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El barrio de San Martín debe su nombre a la ermita que, dedicada al santo, existió en la calle que lleva su nombre. Fue una ... excepción, junto al barrio de Santa Catalina, en la villa medieval que no permitía construir fuera de las murallas que cercaban el recinto cívico-militar, con el fin de tener despejados los arenales en caso de ser sitiada. Se autorizó Santa Catalina para que tuvieran lugar donde alojarse quienes, trabajando en el puerto del Urumea, terminaban su tarea al anochecido, cuando las puertas de la ciudad quedaban cerradas.
Parecida fue la situación de San Martín, a medio camino entre la ciudadela y el antiguo (de ahí su nombre) San Sebastián: para refugio de los viajeros y caballerías que desde el Camino Real, por Oriamendi, llegaban de noche, sin acceso al interior de la población, se abrieron algunas posadas y servicio de postas. Llegados a este punto, puede volverse la vista atrás y repasar uno de los capítulos más tristes de la historia donostiarra: el de sus incendios, que motivaron el crecimiento de San Martín, recordando que las últimas casas del viejo barrio desaparecieron en 1902.
Los primeros incendios de los que se tiene noticia en lo que actualmente conocemos como la Parte Vieja, es decir, en la ciudadela rodeada de murallas, se produjeron los años 1266 y 1278, destruyendo totalmente sus edificios. El tercero comenzó en la calle Puyuelo, hoy Fermín Calbetón, el año 1338, y el cuarto, en 1361, en la plaza de la Higuera, hoy de Sarriegui.
Fue en la calle de la Moleta o Lamoleta, que se cree cercana a San Vicente, donde en 1397 comenzó el quinto incendio importante. El sexto, el año 1433, se produjo por circunstancias que la historia no concreta. La ciudad sufría una importante epidemia de peste y, ante las muchas víctimas mortales que ocasionaba, se decidió abandonarla y refugiarse en distintos caseríos. El incendio se originó en una casa de la calle del Pozo, comienzo de la de San Juan, cuando no quedaba vecindario, por lo que cronistas hay que deducen la voluntaria provocación del fuego, siguiendo la entonces costumbre de atajar las epidemias quemando las propiedades.
El último de los que en este comentario se cita, y que nos llevará al barrio de San Martin, está fechado el 28 de enero de 1489. Nuevamente quedó destruida la parte antigua de la población, salvándose tan solo tres casas-torre. Quedando el consistorio sin poder dar cobijo a sus habitantes, con carácter provisional, se autorizó construir en San Martín al tiempo que, reinando los Reyes Católicos, comenzó a generalizarse el que, para evitar nuevos incendios, las casas, hasta entonces de madera, fueran reconstruidas de piedra.
El estratégico emplazamiento que ocupaba San Martín hizo que la provisionalidad se prolongara durante siglos y en su entorno, en un ambiente nómada y trashumante, se multiplicaran los establecimientos y profesiones propias del lugar.
En 1559, el obispo de Pamplona dio permiso para, al pie de San Bartolomé, erigir una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de San Martín y, al pie de San Bartolomé, el siglo XVIII, Felipe V dictó una Real Cédula autorizando una morada para los pobres de San Sebastián, que sería la Real Casa de Misericordia, junto al hospital de San Lázaro y el cementerio.
Con el tiempo, llegó a crearse un pequeño 'polígono industrial' en el que había talleres de coches y fábricas de ruedas, jabones o curtidos, junto a escabecherías, cervecerías y vendedores ambulantes, con obligada mención a la sidrería-posada de Sebastopol.
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