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La madre que tiró a su hija recién nacida a un contenedor de basura en Donostia hace dos años no podrá acercarse a su ... hija en 17 años, una medida de alejamiento dictada en la sentencia de la Audiencia Provincial de Gipuzkoa a la que ha tenido acceso este periódico. La resolución judicial ratifica la condena de once años de cárcel que había pedido la Fiscalía y con la que estaba conforme la defensa. «Ella admite su responsabilidad y asume una condena grave como es esta de 11 años y 3 meses. Se arrepiente y es consciente de que ha de cumplir con la prisión por aquello que hizo», manifestó en la última sesión del juicio celebrado el pasado mes de diciembre la abogada Mari Paz Casado, letrada que ha representado a la encausada.
La Fiscalía había rebajado la petición de pena de cárcel, de 19 años a 11 años, tras valorar el «reconocimiento» de los hechos por parte de la madre, que pidió perdón por lo sucedido la noche del 22 de noviembre de 2016. «Me arrepiento de lo que hice. Fue una situación que me superó totalmente. No sé qué pasó por mi cabeza para hacer lo que hice. Lo siento, perdón por lo que he hecho», señaló la progenitora en la última sesión del juicio ante el tribunal de la Audiencia. El fiscal, Javier Larraya, recordó en su informe de calificación que, una vez detenida, la mujer admitió su implicación en los hechos y colaboró con los agentes. Sin embargo, también detalló la batería de pruebas que incriminaban directamente a la progenitora y por las que ahora ha sido condenada.
En concreto, la sentencia le considera culpable de un delito de asesinato en grado de tentativa, con la circunstancia agravante de parentesco. La pequeña fue encontrada horas después por dos jóvenes entre bolsas de basura, lo que le salvó la vida. Los servicios sociales la bautizaron con el nombre de Ane y fue dada en acogida a una familia.
La Audiencia también inhabilita a la progenitora para el ejercicio de la patria potestad sobre su hija biológica y le prohíbe acercarse en un radio de 200 metros a su domicilio, centro escolar o cualquier lugar donde se encuentre o sea frecuentado por ella. Y le prohíbe comunicarse por cualquier otro medio durante 17 años. La sentencia puede ser recurrida, pero la abogada de la defensa ya comunicó que estaba conforme, como publicó este periódico.
Los hechos de este caso tuvieron lugar sobre las tres de la madrugada del 22 de noviembre de 2016 cuando dos jóvenes camareros de una cervecería donostiarra que se dirigían al Paseo Nuevo a recoger su coche al término de la jornada laboral, escucharon un llanto procedente de uno de los cuatro contenedores de basura existentes en la calle San Juan, junto a la plaza Zuloaga. Uno de los chicos asomó la cabeza por encima del container y echó un vistazo al interior. El recipiente no tenía tapa. Hurgó entre los desechos, apartó unas cuantas bolsas y fue cuando vio el brazo de la pequeña, que estaba envuelta en una tela de color negro.
Los dos amigos pidieron ayuda e interceptaron la marcha de un vehículo en cuyo interior viajaban dos agentes de la Ertzaintza de paisano. Acompañados por los camareros, los policías se dirigieron al contenedor y confirmaron la veracidad de los hechos. Uno de los ertzainas recuperó a la niña y la introdujo en el vehículo policial antes de evacuarla al Hospital Materno Infantil. La pequeña pesaba dos kilos y seiscientos gramos.
Tras los hechos, la Ertzaintza se enfrentaba al reto de identificar y detener a la persona o personas implicadas en el delito. Después de más de un mes de ardua labor, agentes del Servicio de Investigación Criminal Territorial de la Ertzaintza arrestaron a la madre. La condenada es una joven nicaragüense de 28 años, que en la fecha de los hechos trabajaba como empleada del hogar en un domicilio de la Parte Vieja donostiarra, al cuidado de una mujer de avanzada edad.
En la vista también testificó el agente de la Ertzaintza instructor de las diligencias de investigación que permitieron identificar y detener a la madre. El agente detalló que los funcionarios al frente del caso trabajaron en dos líneas de investigación: una, a través del análisis de los teléfonos móviles que, según manifestó no dio resultado positivo y otra, mediante las imágenes obtenidas de las cámaras de vigilancia de la zona y establecimientos comerciales de la Parte Vieja.
En las semanas posteriores al hallazgo, los policías adscritos al Servicio Territorial de Investigación centraron su labor en la búsqueda de una persona de origen latino, dados los rasgos físicos que mostraba la niña que había sido salvada del contenedor. A partir de aquel instante, las cámaras de seguridad fueron sus grandes aliados. Comenzaron con el visionado de las más cercanas al lugar donde estaban ubicados los contenedores. El ertzaina detalló que detectaron la presencia de la encausada hasta en dos ocasiones en dicho punto, una a las 0.00 horas. La segunda de las ocasiones fue ya cuando presuntamente dejó a su hija entre las bolsas, aunque el agente manifestó que las cámaras no muestran el instante en el que arroja al bebé.
Las averiguaciones les llevaron a concluir que se trataba de una persona que conocía bien la zona centro de la ciudad, especialmente la Parte Vieja. El cerco se fue estrechando hasta que finalmente la Policía se percató de que ninguna de las cámaras detectó su salida de la Parte Vieja tras depositar al bebé en la basura. «Sabíamos, por tanto, que era una persona de origen suramericano, de unas determinadas características físicas y que residía en lo Viejo».
Los policías no tardaron en dar con una «candidata». Con la sospechosa identificada, a la Policía ya solo le quedaba certificar que era la madre. Para ello, los agentes la identificaron y al ver que tenía una orden de detención por una causa ajena a los hechos fue conducida a dependencias policiales. Allí tomaron muestras de un vaso del que había bebido agua. Los restos fueron remitidos a los laboratorios policiales que confirmaron las sospechas.
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