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Me incitan a escribir sobre los graffitis de la ciudad. Estoy en un evento ¿o cómo llamar al acto festivo de una tienda con invitados, gente de la moda, música y cervezas? Nos amontonamos en una la calle bajo el sirimiri. Es un comercio especial ... de telas, de Muchas Telas. Lola, vecina de la zona, felicita a Pilar, influencer de pro, por evitar las pintadas en las paredes en sus fotos de instagram.
- ¿Y tú? ¿por qué no escribes sobre los graffitis?
- Poco que decir; que están mal, aunque hay artistas…
En otro grupo hablamos de perros. Pero no de cacas, no de sustos en la playa, no de ataques feroces. Se abre un nuevo enfoque. Polémico. ¿No nos estamos pasando con los perritos? Alguien se queja. Su hermano no puede visitar al padre -al cuidado de los hijos, por turnos, los fines de semana- porque «tiene perros, vive en Bilbao y es un lío». Otro caso -cuentan- es el de unos señores que tienen una bonita casa con muchos metros pero que no quieren acoger a sus hijos, una pareja, porque en el pack vienen tres perros. Mientras duren las obras de la futura vivienda de los jóvenes, están viviendo en un camping. ¿Los perros o los padres? Han elegido lo primero.
Pareja que vivía en Argentina decide instalarse aquí. Él, donostiarra, ya ha llegado, hace meses, y sigue esperando paciente a su mujer porque ella no tiene fuerzas para despedirse de sus perritos, ni quiere traerlos en la bodega del avión.
Mascotas. Perritos, gatitos, problemas del primer mundo.
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