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¿El mundo se confabula para bombardearme con recuerdos? Mi primo Periko, salseando en internet, encuentra y me envía una foto aérea de los años 60 de donde nací. Se ven mi casa, mi huerta, la iglesia, los viveros de mi amiga Espe, la calle ... de la Estación, 'la casa pequeña', 'el campo'… Ya no hay casi nada.
Menos familiar que mi primo, el algoritmo me trae el recuerdo de un vídeo de hace siete años, una mañana luminosa en el jardín del Museo Sorolla y se les ve a mis amigas charlando; Lourdes con unas gafas de sol preciosas.
En la tele se estrena un programa para hacer recordar a los famosos su casa de la infancia y por dónde iban al colegio, o sea, para hacerles llorar, 'El camino a casa'. No lo pienso ver, de rabia que tengo. Vuelvo a la foto de mi primo: ya no está mi casa y han construido en 'el campo' pero, sobre todo, han urbanizado y 'reordenado' el camino del colegio, que se le ocurre al que asó la manteca destrozar un lugar idílico que se llamaba Camino de los Enamorados.
El sábado me encuentro a una chica haciendo fotos del portal: «Ay, ¿no te importa que entre? Aquí hubo una academia donde estudié y me hace ilusión. Estoy haciendo un reportaje de recuerdos. Mira, he hecho fotos de la copistería, de la tienda de chuches, del bar…». Otra nostálgica. Hoy veo un cartel en los timbres del portero automático, donde suelen anunciarse pintores o fontaneros: «Sociólogo se ofrece para cuidar a personas con alzheimer». Recuerdos, olvidos.
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