el rato. Voy y me dice mi tendero que ha llevado roscas de San Blas a bendecir a la catedral, una tradición en su pequeño comercio, y que lo bendecido es bueno para la garganta. Lo compro.
Para terminar la gloriosa mañana voy a un bazar chino a por un quitapelusas. Y me entienden a la primera -«es como un turulo de cello para quitar cosas que se pegan en los abrigos oscuros»- y, efectivamente, me indica el tercer pasillo, donde están los quitapelusas.
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