
El blanco lechoso de esta joya subterránea que se esconde bajo el macizo del Hernio contrasta con las paredes negras de lo que un día ... fue la mina de carbón Alzola. Han pasado dos décadas desde su descubrimiento por parte de un grupo de espeleólogos guipuzcoanos, pero este río de 'leche de luna' único en el mundo sigue ahí, inalterable, y ahora se hace nuevamente visible gracias a las imágenes captadas por el grupo Akerbeltz que ha tenido acceso a estas galerías, cerradas al público desde hace dos años por su inestabilidad y a las que solo es posible descender con autorización expresa.
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La llamativa sustancia, esa masa viscosa blanquecina y brillante formada mayoritariamente por calcita, es habitual en cuevas de todo el planeta, e identificada desde que fue hallada en la caverna a la que debe su nombre (Höhle Mondmilchloch) situada en el monte Pilatos de los Alpes suizos en el siglo XVI. Pero lo extraordinario de su presencia en el subsuelo guipuzcoano es su liquidez y el tamaño de esa balsa blanca. Si normalmente cubre en estado más sólido uno o dos metros cuadrados de paredes, suelos, estalactitas o estalagmitas de muchas cavidades subterráneas, bajo el Hernio, forma un 'río' que fluye «muy lentamente», es «como una balsa de agua» que se extiende en estado líquido por una galería de unos 150 metros de largo.
El análisis realizado en 2005 por los especialistas Carlos Galán y Eric Leroy tras el hallazgo concluyó que este río está formado mayoritariamente por cristales de gibsita muy pequeños (nanopartículas) que unidos a la abundante agua confieren ese estado líquido único en el mundo. «Es espectacular, sorprende cada vez que lo ves», asegura Iñaki Alonso, uno de los miembros del grupo de espeleología Akerbeltz que acaba de visitar de nuevo este lugar, situado junto a Aizarna. La «película» de leche de luna tiene unos dos centímetros de grosor y está cubierta por el agua. Y «llama mucho la atención además por el contraste con el carbón mineral negro de esta mina», situada a unos 20 ó 30 metros bajo tierra, describe el espeleólogo, que teme que el mal estado de la mina acabe sepultando dentro de unos años este singular tesoro. La gruta, añade Alonso, esconde también otros colores que sorprenden. «Hay mucho naranja y amarillo» derivado del óxido de los minerales que en su día se extrajeron.
Una imagen única que añade espectacularidad a esa sustancia de nombre exótico que antaño sirvió como bálsamo medicinal o para cosméticos, y que las leyendas populares mencionaban como los ríos lechosos en los que se bañaban las lamiak.
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