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En el imaginario colectivo una madrastra es una mujer malvada, que busca por todos los medios que su pareja se aleje de sus propios ... hijos e incluso encuentra las maneras de hacer daño a los pequeños. «Disney ha hecho mucho daño», asegura Priscilla dos Santos, educadora familiar de disciplina positiva. Su intención es dar la vuelta al concepto peyorativo de la propia palabra ya que no existe otro término para denominar «a todas esas mujeres que cuidan y quieren a los hijos de sus parejas», dice Dos Santos. «Es una realidad a la que tienen que adaptarse tanto ellas como los propios niños, y de entrada entre las primeras cosas con las que se encuentran es con una palabra que cuando se dice en alto produce rechazo. Solo en 2022 según el INE (Instituto Nacional de Estadística) se produjeron 81.000 divorcios».
Priscilla presume de ser una de ellas. «Me gusta que digan que soy una madrastra. Me resulta bonito». Desde su consulta en Astigarraga ha creado la comunidad 'Somos madrastras' con el objetivo de cambiar el concepto de la palabra y acompañar a mujeres que tienen que buscar su hueco en esa nueva familia. «La gente no está habituada a hablar con normalidad de ser madrastra, de lo que supone. La sociedad juzga mucho y lo hace para mal», sentencia.
No le gustan los eufemismos. «Soy una madrastra, y soy una buena madrastra. Les quiero y me quieren», comenta sobre su propia experiencia. «Y de momento no tenemos otra palabra para ese papel, así que debemos empeñarnos en cambiarlo», defiende. «Cuando te vas a vivir con una pareja que tiene hijos no puedes ser 'la novia de papá' una vez que estás ya en casa. Eres algo más que 'la novia de papá', soy una mujer que te va a cuidar y querer y que tiene muy claro que no soy tu madre, que tienes una madre y que mi papel es otro».
En ese camino de aprendizaje en la convivencia las madrastras pueden encontrar «mucha soledad y sentimientos encontrados». «Te enamoras de un hombre, consideras que es el momento de compartir tu vida con él, sabes que tiene hijos e intentas dar lo mejor de ti, pero no es fácil. Hay muchas creencias y prejuicios. Desde la propia sociedad que a veces entiende que quieres ocupar el lugar de su madre, cosa que no es cierta, a que buscas distanciar a los hijos del padre en el reparto del cariño, cosa que es aterradora. Son todo estereotipos de cuentos aterradores que se nos han quedado grabados en la memoria colectiva. Me duele cuando veo que hay gente que se sorprende de que me lleve bien con mi hijastra. Y me sorprende ver las reacciones en el parque cuando dice orgullosa que está con su madrastra. Veo las caras y algunas me han llegado a decir todo sin abrir la boca».
Recomienda a las parejas que cuando quieran dar el paso a la convivencia haya «mucha comunicación». «Es fundamental que cada miembro de esa pareja diga qué espera de esa relación ya que, en ocasiones, se llega con muchos miedos. Para ella porque tiene que pelear contra esas ideas preconcebidas de lo que erróneamente se adjudica a una madrastra, porque no sabe cómo acertar para que toda la ecuación de la nueva familia cuadre... Para él, porque viene de un divorcio, de un proyecto de convivencia que no salió bien, porque no quiere que sus hijos sufran». Con todo, Dos Santos insiste en que son los adultos los que deben tomar las decisiones. «Hay que explicarles a los pequeños, y no tan pequeños, que es una decisión de adultos, que se han enamorado, que quieren vivir juntos».
La educadora familiar de disciplina positiva invita a cuidar con mimo el primer encuentro con los hijos. «Es importante saber cómo hacer las presentaciones y cuáles van a ser las palabras a utilizar. Yo recuerdo cuando me presentaron a mi madrastra, me dijeron que era la amiga de mi papá, tenía 8 años, y me sentí engañada. Sabía que no era una amiga como tal. Mi recomendación es decir que esa persona es tu pareja», asegura.
Lejos de lo que se pueda creer, los más pequeños no son los que más difícil lo pueden poner. «Con adolescentes es más complicado, cuantos menos años tienen más fácilmente aceptan, por lo general, los cambios», explica. Antes de llegar a una situación que nadie desea recomienda acudir a ayuda profesional. «Buscar la fórmula para crear entornos más saludables para los niños y las familias. En mi caso intento crear espacios acogedores para madrastras donde puedan compartir sus experiencias sin juicios».
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