Ramón Iriarte, ante el juzgado de paz de Andoain que regenta desde hace 36 años. Arizmendi

Jueces con demasiada paz

Reforma legal. ·

Los juzgados de paz no pueden desde esta semana oficiar bodas, una de las escasas competencias que mantenían después de ocuparse históricamente de las faltas judiciales y el registro civil

Gaizka Lasa

San Sebastián

Domingo, 6 de abril 2025, 00:11

Ayer tenía boda. La primera que ha suspendido. «Les dije a los novios que les ayudaba a contactar con algún concejal». Desde el 4 de ... abril no puede oficiar. La Ley de eficiencia del Servicio Público de Justicia quita a los juzgados de paz la competencia de celebrar matrimonios. «Era de lo poco que nos quedaba. Yo creía que en esta reforma nuestra figura desaparecía. Somos el último mono». Lo dice Ramón Iriarte, juez de paz de Andoain desde los 28 años. Ahora tiene 64. Ha ejercido distintos roles, «pero nos han ido quitando competencias». Con franqueza y cierta nostalgia, zanja que «ahora solo nos queda recoger los sobres de los votos cuando hay elecciones y llevarlos a la junta electoral».

Publicidad

Considera Iriarte que «en los pueblos pequeños este cambio seguramente no va a tener una gran repercusión. Casi todas las bodas las ofician alcaldes o concejales. Otra cosa será en municipios medianos o grandes. Los perjudicados van a ser los novios. No siempre están libres los cargos públicos y acudir al notario es más caro. Nosotros lo hacíamos gratis y dábamos libertad de horarios. Nos hemos americanizado y lo que tiene que ver con el acto legal solo es la firma del acta. La celebración va por otra vía. Antes se llevaba venir los viernes por la tarde a hacer los papeles y olvidarse. Ahora se lleva más los lunes, después de la fiesta. Entre otras cosas porque así las vacaciones empiezan a contar desde el martes. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que los que se casan tienen que cumplimentar el expediente en el pueblo donde viven pero se pueden casar donde quieran. A mí me ha venido mucha gente de Donostia y de Irun. Los expedientes los tramitaban allí, venían aquí y yo firmaba el acta. Habré hecho más de mil bodas».

En este sentido, aclara que «para el juzgado de paz no baja el trabajo por bodas porque los expedientes los siguen tramitando en cada pueblo. Solo cambia que no puedes oficiar la ceremonia. ¿Por qué? ¡Por el artículo 33! Lees la exposición de motivos de la ley y no entiendes nada».

Tampoco debe de estar muy convencido el ministro de Justicia, Félix Bolaños, quien ha insinuado que tal vez se devuelva a los juzgados de paz la competencia para celebrar matrimonios. «Yo creo que era bueno, estaba socialmente aceptado, era fácil y era barato», ha declarado recientemente.

Publicidad

La institución del juzgado de paz tiene 175 años. Explica Iriarte que «se creó para que fuera el primer escalón de la administración de justicia, de manera que en cada pueblo, allá donde no hay juez de carrera, haya un juez de paz». En Gipuzkoa, hay uno en todos los municipios excepto en Donostia, Azpeitia, Tolosa, Bergara, Eibar e Irun, que tienen su juzgado de primera instancia. «Nuestra función es dar ayuda a juzgados superiores. Por ejemplo, nos ocupamos de las citaciones que nos llegan de Tolosa. Auxilio judicial se llama. No sé lo que pasará con nosotros pero lo que es la ayuda –tramitación más cercana– para aliviar a los juzgados sigue siendo necesaria».

Hubo un tiempo en el que el juez de paz tuvo mayores atribuciones. Se acuerda bien Iriarte de aquellos años políticamente más convulsos «donde nos ocupábamos de las llamadas faltas judiciales. Básicamente insultos a la Ertzaintza o la Guardia civil. Aquí, en Andoain, o en Errenteria, había mucho volumen. También con las pintadas en las paredes. En Hernani llegaron a lanzar cócteles al juzgado de paz. Nos fueron quitando competencias. Primero las pintadas y desde 2015 desapareció la falta judicial, de manera que las amenazas o insultos pasaban a ser delitos leves. Ya no nos correspondía».

Publicidad

Músicos, veterinarios...

¿A qué se dedicaba entonces el juez de paz? «Muchas veces eran trabajos de mediación. Venía uno que igual solo quería que el otro le dejara en paz. Pues hablabas con el otro y tratabas de solucionarlo. Si no había más remedio, hacías un juicio. Desde 2015 dejamos de hacerlos. Y de lo que era registro civil (nacimientos, fallecimientos, permiso para enterrar, cambios de apellidos en euskera) solo nos quedaba casar, que también nos lo han quitado».

Ramón es licenciado en Derecho, pero el juez de Errenteria era músico y el de Hernani veterinario. No se piden estudios concretos para el cargo. Solo no tener antecedentes. «En mi época se decía que tenía que ser un hombre bueno, con sentido común. Alguien que generase confianza en el pueblo».

Publicidad

El económico no es precisamente un motivo de atracción. La ley estipula unos tramos en función de los habitantes del municipio. «Los que más, no llegarán a ganar 5.000 euros al año», revela Iriarte. Añade que «nos paga el Estado, pero no cotizamos a la seguridad social. No nos hacen nóminas. Para la renta sí tributamos, pero no cotizamos para la seguridad social. No es un trabajo».

De hecho, Ramón tiene su empleo en una agencia de seguros. «Vengo al juzgado por la mañana a primera hora por si hay que firmar algo, me voy y vuelvo al mediodía por si hay documentación que revisar. Nada más».

Publicidad

Con naturalidad y algo de perplejidad corrobora el vacío la juez de paz de Abaltzisketa, Alaitz Murua. «Mi madre había sido antes juez de paz y me cuenta que solía tener algo más de actividad. Me apunté porque estaba en paro y con la intención de tener algo que hacer. Creía que sería más, sinceramente. Alguna vez tengo que firmar algo, pero poca cosa. Cada vez más, todo está digitalizado. Lo que sí toca hacer es recoger los sobres de los votos en las elecciones y llevarlos a Donostia. Voy en taxi, los entrego y vuelvo».

Desde Abaltzisketa explican que «lo referente a los nacimientos, defunciones y bodas sí que se llevaba desde aquí, pero ya se hace desde Tolosa. En cuanto a conflictos locales, apenas hay».

Por otra parte, no siempre el juez titular está en activo. Se requiere en ese caso la figura del sustituto. Ane Arriola desempeña esa función en Orio. «Me apunté animada por mi prima, que era jueza de paz, pero sacó una plaza pública después de estudiar Derecho y la ley dice que no es compatible compaginar ambos cargos. Llevo de sustituta desde 2019: para cuando el titular tiene su mes de vacaciones y para cubrir su baja. Se elige cada cuatro años y, en nuestro caso, tenemos una bolsa de trabajo para quienes se quieren apuntar. Yo lo hice porque no exige mucho tiempo y es una manera de ganar un plus respecto a tu trabajo».

Noticia Patrocinada

Puede ocurrir que en una localidad no haya ningún candidato. Ramón Iriarte cuenta que «en los tiempos que había muchas movidas en Hernani y Lasarte no había nadie para ocupar el puesto. Lo que se hace entonces es prorrogar el del pueblo de al lado. Yo estuve un tiempo siendo juez de paz de Andoain y Lasarte al mismo tiempo». Lo mismo ocurre en municipios pequeños.

Ane Arriola refleja otra de las realidades más características de los juzagdos de paz. «La mayoría de las funciones las hacen en secretaría. A las juezas nos corresponde hacer acto de presencia en determinadas circunstancias, de firma de actas y demás. Eso sí, te toca estar el día de las elecciones para llevar los votos al Palacio de Justicia».

Publicidad

Salvo que el Gobierno rectifique, los juzgados más próximos al ciudadano en 82 de los 88 municipios guipuzcoanos seguirán condenados a una paz excesiva, cuando no a una subsistencia testimonial.

Ramón Iriarte traza un paralelismo sugerente. «Muchos vienen para aclarar dudas. Nos vienen como les iban antaño a los curas. A contar problemas. A que les escuches». Hace tiempo que la Iglesia afronta el debate sobre el déficit de sacerdotes. La Justicia inicia esta semana su reflexión sobre los juzgados de paz.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad