El mirador

Tengo últimamente en observación a extranjeros angloparlantes y veo que, efectivamente, somos algo distintos. Todo empezó por un arcoíris. Hace unos días hubo uno hermosísimo a las 8 de la mañana que todo el mundo vio menos yo. ¿Por qué no me asomo más al balcón? He cambiado de hábitos y paso el rato mirando la casa de enfrente, al otro lado de la calle. Recuerdo que en el primero había unos ancianos que se apoyaban en un cojín, bien cómodos en el alféizar del mirador. En esa misma casa, hoy piso turístico, nunca cierran las contraventanas ni corren las cortinas. Son distintos inquilinos pero ninguno usa las hermosas persianas venecianas. Les veo en pijama, en calzoncillos e incluso con menos ropa. Les veo comer, leer y hacer cosas. El caso es que intento no perderme otro arcoíris pero me he aficionado a la vida de los otros. Ellos no parece que me miren, yo siempre correctamente vestida incluso cuando me asomo para ver si llueve.

Por cierto, ahora que se despiden, tengo que contar que, de tan integrado que tenemos el idioma inglés, mi amiga Carmen se enteró hace relativamente poco de que Golden Apple Quartet era el Cuarteto de la Manzana Golden.