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Cuánto hemos oído que Donostia es aburrida. Una tuitera que fue muy aplaudida lo resume: «Es un peñazo para los jóvenes. No se mezclan, no bailan, no gritan, no son espontáneos». Y no me digas por qué lo relaciono con una 'calle de la memoria' ... de los años 20 (siglo XX) en la que Mikel Gurpegi recoge una opinión contra las puestas de largo tempranas: «Se les pone demasiado pronto y las chicas de 23 parece que tienen más y se les considera unas maulas». Las mamás -se explica en el periódico de la época- lo hacen cuanto antes para que les acompañen a pésames, funerales y visitas de enfermos. ¿Así que todo viene desde entonces?
Un siglo más tarde, ésta que lo es, una callejera diría mi madre, una senderista urbana digo yo, cree que puede decir algo al respecto. La gente se mezcla, cómo no, gritan a base de bien y bailan todo el rato en la calle ante las cámaras de los móviles sin ningún apuro. Ahora, ¿menos que en Murcia? No sé.
En mis exploraciones ciudadanas es posible que me haya cazado el coche-cámara de Google en varios lugares. Y añado: «Eneko Goia, pregúntame lo que quieras, que estoy al tanto de lo que pasa aquí». Por eso expongo: ¿Cuándo hubiéramos pensando encontrarnos a cientos de personas con café por la calle, haciendo posturitas en el Paseo de Francia o a un chico ejecutando un espagat en pleno paso de peatones de la calle Etxaide y sujetando un ramo de flores? Necesito una beca para continuar exploraciones nocturnas, que me faltan datos.
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