Mi calle tiene un oscuro bar y húmedas paredes», cantaban Lone Star hace siglos y me identificaba. Hubo un tiempo en que, excepto luminosas cafeterías del centro, eran así todas las tabernas, antes de que llegaran los gastrobares. Lo mejor del oscuro bar era su ... nombre, Gure Txokoa.
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Mi calle de ahora tiene bonitos comercios, árboles floridos que en primavera son la envidia de la ciudad y vecinos majos. A eso iba, a mis vecinos. Me suelen decir: «Escribe, escribe lo que está pasando aquí». Es que mi sección no es de sucesos, les digo. Les da igual. Escribo, pues, que cada dos por tres hay pequeños robos, hurtos de poca monta y algún susto. De esos sucesos que no dan ni para un 'breve' en el periódico. He podido ver en pocos días un par de cacheos y una detención. En algunos comercios tienen miedo.
Resulta que en esta calle florida de terrazas, bares monos y miradores románticos pasan cosas así. «Pon, pon en el periódico». Pues lo pongo: que a la tiendita de Marta entraron y en un descuido le robaron el móvil. Sale corriendo detrás del chico y le pide que se lo devuelva. Cara a cara, a ella le salen unas lágrimas. Es casi un cuento de magia navideña porque se lo devolvió. Ya digo, no son noticia pero fue tan bonito... el final.
Pero lo mejor de mi calle es la escuelita de toda la vida, con sus monjas y sus niños. Y estamos de enhorabuena: en ese patio juega el personaje de esta semana, una niña que nació en Mongolia, Anir, la Tambor Mayor infantil.
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