'Si me dejas me suicido'. 'Tu aspecto es descuidado'. 'Eres poco inteligente'. 'No vales para nada'. La violencia psicológica se instaló en casa de Ane hace 20 años en forma de insultos y vejaciones continuas, agresividad, reproches, inmitidación, control e ira desmedida por parte ... de su expareja que fue 'in crescendo' hasta que ella dijo basta. «Me llegó a decir de todo. Que no vaía para nada, daba puñetazos en las paredes, no había día que no gritara, encerraba a los niños a oscuras en la habitación… A mí me anuló totalmente y dejé de ser yo», cuenta esta mujer de 40 años y madre de dos hijos pequeños, que estuvo sumida en un mundo de sombras durante demasiado tiempo y ya siente la necesidad de 'escupir' todo lo que lleva dentro. Lo hace con determinación aunque sus manos se mueven inquietas, sin parar, al ritmo de su voz durante toda la entrevista. «Después de todo este sufrimiento que he vivido no puedo estar callada», afirma al referirse a aquellos años de «terror», un drama que viven a diario miles de mujeres víctimas de la violencia de género. Tampoco ha sido facil enfrentarse a una sala «en la que se te señala y se te hace quedar de mentirosa. El mundo de los juzgados es muy hostil», expone.
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En vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora el próximo viernes 25, habla con la esperanza de que que hacer pública su historia ayude a otras víctimas que estén en la misma situación de «confusión y terror» y de la que «poco a poco» está consiguiendo salir. Ha escrito una carta, dirigida a este periódico, donde se abre en canal y reclama un apoyo coordinado de las instituciones para todas las mujeres que sufren maltrato y alerta del actual estado de la Justicia. «Me gustaría decirte amiga que te sentirás apoyada y que aunque lleves una mochila llena de piedras, miedo y dolor, habrá gente que te ayudará a cargar con ella o a minimizar su peso. Pero no es así. La criminalizada vas a ser tú», advierte en las primeras líneas.
Vídeo.
Estrella Vallejo
Su relación con el que ahora es su expareja comenzó «muy jovencita», con 18 años. Por aquel entonces, la violencia verbal era más sutil, apenas imperceptible para ella, hasta que «el tono fue cogiendo intensidad» y la agresividad escaló a niveles peligrosos. «La primera bronca? Imposible recordarla. Ha habido tantas… De novios tenía dejes pero yo lo justificaba con su forma de ser, con que era una persona que no se sabía expresar. Yo me decía 'pero él me quiere'. Pensaba que él no era así. En mi mente la película era otra y al final lo llegas a ver como ciencia-ficción, como que eso no está pasando de verdad; coges distancia de los actos y no los llegas a analizar pero al final eso degenera tu estado mental y anímico».
Las cifras del maltrato
8mujeres y 4 menores de Gipuzkoa han sido asesinados desde la ley de 2004
1.117mujeres asesinadas por violencia machista desde 2003 en España
68años tenía la última víctima de Soraluze asesinada en Benidorm
365es el número de menores huérfanos desde el año 2013
Aquella espiral de violencia se fue intensificando y sus tentáculos se extendieron hasta dominar cada parte de su cuerpo. «Me empezó a comer la ansiedad, me encontraba muy triste, una tristeza que yo no identificaba como una depresión, no tenía ilusión por nada. Y de lo mental me pasó después a lo físico: tenía vértigos, opresión en el pecho, me costaba respirar, tenía problemas gastrointestinales, afonías, insomnio... No me veía yo, me miraba al espejo y no me reconocía. Estás agotada y muy alejada de lo que eras. Te sientes una farsa. Pero no era consciente; normalicé vivir con esa opresión y esa ansiedad», expresa esta guipuzcoana, que acabó alejándose de sus amistades y su familia «porque se te van las ganas de estar con la gente. Yo he sido una persona muy social, de estar mucho con mis amigos, y al final te vas aislando porque cuando estás en una situación así, evitas quedar porque no estás bien y se te nota y no quieres que pregunten y tiren del hilo».
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Insultos, control...
Recuerda que «él explotó cuando nació nuestro segundo hijo porque no era capaz de compartir ese amor y no ser el centro de atención. Era una agresividad continua. En casa y en público. Gritos, vejaciones, control del whatsapp… Sentía miedo». Miedo a que cualquier gesto o palabra desatase un vendaval. «Un día me pregunté en qué se estaba convirtiendo mi vida».
Hasta que dio el paso y pidió ayuda profesional para que aquella sensación de vacío y angustia asfixiante dejase de doler tanto. «Tenía un malestar generalizado en todo mi cuerpo y decidí ir al psiquiatra. En cuanto empecé a contar mi historia, cómo me sentía, me dijo enseguida: 'eres una mujer maltratada'». La reacción de Ane fue de «alivio» al saber «a qué me enfrentaba, de ponerle por fin nombre a lo que me estaba pasando».
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Sin embargo, no fue fácil encajar la realidad después de haber estado atrapada durante 20 años en una relación en la que el desprecio, las críticas y humillaciones hacia ella terminaron por anularla del todo. Pronto le inundó un sentimiento de culpabilidad y vergüenza, al igual que les ocurre a muchas víctimas de violencia machista. Es esa una de las razones por la que no deciden denunciar.
Le habría gustado decirse: 'Esto no es amor, y no es culpa mía, es culpa tuya', pero no fue así. «Sientes vergüenza por todo lo que has soportado y has permitido que sea tu casa. Te preguntas '¿pero cómo me ha pasado esto a mí y cómo lo he permitido?' Llegué a pensar que faltaba a todo el esquema de valores que me habían dado mis padres. Es un conflicto muy grande. Y sientes culpa también porque te hace creer que eres la culpable de que haya pasado todo. Me decía: 'Tú vas a romper a esta familia'; 'quiéreme que no soy tan malo'; 'los niños van a llorar cuando sepan que nos separamos, les vas a arruinar la vida'... y amenazaba con suicidarse, que le diera otra oportunidad'».
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No la hubo. «Empecé con la terapia, me separé y después puse la denuncia de violencia de género. Fui a la Ertzaintza sola. Me cogieron mi testimonio y a las 24 horas tuvimos el juicio rápido», cuenta Ane a modo telegráfico.
A partir de ese momento comienza otro calvario. Cuando «te encuentras con un entorno tan hostil como son los juzgados. Las respuestas que obtienes son agresivas, te llegan a contraatacar diciendo cosas tremendas de ti. Te hacen quedar de mentirosa y el foco lo ponen en ti. Cuando denuncias un maltrato por violencia de género la criminalizada eres tú y el maltratador se convierte en un pobre hombre, prácticamente en una víctima tuya. Esta es la realidad en la que vivimos. El foco se pondrá automáticamente en ti, y no en él. Da igual la cantidad de pruebas que lleves; en los procesos de maltrato se mantiene una presunción de inocencia del maltratador hasta límites insospechados. Ni los cuatro informes profesionales que indican que he sufrido un maltrato psicológico extremo y vejaciones continuas, tienen validez. Tampoco el testimonio de varios testigos de cómo nos trataba a mí y a los niños. ¿Qué más tengo que demostrar? A veces pienso que si vas con la cara morada a lo mejor te dicen si no te la has golpeado tú, porque la Justicia es tan tremenda en los casos de maltrato… Es encontrarte con una pared».
La impunidad de estas situaciones agranda la sensación de inseguridad en las mujeres y su desconfianza en la Justicia. Aunque desde las instituciones se lance el mensaje de 'no estás sola', el sentimiento es el contrario por parte de muchas mujeres, tal y como le ocurre a ella. Reconoce que le «costó» denunciar porque «a pesar de lo que has sufrido con él sientes que le debes lealtad. ¡Es increíble! También es por miedo, claro». Y es que el vínculo con el agresor puede hacerles creer que es un 'buen hombre' o sentir compasión.
El empuje para muchas mujeres para dar un paso al frente suele ser querer proteger a sus hijos de esa situación de riesgo si continúan conviviendo sus agresores, aunque en ocasiones resulta difícil poner una denuncia cuando no se es plenamente consciente de la situación que se está viviendo. «Si hay algo que me mueve en todo este proceso en el que estoy inmersa es conseguir la protección de mis hijos y preservar ante todo su salud mental, así como poder ayudar a mujeres que estén en la misma situación de miedo, confusión y terror que yo he vivido».
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Ane entró en un programa de apoyo a mujeres maltratadas «que te pueden ayudar a gestionar tu dolor y recomponerte del dolor sufrido, pero ver el estado actual de la Justicia te empieza a doler. Duele porque estamos muy lejos de donde decimos estar como sociedad y como sistema, y te toca oír que quien te ha maltratado a ti y a tus hijos tendrá una custodia compartida sí o sí». En su caso, señala, «además es una persona que nunca ha mostrado interés por sus hijos. Yo quiero protegerles. Esto desespera. No se entiende que se vaya a cerrar antes el proceso familiar (se decide la custodia) que el proceso penal (donde se le juzga por violencia de género). La realidad que tenemos no es otra que protección al maltratador e indefensión a las maltratadas y sus hijos», expone esta mujer, que «suplica» que la Justicia se asegure en manos de quién dejan el cuidado de un hijo antes de dejarlo con la persona a la que has denunciado por maltrato.
La custodia
Por ello pide agilizar los pasos de las pruebas psicosociales en los juzgados. «Pero no se pueden dar custodias a posibles maltratadores porque esos niños han estado expuestos y totalmente indefensos. En este momento el sistema va a la inversa de lo que yo creo que debería: primero se establece el tipo de custodia, luego llegan las pruebas psicológicas y psiquiátricas del juzgado. No soy capaz de entenderlo. ¿Acaso un maltratador puede ser un buen padre y no herir la integridad física y mental de su hijo? ¿Qué hay que esperar, a dejar niños rotos para que se actúe? Las cosas tienen que cambiar y para que todo esto funcione se necesitaría mayor interacción entre todas las instituciones involucradas: ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Emakunde, Casa de la Mujer…».
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También lanza un toque de atención a la sociedad. «No puede haber un silencio abrumador de toda la sociedad ante esta situación ni limitarnos a inundar las calles de morado. La situación debe cambiar», reclama Ane, al tiempo que admite que «es verdad que las mujeres maltratadas no gustamos. Visibilizamos una parte de la sociedad que muchos quieren tapar e invisibilizar. Pero aquí estamos gritando la verdad de lo que hemos vivido en nuestras casas y hemos estado tapando tanto tiempo».
Explica que en su caso ha contado con mucho apoyo de sus seres queridos. «Tengo mucho apoyo familiar y de mis amistades» aunque a menudo el entorno -«compañeros de trabajo, conocidos...»- no siempre comprende a las mujeres que han sido víctimas, lo que deriva en situaciones de aislamiento y ocultación del maltrato. «Yo he sentido lo de 'no será para tanto', 'estás exagerando', 'es el padre de tus hijos...' y por verme a través de los ojos equivocados he terminado como he terminado, en un maltrato, no reconociéndome, apagada, sin ilusión de vivir, sometida».
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Pero «ahora nadie me va a decir quién soy. Soy ajena a toda crítica. Una no se puede ver a través de ojos ajenos», afirma con entereza, la misma que mantiene durante toda la entrevista, aunque cuando habla de sus hijos se toma un respiro. «Ellos han sido el motor por el que me levantaba cuando estaba siendo maltratada. Ahora se les nota nerviosos, intranquilos... Al final hay muchos mensajes negativos de su padre hacia mí y eso repercute en su estado. La niña pequeña muerde mucho las cosas, a esa edad no verbalizan ni se expresan como un adulto. Vienen muy alterados después de estar con su padre, desordenan la casa de forma patológica».
«Quiero vivir»
Ane saca fuerzas «gracias a haber salido de la situación y saber que hay vida y gente maravillosa. Si pienso en todo lo que me ha pasado… ¿algo merece la pena? Pues todos los días me levanto y digo: venga, un nuevo día, levántate, ponte guapa, lucha, dedícate un tiempo a demostrar tu verdad. Después de vivir una violencia de género he llegado a ver la ciudad con otros ojos porque yo no veía. Ahora contemplas todo porque eres libre y ves todo con los ojos de la ilusión». ¿La peor secuela del maltrato? «Todo el tiempo que has perdido con esa persona, renunciar a todo tu proyecto de vida con una persona inadecuada, que te ha maltratado». Por mucho que rebusque en su memoria es incapaz de encontrar algún recuerdo bonito. «Pero tienes dos alternativas: anclarte en el papel de víctima o decirte 'quiero vivir'. Yo he optado por la segunda. Disfrutar de mi familia, mis amigos y de todo lo maravilloso que tiene la vida».
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