¿La inteligencia artificial también llegará a los juzgados? DE LA HERA
El árbol de la ciencia

Justicia digitalizada

Como en Medicina, protocolizar la toma de decisiones judiciales reduce el ruido del proceso sentenciador

Domingo, 29 de enero 2023, 07:58

Una sentencia judicial no debería depender del juez asignado al caso, ni de si fuera hace calor o frío, si es antes o después de comer, si un equipo deportivo ha ganado o si el juzgado es Neymar. Y, sin embargo, sucede. La razón es ... que la decisión depende del juicio humano y existen factores que lo contaminan. Unos son internos y personales y se denominan sesgos cognitivos; otros son propios del entorno y se agrupan bajo el término de 'ruido'. El Nobel de Economía Daniel Kanheman, junto con Cass Sunstein y Olivier Sibony, abordan el tema en su libro 'Ruido. Un fallo en el juicio humano'. El ruido y los sesgos también influyen en el analgésico que un médico receta, en el proceso de diagnóstico, en el VAR futbolero o en la selección de personal, pero su impacto en el ámbito de la Justicia es especialmente dramático. En 1973, el juez Marvin Frankel pensó que no era aceptable que individuos juzgados por el mismo delito recibieran sentencias diferentes y cuestionó la discrecionalidad judicial. Una sentencia no podía depender de las opiniones y predilecciones del juez, aunque fuese de modo involuntario, inconsciente. La Justicia no podía ser discriminatoria. Impulsó la realización de un amplio análisis de la situación y confirmó su hipótesis. Desde entonces, otros estudios han constatado hechos tan sorprendentes como que un juez es más indulgente el día de su cumpleaños, si su equipo ganó o si dicta la sentencia tras comer. Y que diferentes jueces emiten sentencias distintas ante casos idénticos por cuestiones no sujetas a interpretación, como la concesión de asilo a refugiados de un mismo país.

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Con estos argumentos y el apoyo de Edward Kennedy, senador demócrata hermano de JFK, Frankel consiguió que se promulgara la Ley de Reforma de las Sentencias. Su objetivo era reducir el ruido en las sentencias restringiendo la discrecionalidad del magistrado. Una comisión de juristas elaboró unas directrices basadas en la pena media de millones de sentencias dictadas los años previos. Un loable intento de protocolizar la toma de decisiones, semejante al que se emplea en Medicina y que atenúa el ruido en el proceso diagnóstico y reduce errores. Sin embargo, la Ley se encontró con un aluvión de críticas, casi todas en la misma dirección: El precio de disminuir el ruido era tomar decisiones inaceptablemente mecánicas. Las directrices privaban al juez de valorar de forma adecuada las particularidades del caso. Para los togados, la necesidad no era de ceguera, sino de conocimiento, de equidad. Y esto solo puede darse en un juicio que tenga en cuenta la complejidad de cada asunto. Impugnación tras impugnación, la Ley se abolió en 2005 y las directrices quedaron en algo meramente consultivo. Como afirman los autores, el acto de juzgar es difícil porque el mundo es un lugar complicado e incierto que funciona sin reglas morales universales.

Han pasado 50 años y la sociedad ha cambiado de la mano del progreso científico. Aquel primer intento de automatización ha sido retomado por la judicatura española. Jueces e ingenieros trabajan en crear programas de inteligencia artificial para aplicar en el juzgado. En un momento en el que decisiones complejas (aunque de otra naturaleza) se apoyan cada vez más en algoritmos, ¿tendrá éxito el intento de computarizar el proceso sentenciador? Los responsables del proyecto aseguran que no se trata de convertir al juez en un robot, sino de facilitar su trabajo con la ayuda de la inteligencia artificial. Comenzará con asuntos simples, como divorcios de mutuo acuerdo, órdenes de desalojo o despidos. Es probable que finalmente solo se apliquen en casos sencillos, de lógica automatizable y con escaso componente emocional, porque es muy improbable que un algoritmo pueda sopesar eximentes, premeditaciones, intencionalidades y emociones complejas. Ni hoy, ni en el futuro. No obstante, se ganaría ecuanimidad y rapidez, elementos críticos de la Justicia. Por cierto, ¿hay algoritmos para asegurar una convivencia independiente con una política respetuosa? Nos va la democracia en ello.

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