
Cazador de Aginaga desaparecido en Cuenca
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Cazador de Aginaga desaparecido en Cuenca
«Nuestro hermano Joxe no ha desaparecido por voluntad, es como si lo hubieran abducido»«Es como si lo hubieran abducido los extraterretres, porque no hay rastro de él ni del perro, y lo están buscando más de 40 ... personas, con drones, perros y el helicóptero de la Guardia Civil». El aginagarra Juan Pagola no se explica qué ha podido pasar a su hermano Joxe, de 67 años, desaparecido desde primera hora del domingo en un coto de caza de Cuenca, cuando iba acompañado con un amigo donostiarra que reside con ellos en el caserío familiar. «Ni ha desaparecido por voluntad propia ni tampoco lo han secuestrado. ¿Que pudo tener una indisposición? Podría ser, pero ¿no lo han encontrado? ¿Y el perro? Tampoco se ha ido a ningún sitio, porque el coche estaba donde lo dejaron», añade. «Es todo muy raro», apostilla a su lado Antonio Murua, amigo de la familia. Dos sobrinos del desaparecido se desplazaron ayer hasta el lugar.
De momento todo son incógnitas en el caserío Iruintxo Zarra del barrio usurbildarra de Aginaga, donde el domingo esperaban a Joxe para cenar. A él y al vecino con el que el pasado miércoles se desplazó a Buenache de la Sierra para pasar el puente de El Pilar al pase de zorzales. Estaban alojados en una casa en Carboneras de Guadazaón. Como los días anteriores, según explicó el vecino y reconstruyen para este periódico Juan Pagola y Antonio Murua, Joxe condujo antes de que amaneciera los más de 45 minutos hasta el coto El Ensanche de Buenache, cerca de los lindes con el municipio de La Cierva. Aparcó junto al puesto número 15, dado que a partir de ahí el camino se complicaba, para recorrer a pie los alrededor de 700 metros casi en línea recta hasta el puesto seis, el suyo. Joxe cargó con la escopeta y su amigo cogió la mochila con los cartuchos, porque no es cazador y solo iba de acompañante. «Nuestro hermano mide 1,85m y pesa 130 kilos –apunta Juan–. El peso nunca fue un lastre para él, porque no había quien le siguiera pateando. Ahora sufría de las rodillas, y por eso iba con compañía».
Por este motivo, el amigo decidió caminar monte a través cerca de la línea de puestos, iluminándose con un frontal, y dejó su móvil a Joxe –que es «antimóviles y no tenía»– para que se valiera de la función de linterna mientras continuaba por un sendero hasta el puesto. Sin embargo, nunca llegó a lugar. Extrañado por la demora de Joxe, su compañero de caza dejó los cartuchos en el puesto y salió a su encuentro. A medio camino encontró uno de los dos perros, pero no el segundo ni tampoco a su dueño.
Sin coche ni teléfono móvil y con el pueblo más cercano «a 8 kilómetros en línea recta» según un cazador oriotarra que se encuentra en la zona, se las apañó para dar la voz de alarma. Durante el día de ayer prestó declaración en el cuartel de la Guardia Civil en Carboneras. Según fuentes policiales, todas las hipótesis están abiertas. Incluso que estén implicadas terceras personas. «Los dos se llevaban bien. A estas alturas piensas cualquier cosa, pero no que le hayan podido matar», explican en el caserío, adonde la noticia llegó «sobre las seis de la tarde», en plena sobremesa dominical tras una parrillada.
Según explican, durante esa misma tarde ya se emprendió una búsqueda. «Sabemos que la Guardia Civil empleó cámaras térmicas, pero no detectaron nada». La búsqueda se reanudó ayer por la mañana, una vez se levantó la niebla que hizo imposible el vuelo de drones y helicóptero.
Unos amigos de Orio fueron los que descubrieron a Joxe esta zona cinegética. Acudió una vez hace cinco años también con su vecino y la segunda, ahora, con la idea de volver en Navidad. Precisamente, el sábado por la tarde, uno de los oriotarras acompañó a los aginagarras hasta el puesto, para que supieran su ubicación.
Este hombre participó ayer en los rastreos, liderados por agentes de la Unidad de Seguridad Ciudadana y Seprona de la Guardia Civil. «Se ha ido ampliando el radio de búsqueda, hasta unos 5 kilómetros en línea recta», explica. Es una zona de pinares y sabinares, «toda muy igual. Es como perderte en el mar, que todo es igual», enfatiza. «Han buscado con drones y perros, pero quién te dice que el cuerpo no está entre zarzas».
La familia no pierde la esperanza. «No ha podido ir muy lejos, porque físicamente no estaba para caminar 20 kilómetros hasta otro pueblo».
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