Secciones
Servicios
Destacamos
Pues sí. Somos los hijos de quienes no fueron a terapia, de quienes lo hicieron lo mejor que pudieron, en una cultura que dio la espalda a lo emocional. Y aquí estamos, sin envidiar a las señoras de las primeras páginas del Hola que enseñan ... fincas y casoplones. «Aquí no paramos -dice la señora que me toca en la semana que voy a la pelu- porque damos paseos a caballo, organizamos partidos de polo, cuidamos el jardín y recogemos verduras del huerto». Un trajín. Me la imagino con una cesta cogiendo tres tomates.
Como no tenemos caballos ni huerto vamos al supermercado. Y como tenemos carencias en educación psicológica, me pregunto cada vez por qué al chico que pide dinero en la puerta de la tienda siempre se lo doy al salir. Al entrar le saludo amablemente. El sábado lo vi claro. Después de comprar productos tan prescindibles como kéfir con arándanos o queso burrata y albahaca para la ensalada de tomate, me ataca el remordimiento y al chico le doy un euro. Pues trauma desbloqueado.
Otra cosa es en el paseo de la Concha, donde tengo que elegir si le doy unas monedas a la señora que canta mariachis, a los de las marionetas, la pareja de bailarines, al solista o al grupo con contrabajo, a los malabaristas o al dibujante playero en la arena. Finalmente alterno disciplinas artísticas a las que subvencionar y me voy pensando en qué cruz debe ser vivir en Alderdi Eder y escuchar durante horas esas tabarras musicales. O sea, sin traumas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.